En la noche del domingo 11, de regreso a la CDMX, vi la autopista México-Puebla llena de peregrinos a la orilla de la carretera, que como cada año llegaron a la CDMX a celebrar a la Virgen de Guadalupe. Era de noche, hacía frio. Vinieron a pie, en bicicleta o motocicleta. Algunos trajeron entre sus brazos morenos o cargando en la espalda la imagen de su devoción. Mujeres y hombres de todas las edades. Cargando cobijas, agua; empujando carriolas con bebes a bordo o con niños de las manos. Así se construye la fe.

Llegaron a la Basílica, le cantaron las mañanitas a la virgen, dieron las gracias, dejaron alguna limosna a la morenita del Tepeyac. Se encomendaron a su protección y regresaron a sus comunidades. La fe caminando, la devoción en marcha. Once millones dijeron las cifras oficiales. Eso es México, su gente y su devoción. ¿Cuánto recauda la Iglesia esa noche? Nadie lo sabe. Hablan de toneladas de monedas.

La imagen más impactante este año fue la de un hombre que intentó llegar de rodillas hasta la Basílica. En el video se observa a este peregrino postrado, sobre una cobija, que totalmente exhausto, avanzó lentamente, paso a paso, hasta caer y perder el sentido al pie de las escaleras. Estuvo preso. Fue a darle gracias a la virgen de recobrar su libertad. Los paramédicos lo atendieron, trataron de reanimarlo, no pudieron, perdió el sentido. Se lo llevaron en camilla. Quien no entienda estas expresiones de fe y devoción no puede comprender a México.

El 12 de diciembre de 1794, durante los festejos del aniversario número 263 de la aparición de la virgen de Guadalupe, en presencia del virrey Miguel de la Grúa Talamanca, del arzobispo Alonso Núñez de Haro, Fray Servando Teresa de Mier, una de las mentes más brillantes de la Nueva España, dijo: “Guadalupe no está pintada en la tilma de Juan Diego sino en la capa de Santo Tomé, conocido por los indios como Quetzalcóatl y apóstol de este reino. Mil setecientos cincuenta años antes del presente, la imagen de Nuestra señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorada por los indios (…) Yo haré ver que la historia de Guadalupe incluye y contiene la historia de la antigua Tonantzin, lo que no se ha advertido por estar su historia dispersa en los escritores de las antigüedades mexicanas”.

Fray Servando pretendía demostrar que el culto guadalupano era prehispánico, al igual que el cristianismo, y por lo tanto no había motivos para agradecerle a España. Lo acusaron de herejía y blasfemia ante la Inquisición, excomulgaron y se le condenó a prisión; se le despojó de sus libros y fue condenado a diez años de exilio en España.

Más que católicos, los mexicanos somos guadalupanos. ¿Cómo explicar ahora, en los tiempos de Internet, que la devoción a la Virgen de Guadalupe siga? No hay una respuesta única. Pero es real y determinante para explicar lo mexicano y la mexicanidad. Eso pienso yo, ¿usted qué opina?