Hay dos hombres a los que Morena debe sus victorias en tantas elecciones desde 2018. Uno de ellos, todos lo sabemos, es Andrés Manuel López Obrador. El otro, sin duda, Lorenzo Córdova.

Morena ha ganado en prácticamente todas partes por el trabajo incasable, la honestidad ejemplar y la modestia excepcional de Andrés Manuel.

Pero, también, Morena controla la presidencia de México, las cámaras legislativas y cada día más gubernaturas y alcaldías gracias a que la autoridad electoral ha estado encabezada, todos estos años, por un demócrata sincero, Lorenzo Córdova, quien no ha permitido al PRI y al PAN las trampas que a estos dos partidos les hicieron crecer en el pasado.

No conozco al señor Córdova, pero me cae mal por estilo de niño mimado que se divierte con bromas racistas. Aquello que dijo en un audio filtrado seguramente por sus enemigos (“yo, jefe, gran nación chichimeca, vengo Guanajuato. Yo decir a ti, o diputados, para nosotros, oh, yo no permitir tus elecciones”), solo puede racionalmente explicarse por su condición de júnior intelectual, es decir, de alguien que pudo desarrollarse sin mayores sacrificios personales gracias al trabajo y al prestigio de papi y mami.

Pero, más allá de los vicios de su personalidad, es justo reconocer que Lorenzo Córdova ha cumplido como un verdadero demócrata su responsabilidad al frente del INE. Es algo que debemos agradecerle.

No todas las personas que han encabezado al INE —antes, al IFE— han actuado con limpieza. Fue sobresaliente, en su momento, el desempleo de José Woldenberg, otro constructor de nuestra democracia. Pero mucho dañó hizo Luis Carlos Ugalde, cómplice del fraude electoral de 2006.

Los legisladores de Morena y sus aliados se equivocan al atacar a Lorenzo Córdova. No entiendo que odien a un funcionario que tanto ha hecho para que se respetan las victorias de la izquierda mexicana. Lo que deberían hacer, si pretenden justicia democrática, es buscar la manera legal de llamar a cuentas a Luis Carlos Ugalde por el fraude de 2006, y con este a Vicente Fox y a Felipe Calderón.

Ugalde, Fox y Calderón merecen ser castigados o, al menos, exhibidos por haberse robado la presidencia, sórdido episodio de nuestra historia que dio origen a la fallida guerra contra el narco que no solo ha ensangrentado a México desde hace 15 años, sino que en su momento entregó buena parte de las instituciones de seguridad del Estado mexicano, vía Genaro García Luna —hombre de confianza de Calderón—, a los cárteles de las drogas.