El pasado 1 de noviembre se dio un cambio de administración en la dirección artística de la Ópera de Bellas Artes, o Compañía Nacional de Ópera, al darse a conocer la renuncia de su titular Alonso Escalante Mendiola y a la nueva responsable, María Katzarava Hernández. Hablemos un poco de ello y también de la herencia de Ramón Vargas, aún vigente, como responsable de esa institución hace algunos años.
I. El burócrata operístico transexenal y la nueva administración
A. Alonso Escalante “presentó su renuncia para vincularse con otro proyecto”, señala el sitio oficial de Prensa de la secretaría de Cultura. Hecho al menos extraño, pues Escalante se ha caracterizado por ser un tenaz sobreviviente transexenal en los tres partidos que han gobernado los últimos lustros: PAN, PRI y Morena. No ha sido de los que caen en el “error de vivir fuera del presupuesto”, quieran dar oportunidades a las nuevas generaciones o les apasione crear empresa. Pero es justo repasar las virtudes y méritos del renunciante.
Después de un tránsito por la burocracia de la UNAM y el FONCA: 1. Llegó a la dirección de Ópera de Bellas Artes bajo el gobierno de Felipe Calderón de 2009 a 2010, justo cuando se materializaba la destrucción y distorsión del Teatro del Palacio; incluyendo el robo de marmolería y piezas del teatro que fue “modernizado” bajo la vigilancia de María Teresa Franco. 2. Se fue a trabajar con el panismo guanajuatense de León durante siete años en el Teatro Bicentenario. 3. Regresó a la dirección de la Ópera con Peña Nieto y el PRI en enero de 2018. 4. Fue ratificado por Alejandra Frausto y Lucina Jiménez (de Cultura y el INBA, respectivamente) en el gobierno de Morena y López Obrador. Ustedes dirán, “pero el arte y la cultura no tienen que ver con los partidos”. Pues se equivocan, sí tienen que ver, sobre todo en México.
Una fuente muy confiable (como los periodistas convencionales, no identificaré esa fuente), desde las entrañas de Palacio (de Bellas Artes, no el del zócalo), me informa que lo obligaron a renunciar. Otra fuente chismea que, al irse a despedir, el renunciante/renunciado dijo que iría a trabajar a un proyecto “junto al mar”. Pero de vuelta a los méritos y virtudes, los mayores de Escalante se deben a su amistad con el tenor Ramón Vargas desde que fueron compañeritos del coro infantil de la Basílica de Guadalupe. Y aunque quiso también ser cantante, no pudo, y sin amargarse se fue a estudiar gestión cultural a España. De ahí le viene la parte burocrática; pero esta sería nada sin esa importante amistad, de esas que abren puertas y sirven de carta de recomendación por aquí y por allá.
Ya enseñoreado en la ópera mexicana, el renunciante actuó como la mayoría de los burócratas, culturales o no: manejar la institución a su arbitrio, como si fuera empresa privada o fuera suya: amiguismo, favoritismo, caprichos, opacidad en la elección de repertorios y elencos, traiciones; cuestión agravada en su caso por esa tendencia marcada a mezclar la razón con las emociones personales y así tomar decisiones. Pero en fin, qué bueno que tras dejar su huella como burócrata operístico transexenal, se ha marchado; ojalá sea para bien de todos.
B. Al lugar del marchado llega la soprano María Katzarava, que apenas en marzo pasado había sido nombrada directora del Estudio de la Ópera de Bellas Artes (EOBA; herencia de Vargas de la cual ya hablaremos). Soprano de muy buena carrera internacional, Katzarava tendrá la oportunidad de hacer algo verdaderamente distinto en una institución que ha sido usualmente ultrajada por sus directores, que la han manejado al antojo personal, reitero, como si fuera propiedad privada; y no, es una instancia pública. ¿Qué se esperaría de ella? Lo que se esperaría de cualquier funcionario (o servidor) público bajo un gobierno que se empeña en el cambio y la búsqueda de la democracia: transparencia, igualdad de oportunidad en sus ofertas de trabajo, audiciones públicas para los cantantes, disposición y capacidad de respuesta, democratización en todos los sentidos, incluyendo en el de llevar las representaciones a públicos fuera de Bellas Artes, etcétera. Algo que no han hecho la mayoría de sus predecesores, ya sean Escalante, Vargas, Falcó o Kleinburg, entre otros.
Katzarava conoce bien el “negocio” de la ópera, también el arte, algo en lo que puede asesorar a la directora del INBAL, Lucina Jiménez, y a la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, que han estado ausentes (confiadas en Escalante) ya sea por tener otras prioridades (los “semilleros”, por ejemplo), desinteresarse o desconocer el ámbito de la ópera y en general de la música clásica. Sobre todo, para que no se sostenga ese mala reputación pública de que a la 4T no le interesa el arte; sí la cultura, pero no el arte. Será buena oportunidad para María.
II. La herencia de Ramón Vargas
Y ya que se ha hablado del EOBA que recién ha dejado de dirigir Katzarava para ocupar la dirección de la Compañía, hay que decirlo: este estudio es una herencia muy cuestionable de la todavía más cuestionable administración del Vargas como director de Ópera de Bellas Artes de 2013 a 2015. Como tal no sólo incurrió en los mismos defectos de su amigo del coro infantil, Escalante, sino en peores vicios como el querer dirigir desde Viena, cobrar lo indebido, programar a sus amigos, programarse a sí mismo. Un muy buen tenor, Vargas ha querido jugar a la política. Apoyó hace décadas a Cuauhtémoc Cárdenas y terminó trabajando para Peña Nieto. El asunto es que lo hizo mal, como ha quedado en los registros.
Por ejemplo, en 2014 convocó a audiciones nacionales en varios sitios del país. Nunca estuvo presente, fueron asistentes suyos quienes las realizaron y grabaron para que, supuestamente, él las viera. ¿Para qué, para enjuiciarlos, para ofrecer oportunidades de trabajo, audiciones? No. En entrevista con una de las subdirectoras de Vargas, se me informó que habían hecho un registro de quienes adicionaron, un catálogo de sus voces; alrededor de 500 nacionales que llegaron de casi todos los estados y del extranjero. ¿Y para qué el catálogo? Para nada: para el paradójico silencio de los cantantes. Como hacer un censo de albañiles o de maestros de primaria y ya, no ofrecerles opciones; algo absurdo. Bueno, esta es una herencia de Vargas. Ojalá Katzarava aprenda de ella para utilizar lo positivo y dar paso a acciones concretas en beneficio de los cantantes mexicanos.
Pero la peor herencia de Vargas es justamente el Estudio de la Ópera de Bellas Artes. Lo fundó en 2014 con el fin de crear una élite privilegiada de cantantes. ¿Élite en un país en las condiciones de México? ¿Élite, por qué? No sólo se les da un entrenamiento con maestros de alto nivel nacionales e internacionales, que ya sería un gran privilegio, no, les otorgan a los integrantes, alrededor de 15 por año, una beca de $25.000.00 mensuales.
Para quienes han sido becarios en la Sociedad de Internacional de Valores de Arte Mexicano (SIVAM), el privilegio mayor consistía precisamente en el entrenamiento con profesores internacionales; y si se llegó a dar alguna beca económica se habrá tratado de excepciones que sin problema puede hacer una asociación privada, pero ¿el INBA?
¿Por qué si la beca promedio del FONCA para cantantes, instrumentistas, actores, bailarines, payasos, etcétera, es de 10.000.00 mensuales, a los del EOBA se les da el privilegio injustificado de veinticinco mil pesos?
Veamos los montos de quienes más estudian sin privilegios ni conceptos de élite tan trasnochados como el de Vargas; becarios ya sea de la SEP o el Conahcyt:
Estudiante de licenciatura: $2,575, mensuales.
Estudiante de Especialidad: $12,614.80, mensuales.
Estudiante de Maestría: $14,191.65, mensuales.
Estudiante de Doctorado: $18,922.20, mensuales.
Estudiante privilegiado de Ramón Vargas: $25.000.00, mensuales.
Los privilegiados de Vargas (con “sombrero ajeno”) ganan en promedio incluso más que la mayoría de los integrantes de los Grupos Artísticos de Bellas Artes, instrumentistas, cantantes, actores, bailarines… ¿No tendrían que revisar el asunto y poner orden la Compañía Nacional de Ópera, el Instituto Nacional de Bellas Artes y la secretaría de Cultura?
Es decir, María Katzarava, Lucina Jiménez y Alejandra Frausto. Dado que el privilegio es el tener una educación privilegiada, los integrantes del EOBA debieran de estar felices de obtener esa posibilidad de entrenamiento que no tiene la mayoría de los artistas mexicanos. Propongo a Katzarava, Jiménez y Frausto que a estos estudiantes privilegiados se les continúe dando ese privilegio educativo con una ayuda de 5.000.00 mensuales, los 20.000.00 restantes se deben destinar para otros dos becarios regulares del FONCA que no tienen el privilegio de los privilegiados de Vargas. Eso sería justo y democrático. O bueno, si quieren ser generoso con ellos, tendría que dárseles cuando mucho 10.000.00 mensuales a cada uno, como al resto de los becarios de las artes escénicas; y de 15 en 15 se juntarían varios montos de 10 más para al menos otros 22 becarios regulares. Es hora de que se actúe de manera clara, transparente y democrática; sin conceptos de élite ni privilegios injustificados.
P.d. Para un final musical de buen augurio, la interpretación de María Katzarava de la romanza “Al pensar en el dueño de mis amores” de la zarzuela, Las hijas de Zebedeo, de Ruperto Chapí: