Pésima semana para ser facho. A la caída del racista y fracasado Primer Ministro del Reino “Unido”, Boris Johnson, se le suma el magnicidio del adorador de criminales de guerra fascistas de la Segunda Guerra Mundial, Shinzo Abe y ahora, la muerte del expresidente priísta Luis Echeverría.

El presidente Andrés Manuel López Obrador puede dormir con la conciencia tranquila, sabedor que él no es responsable de actos de represión como la matanza de Tlatelolco, o el “Halconazo”, ni de represión contra fuerzas opositoras como la era de la “Guerra Sucia”.

AMLO tampoco ha mandado reprimir medios críticos, como Echeverría hizo con el Excélsior dirigido por Julio Scherer García. En nuestro país, medios de tintes golpistas y fascistoides como LatinUS y gran parte de quienes se han adueñado de los programas de radio en FM pueden ladrar sus invectivas y grotescas catilinarias todos los días.

Por otro lado, la alianza opositora debe estar muy triste por la pérdida de uno de sus principales referentes. Echeverría vive en la figura de otro genocida, Felipe Calderón Hinojosa, que también ordenó masacrar civiles y aplastar medios de comunicación incómodos. Y qué decir del PRI, partido de donde emergió el monstruo centenario y cuyos valores de corrupción y autoritarismo encarna su actual presidente (¿prófugo, quizá?) “Alito” Moreno.

Los derechairos, carentes de ideas como siempre,  intentarán equiparar a Echeverría con AMLO, pero no se engañan ni a ellos mismos. El rostro putrefacto de Echeverría es un reflejo fiel de lo que ellos representan y su final será el mismo que ellos enfrentarán: el asco, la repugnancia y el descrédito.