Ya de por sí la etiqueta de ser llamado “migrante” divide y separa; segrega.  En términos reales el migrante es descrito como “persona que llega a un país diferente de su lugar de origen, para establecerse en él temporal o definitivamente”. Para muchos, el migrante es el otro, el ajeno, el distante; el extraño. El que no es bienvenido ni invitado.

La noticia del día de ayer me erizó la piel y me rompió en mil pedazos. Es que muchas noticias que suceden en este país casi todas siempre me erizan la piel.

Esta en particular, me resulta aterradora por la ausencia absoluta del componente más básico que las personas deberían de tener para con otros: humanidad.

Y es que ahí quedarán para la historia del horror  las imágenes de hombres encerrados en unas jaulas mientras se incendiaba el Centro de detención  del Instituto Nacional de Migración (INAMI) en Ciudad Juárez.

Aunque lo niegue el presidente, los migrantes estaban a cargo del Estado mexicano. Nadie les abrió la celda para que escaparan ante las llamas. Todos,  hombres venidos de Venezuela, Nicaragua, Guatemala, Honduras.

Las cifras: lo de siempre. Primero contabilizaron a 40 muertos. Después que no, que fueron 38. Como si eso paliara la desgracia.

Ya de por sí no tendrían porque haber estado dentro de una celda. El  que emigra no es un delincuente, no es un pandillero y no es malo.

Pero por alguna extraña razón estaban encerraos. Y ahí dentro sin lugar alguno hacia donde correr murieron calcinados. Una de las formas de morir más crueles que yo considere.

Días antes, el presidente municipal  de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, había declarado que “nuestro nivel de paciencia se está agotando”.

Declaración que me parece gravísima. Por un lado entendible dado que el número de deportados de Estados Unidos más lo que van llegando a la frontera se les está saliendo de control y a la vez esta declaración es un llamado a la rendición y la aceptación de un estado derrotado.

Por supuesto la declaración del presidente de México a nadie convenció: Ahora resulta que esos migrantes que tanto adora y a los que tanto aplaude, pues dice que tuvieron la culpa. Que ellos provocaron el fuego en protesta.

Lo que nadie se explica es por qué estaban enjaulados. La explicación del presidente básicamente es que “quisieron suicidarse” en pocas palabras. Un horror. Un verdadero horror.

Marcelo Ebrard para no variar no sabe qué  decir. Dice y dice  pero no dice nada.

Por supuesto que también tiene corresponsabilidad en esto el gobierno de Estados Unidos pero se sabe, nadie los tocará, ellos lo saben también.

Dirán que fue en territorio mexicano, que los migrantes estaban bajo el resguardo de autoridades mexicanas y que cada quien sus culpas.

El presidente no ha dejado de alabar a los migrantes mexicanos que se van a EU a vivir  como si sus vidas fueran maravillosas. Aplaude que ingresen dinero al país. No tiene idea del sufrimiento por el que atraviesan. No le importa. No lo entiende.

Los migrantes asesinados calcinados, porque esto no fue un accidente, son nuestros. No son extranjeros. No son los otros. De otros países. No son venezolanos, colombianos, nicaragüenses, guatemaltecos. No son los de allá, son nuestros. Estaban en territorio nacional... Estaban en México.

Son tan nuestros como si hubieran nacido aquí. Son nuestros.

Sus muertes nos duelen a todos, nos indignan a todos. Nos duelen también sus vidas, de aquellos que siguen queriendo encontrar una mejor vida para los suyos jugándose sus propias vidas en países extraños, siendo, además de todo, maltratados y tratados como delincuentes.

Como si fuera pecado querer buscar una mejor vida para los que amas.

Para mí lo que hoy vuelva a decir el presidente no tiene la más mínimos relevancia.

Esos seres humanos que murieron calcinados encerrados en jaulas tienen familias, hijos, quizá eran hermanos, eran amados por alguien más.

Pero en mi país nadie los amó. Nadie cuidó dignamente de ellos.

Pido perdón a nombre de todos los mexicanos a sus familias por esta tragedia que nos atañe a todos. Espero que con esta tragedia algo cambie.

Que Biden dé la cara. Que las políticas humanitarias para las personas que vienen de otros países cambien.

El migrante no es migrante. No es el extraño forajido.

Es el ser humano que solo busca darles a sus seres queridos una mejor vida.

Que donde quiera que estén los hoy 38 seres humanos fallecidos nos perdonen y nos guíen.

Es cuanto.