¿Son legales las mañaneras o no? Hay gente interesada en que se prohíban, pero el presidente AMLO ya dijo que por ningún motivo las cancelará. Si el enfrentamiento se complica, llegará al poder judicial, inclusive a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y es que, como en cualquier pugna, si se enredara de más serían los jueces y las juezas quienes dirían la última palabra.

No quisiera ser juez. En una sociedad civilizada como pensamos es la nuestra, todos los problemas, si crecen lo suficiente, terminan en los tribunales. Sus sentencias, desde luego, necesariamente a alguien dejan inconforme y hasta lastimado. Y quien se lleva las críticas es el juzgador... o la juzgadora. ¿Aplausos? La parte favorecida ni las gracias da.

Si sigue incrementándose la rentabilidad de la industria de los paseadores de mascotas, su regulación llegará al poder judicial. Conozco gente que ya busca amparos para alejar a los paseadores de sus departamentos. No miento.

Uno de los grandes diarios de España es La Vanguardia, de Barcelona. He leído la mañana de este lunes la siguiente nota: “Problemas de convivencia. Las nuevas guerras entre propietarios de perros y demás ciudadanos de una Barcelona sin espacio”.

Tal reportaje me hizo recordar las quejas —idénticas— de dos amigos, uno poseedor de un departamento en el barrio de Polanco, y el otro en la colonia Condesa de la Ciudad de México: “Hay demasiados perros, demasiados ladridos y demasiada caca en el parque que está cruzando la calle”.

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No se trata en ninguno de los casos citados de perros callejeros, sino de perros con dueño —o dueña— que a cualquier hora sacan a que les dé el aire los paseadores de mascotas, un oficio en auge en todo el mundo; por cierto, nació en los años sesenta del siglo pasado, según otro medio de comunicación español, importantísimo, elDiario.es.

Es un gran negocio el de pasear perros. En 2016 representaba 907 millones de dólares a nivel global y daba empleo a 23 mil personas. Esta industria, como muchas otras, se originó en Nueva York en la década de los sesenta del siglo XX. De esa ciudad se fue a Londres y después a todo el mundo.

En Barcelona, leo en La Vanguardia, los paseadores de perros han empezado a chocar con la gente que vive cerca de los parques: “Vecinos del barrio de Fort Pienc denuncian que los propietarios de perros se están apropiando poco a poco del parque de la Estació del Nord”. Ahí llegan paseadores con mascotas no solo cercanas al vecindario, sino de muchas otras partes de la ciudad.

Según la gente harta del exceso de perros en el parque de la Estació del Nord tantos canes “dificultan hasta la nidificación de los pájaros que aquí eran muy habituales”. Desde luego, paseadores y propietarios de perros aseguran que no es para tanto.

Difícil saber quién tiene razón; lo único cierto es que debate hay. Quizá todavía no llega a conflicto, pero habrá problemas en el futuro si el ayuntamiento no regula adecuadamente la mencionada actividad.

Según La Vanguardia, “Barcelona suma ya más perros que niños menores de doce años”. Desconozco esta estadística para la Ciudad de México, pero de que en la capital de nuestro país está al alza la industria de pasear perros, está al alza. Supongo que el gobierno de Claudia Sheinbaum ya estudia algún tipo de regulación, o quizá ya existe pero no la conozco.

Lo que me consta es que hay vecinos que se quejan por los paseadores de perros. Inclusive analizan recurrir al poder judicial para, mediante amparos, exigir que en los parques cercanos a sus viviendas se limite el número de mascotas que pueden llevar los paseadores.

En una de esas, el gran problema de la corte suprema de México no será la constitucionalidad del plan b electoral ni si AMLO tiene la misma libertad de expresión que el resto de la gente, sino decidir qué hacer para que coexistan pacíficamente los perros, sus paseadores y los vecinos molestos por tantos ladridos y, también, por la gran cantidad de caca que queda en banquetas y parques y que los paseadores no levantan —aclaro: no es que tales trabajadores sean irresponsables, sino simple y sencillamente no pueden limpiar y pasear al mismo tiempo: solo tienen dos manos para demasiados perros que sacar a la calle porque sus dueños o dueñas no tienen tiempo o ganas para hacerlo.