“¡Honorables señores de la academia!”:

Estoy aquí para hablarles de mí en primer lugar. Pero al hablarles de mí les estaré hablando de ustedes. Soy un espejo de su propia condición. No se asombren, por favor, soy resultado de los actos y de los deseos humanos.

Soy originario de una selva que existió en la Costa Chica, por allá por los rumbos de un puerto llamado El Minizo, donde hace cuatrocientos años encalló un galeón cargado de africanos. También me llamo Peter, Peter el Rojo, al igual que mi célebre antecesor.

Montado en los recuerdos llega hasta aquí un viento fresco. No recuerdo un primer acto. Solo un conjunto de sensaciones.

Sé que el tiempo se bebe: es fresco, dulce, verde.

Mis juegos, mi libertad, mis lugares.

Amargo: los ladridos, las risas, el ruido del machete que me provoca calosfríos. Los gritos y los disparos.

Hubo una selva junto al mar detrás de una laguna que parecía un charquito. Hubo lugares, silencios, hasta que todo se quebró con el ladrido de los perros.

El ladrido de los perros y sus hocicos jadeantes me arrastraron literalmente a su mundo, a ese mar de miradas que en ocasiones me refresca, o simplemente me lleva para luego ahogarme. Sí, ahogarme.

Sé que el tiempo se bebe mientras miro mis cicatrices y miro a la humanidad en los rostros de mis señores, mis amos, y de ustedes, señores de la academia.

¿Se han preguntado alguna vez qué son ustedes? Ustedes también son monos.

Monos persiguiendo pantallas.

Monos siguiendo el ritmo estridente y globalizador de gente llamada Taylor Swift, Lady Gaga, Bizarrap o Peso Pluma. A veces son monos leyendo poesía; cuando son más inteligentes son monos escribiendo poesía... Pero son monos finalmente.

Un poeta escribió: nacemos en cárceles, vivimos en cárceles y morimos en una cárcel. La primera: el vientre de nuestra madre; la siguiente, la sacrosanta escuela; enseguida, la familia, esa “aberrante y hedionda institución” que termina asfixiándonos. La sociedad de consumo nuestra cárcel final.

¿Cuál es la diferencia entre mi selva y sus cárceles, entre mis piruetas de animal y sus gestos de odio y de frustración?

Leo el diario, la foto de prensa mundial del año es una mujer palestina abrazando el cuerpo de su sobrina. El jurado quedó profundamente conmovido por cómo esta imagen evoca una reflexión emocional en cada espectador y ofrece la visión de una pérdida inimaginable.

Eso dice el diario, pero el mundo no se conmueve: todos los días el ejército israelí sigue asesinando niños palestinos.

Entonces, ¿qué puedo yo creer sobre los actos humanos? Son monos. Somos monos.

Monos disparando ráfagas en todas partes del mundo. Monos socios de monos guerreristas, monos cómplices. Monos que guardan silencio y solo se ocupan de sus bisnes.

Mi antepasado escribió:

“El segundo tiro me atinó más debajo de la cadera era grave y por su causa aún hoy rengueo un poco. No hace mucho leí un artículo escrito por alguno de esos diez mil sabuesos que se desahogan contra mí desde los periódicos ‘que mi naturaleza simiesca no ha sido aplacada del todo’, y como ejemplo de ello alega que cuando recibo visitas me deleito en bajarme los pantalones para mostrar la cicatriz dejada por la bala…”

Mis cicatrices son de machete y de balas. En eso me parezco a ustedes. Soy humano porque soy víctima de humanos.

Somos monos. Monos envenenando con cristal, metanfetaminas, y fentanilo a otros monos.

Sociedades simiescas. Ejércitos simiescos.

Recuerdo otra línea:

“Llego a casa a altas horas de la noche allí me espera una semi amaestrada chimpancé, con quien, a la manera simiesca lo paso muy bien. De día no quiero verla pues tiene en la mirada esa demencia del animal alterado por el adiestramiento; eso únicamente yo lo percibo, y no puedo soportarlo…”.

En la calle escucho la rabia cotidiana de los monos:

“¿Qué es lo que queremos?

-¡Liberación animal! !Liberación animal!”

Eso queremos: liberarnos.

Liberarnos de las noticias sórdidas:

“El Estado de Israel ha lanzado un ataque contra varios puntos de Irán, como la Ciudad de Isfahán, donde se encuentran una importante base militar e instalaciones nucleares. También se informa de ataques no confirmados en Siria e Irak”.

Honorables señores: os ruego que me dejen en paz, hoy solo quiero dormir, soñar, buscar en los sueños a Dios. Creo que el Dios existente es el Dios de los sueños, un Dios que nos permite soñar.

Déjenme soñar honorables señores, olvidarme de la guerra y soñar. Es todo cuanto tengo que informarles.