A la hora de sacar conclusiones sobre los comicios del 6 de junio, en los grandes medios parece haber pasado desapercibido lo que ocurrió en Querétaro y en Nayarit, que fueron las dos únicas entidades, de las quince que eligieron gobernador, en las que los resultados no sorprendieron a nadie porque se cumplieron los pronósticos que con mucha anticipación indicaron las encuestas.

Fueron campañas exitosas, sin sobresaltos ni riesgos de conflictos, en la que los candidatos ganadores no necesitaron cantar, ni bailar, ni hacer videos de TikTok para mantener, antes y durante la campaña electoral, una amplia ventaja sobre sus adversarios, que lejos de disminuir se consolidó el día de la jornada electoral en una tendencia favorable en las urnas.

En tiempos en los que crece el desencanto ciudadano hacia la política, los políticos y los partidos, y en los que es común que la polarización ensucie las campañas, es bastante alentador encontrar estos fenómenos en donde la sociedad identifica y otorga su confianza a personajes que pueden considerarse candidatos tradicionales, que hacen campañas convencionales, pero inteligentes, y que rechazan el ahora tan socorrido show mediático-digital como método de hacer presencia pública y allegarse votos.

El caso de Querétaro, ciertamente, se volvió emblemático para la Alianza Va Por México y de manera especial para el Partido Acción Nacional, pero más allá del uso político de ese triunfo, no se ha recalcado el hecho que en el resultado influyó no sólo el candidato, un hombre alineado con los principios éticos del PAN y con una trayectoria irreprochable, sino también una estrategia de campaña de años, a cargo del veracruzano Fernando Vázquez Rigada, de PCN Consultores, que supo administrar la ventaja.

Hay que anotar que la morenista Celia Maya tuvo una gran campaña, a cargo de Aleix Sanmartin, quien la llevó de prácticamente ser una desconocida, a 20 puntos electorales. Sin embargo, era una elección cuesta arriba. El panista Mauricio Kuri era amplio favorito con mucha antelación y además, asumió que la confrontación ideológica opera en el discurso de los partidos y del Congreso, pero es algo que le resulta por completo lejano al ciudadano de a pie.

De hecho, el éxito del doctor Miguel Ángel Navarro, el candidato de Morena vencedor en Nayarit, fue despojar su campaña de cualquier tentación de convertir al estado en un escenario del debate político del país, y sin renunciar en modo alguno a los principios de su partido, hacer proselitismo de la forma más segura para llamar la atención de los ciudadanos, hablándole a los nayaritas del futuro y evitando la confrontación con sus adversarios.

La decisión personal del candidato marcó sin duda el rumbo de la campaña de Morena, pero fueron los profesionales del marketing y la comunicación política, encabezados por su estratega, Avidel Villarreal, los que aportaron estructura y sentido y alinearon la imagen, el mensaje y el discurso del médico de profesión, en torno al objetivo de hacer de la competencia una oportunidad de comunicación para hacer compromisos con la gente.

Así, mientras sus adversarios, lo mismo la candidata de “Va por Nayarit”, la senadora Gloria Núñez, que el alcalde con licencia de La Yesca, Ignacio Flores, de Movimiento Ciudadano, intentaron arrastrarlo a un escenario caracterizado por la rijosidad y la descalificación, la estrategia de la campaña de Morena se dedicó a lo suyo, a buscar votos, y dejó a sus competidores peleando por el segundo lugar, casi 30 puntos atrás en las encuestas, sin posibilidad alguna de triunfo.

Otro elemento a destacar en el manejo estratégico de la campaña de Morena fue la forma como abordó el “modelo Jalisco” de hacer campaña por parte de Movimiento Ciudadano. Más allá de que sostengo mi tesis de que el partido de Dante Delgado es la oposición más cómoda para el gobierno de López Obrador, lo cierto es que en ese rejuego de alianzas e intereses, los emecistas han venido perfeccionando una forma de hacer campañas en las que a partir de la frivolidad y el uso intensivo de las redes sociales, han sido capaces de hacer candidaturas competitivas e incluso, ganar una gubernatura, ni más ni menos que la de Nuevo León.

Con Samuel García, los asesores del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, encabezados por Rafael Valenzuela, de Euzen Consultores, sacaron todo el repertorio del “manual para generar emociones entre los electores”, que empezaron a poner en práctica con éxito en la elección de alcalde de Guadalajara del propio Alfaro en 2015. Se trata de un modelo que evade la propuesta, la razón y el debate, y que se centra en lo superficial, en lo festivo; es el reino del “jingle”. Esta vez, contaron con la fuerza comunicativa de Mariana Rodríguez, la esposa del senador con licencia, que catapultó la estrategia al éxito.

En Nayarit, tan cercano a Guadalajara, también lo intentaron. Postularon a un personaje que parecía cantante de un grupo de música de Banda, al que rodearon de una parafernalia de comunicación, sobre todo en redes sociales, de tal magnitud en gasto, que muchos pensaron que podía dar la sorpresa. Finalmente quedó 28.9% atrás del triunfador. El doctor Navarro y su campaña no se engancharon y se dedicaron a trabajar en lo suyo, con la idea clara de que se puede perder Facebook, pero hay que ganar el voto de la gente en la calle.