Confieso que me quedé dormido viendo la película de Netflix sobre Marilyn Monroe. No me aburrió, sino que simple y sencillamente yo estaba cansado. Otro día, más relajado, podré disfrutarla —o sufrirla—.

Sufrirla, sí. Y es que acabo de leer —gracias al traductor de Google— un articulo de Der Spiegel escrito por la periodista Hannah Pilarczyk que no habla del todo bien del filme.

Pilarczyk se pregunta si Marilyn Monroe realmente se merecía esa película. A la periodista alemana le molesta que la producción de Netflix presente a Marilyn como “todo trauma y cero talento”. Para el guionista y el director, que no sé si sean la misma persona, ella era una mujer loca y, sobre todo, tonta: “Monroe aparece completamente descerebrada. No sabe qué hacer con un huevo en la cocina. Ella corta flores cuatro pulgadas demasiado pequeñas para el jarrón. Ella cae longitudinalmente con una bandeja completamente cargada. Estúpida, estúpida, estúpida, estúpida, estúpida”.

En otro lado leí que la Marilyn Monroe de la película de Netflix “no tiene nada del sex symbol superficial que juega con sus encantos para excitar a las multitudes, pero sí todo de la pobre loca, traumatizada por la locura de su madre, marcada con hierro candente por la ausencia de su padre y que, casi en contra su voluntad, se convierte en un icono ofrecido a la mirada lujuriosa y destructiva de un Hollywood vampírico que se aprovecha de su ingenuidad y aviva su demencia”.

Para colmo, según Hannah Pilarczyk —y no es la única persona que lo piensa— el filme de Netflix puede ser usado como propaganda por la extrema derecha de EE. UU. que quiere criminalizar los abortos.

La verdadera Marilyn Monroe era distinta. Seguramente tuvo traumas, como todo el mundo, pero poseía cultura y se opuso a las campañas de odio estadounidenses contra los comunistas. La escritora María Hesse investigó y encontró que la famosa actriz era una mujer “inteligente, luchadora, culta, moderna, que leía muchísimo, que le encantaba la literatura rusa, el arte y la poesía”. Marilyn “tenía una biblioteca con más de 400 libros con autores como Walt Whitman, Fiódor Dostoyevski y Federico García Lorca”.

La enfermedad de un presidente

El mejor presidente de Estados Unidos gobernó enfermo de poliomielitis: “La enfermedad paralítica de Franklin D. Roosevelt (1882–1945) comenzó en 1921 cuando el futuro presidente de los Estados Unidos tenía 39 años. Sus principales síntomas fueron fiebre; parálisis simétrica ascendente; parálisis facial; disfunción del intestino y la vejiga; entumecimiento e hiperestesia; y un patrón descendente de recuperación”.

Fue un gran gobernante y creó la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil, que llevó al desarrollo de vacunas contra la polio.

Roosevelt no podía caminar pero su cerebro funcionaba a la perfección y, además, trabajaba incansablemente. Menciono lo anterior porque yo veo muy lúcido y muy productivo al presidente Andrés Manuel López Obrador. Tiene razón el señor @callodehacha: el tabasqueño, a pesar de su edad y de tener gota, hipertensión, problemas de tiroides, un infarto y un catéter conectado al corazón, se levanta todos los días, de lunes a domingo, a las 4 de la mañana para ponerse a trabajar.

A algunas personas podrá no gustarles su gobierno —a la mayoría de la gente en México sí, lo aseguran todas las encuestas—, pero de que Andrés Manuel es un hombre muy activo y muy inteligente no puede haber la menor duda. No creo que exista nadie con más talento para la política que el presidente de nuestro país; y definitivamente en ningún gobierno ni en ningún partido hay quien trabaje más que él.

Eso es lo importante. Todo lo demás es grilla, inevitable en un sistema político, pero indeseable cuando se sazona de mala manera, esto es, con perversidad y odio, que es lo predominante en las filtraciones a Carlos Loret, en las columnas de Raymundo Riva Palacio, en la frivolidad de Chumel Torres, en no pocos noticieros de radio, en las notas de Reforma, El Financiero y El Universal y en los afanes evidentemente golpistas de dirigentes opositores y de algunos empresarios devenidos en próceres de la patria como don Claudio X. González.