En la senda de destrucción social, política y económica que sufrirá Argentina los próximos dos años se avizoran dos escenarios posibles, basados en dos personajes con los que Javier Milei comparte varias raíces ideológicas: Donald Trump y Augusto Pinochet.

Escenario Trump:

Javier Milei toma posesión el próximo 10 de diciembre, con la espada desenvainada y con el cuchillo entre los dientes, a aplicar su doctrina económica “libertaria” (en realidad neoliberal). Mediante decretos, anuncia que no se incorporará al bloque económico y político BRICS, la privatización de la Televisión Pública, Salud y Educación y el divorcio económico de Brasil y China, su principal socio comercial en América Latina y el primer socio comercial argentino a nivel mundial, respectivamente.

A la euforia de los primeros días, en donde el 56% de los votantes que lo eligieron y los “mercados” celebran extasiados la llegada de la “libertad”, lo que sea que eso signifique, le siguen semanas y después meses, de incertidumbre. Cinco provincias argentinas exportan el 90% de sus productos a China y las provincias fronterizas con Brasil viven de ese intercambio comercial, por lo cual entran en una crisis aún más aguda que la que se vivió durante el gris mandato de Alberto Fernández.

Ante el agudo problema económico, parte del 44% de los votantes que no eligieron a Milei comienzan a movilizarse, abrevando de una añeja tradición de protesta y resistencia social en la nación austral. Milei, quien hablaba de “reducir el Estado” durante su campaña, se olvida de su falso discurso y no duda en usar el monopolio de la violencia para reprimir estas manifestaciones, polarizando aún más a la sociedad argentina.

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A nivel de “gobernanza”, Milei llena su gabinete “reducido”, ante su decisión de recortar más y más ministerios y hasta al Banco Central, de cascajos del macrismo -la verdadera mano que mece la cuna en su gobierno- y personajes sin experiencia, fanáticos y fracasados. Las consecuencias son previsibles, pero catastróficas: una agudización de las contradicciones propias de su discurso y una reducción en la calidad de vida de los ciudadanos, ante los despidos masivos de las empresas paraestatales que el “Peluca” piensa rematar por centavos y el recorte de programas sociales.

Con el congreso dividido y las protestas sociales, Milei no es capaz de imponer todas sus brutales políticas económicas, pero si hace lo suficiente para destruir los últimos vestigios de la soberanía Argentina las próximas tres décadas. Ineficiente, pero dañino, como Donald Trump.

(Mañana, la parte II)