María Callas nació el 2 de diciembre de 1923. El próximo año se cumple el centenario de tal acontecimiento. Pero como es hasta diciembre, bien convendría homenajearla, todo aquel que quiera, durante el año, no esperar al fin del mismo. Por eso escribo en este 99 previo.

Curioso para mí, yo que la he admirado tanto, al grado del enamoramiento juvenil tardío, siempre he postergado escribir sobre ella; lo he hecho sólo tangencialmente cuando he escrito sobre la ópera en general y del tenor Giuseppe di Stefano en particular, su pareja legendaria en escena, en discos y en la amistad. Así que 2023 será una buena ocasión.

Aproximación a su biografía

De entrada y a grandes cortes, la vida de Callas se puede dividir en cuatro fragmentos.

I. Desde su nacimiento en Nueva York como hija de inmigrantes griegos hasta su debut profesional a los 18 años, en el Teatro Lírico Nacional de Atenas, con la opereta Boccaccio (1879), de Franz von Suppé, y su debut importante en La Arena de Verona con la ópera La Gioconda (1876), de Amilcare Ponchielli, en verano de 1947. El aria principal de esta obra, “Suicidio”, es profética en muchos sentidos, porque 30 años después, en verano de 1977, María moriría en París, oficialmente de un infarto, lo más probable es que haya sido muerte por voluntad propia.

Aquí el aria “Suicidio”; en versión con partitura, para seguir el canto y el texto.

II. Desde ese debut en Verona y el consecuente matrimonio en 1949 con Giovanni Battista Meneghini (25 años mayor), que apoyará y promoverá su carrera en los años de gran éxito, hasta 1959, cuando ella lo abandona porque se ha enamorado de Aristóteles Onassis y se va con él. En este lapso de enorme éxito para María, que en términos vocales transita el repertorio extremo, de los italianos a Wagner, es de suma importancia la Scala de Milán, que le abre las puertas el 1951 con su primera ópera allí, I vespri siciliani (1855; Las vísperas sicilianas), de Giuseppe Verdi, cuya aria “Mercé dilette amiche”, es encantadora.

Versión en vivo de 1951, en Florencia:

III. Desde la unión con Onassis -magnate naviero y acaso el hombre más rico de su tiempo-, hasta el abandono de este, en 1968, por Jaqueline Kennedy, la viuda del gobernante estadounidense asesinado en 1963.

IV. Desde que se hunde en la depresión por el engaño y el abandono de Onassis y confirma su retiro de los escenarios que venía ya dándose desde sus últimas actuaciones en París y Londres en 1965, hasta su muerte el 16 de septiembre de 1977, sola en un departamento de París. Pero antes del declive, la fiereza de Callas y su canto son impactantes.

Escuchemos aquí su versión en vivo de 1952 del aria “Nel dí della vittoria” (En el día de la victoria), en Macbeth (1847), también de Verdi:

Simbolismos de la diosa terrenal y su tragedia

Naturalmente, cada uno de esos fragmentos de vida está lleno de meandros y bifurcaciones. Pero también de disciplina, esfuerzo, sufrimiento, polémicas y, por fortuna, de triunfo descomunal, de noches gloriosas que se pueden recrear en nuestra época gracias a los pocos videos, las grabaciones de estudio y sobre todo las versiones registradas en vivo. El teatro de María Callas está en sus discos, dijo un crítico especialista refiriéndose al hecho de no contarse con filmaciones completas de las óperas que cantó; es decir, está en nuestros oídos y nuestra imaginación.

Tengo para mí que Callas llega a la “ruina vocal”, de que tanto se le critica, no por un defecto técnico (tan extraordinaria maestra tuvo en Elvira de Hidalgo, que le enseñó el belcanto dramático), su baja de peso deliberado (casi 40 kilos en breve lapso), sino por el descuido inicial propiciado por el amor o pasión a Onassis, quien la usa antes que apoyarla, y el abandono de la disciplina del estudio propiciado por la depresión y la amargura.

Y ya que estamos disfrutando de manera prolongada su canto, aquí la belleza serena del aria “Depuis le jour”, de la ópera Louise (1900), de Gustave Charpentier:

El simbolismo tanto del silencio como de la amargura de Callas me parece que se encuentra en Medea, el filme que dirigiera Pier Paolo Pasolini en 1969 y que Callas protagoniza. Pero esta Medea no canta, habla. Y lo peor y desafortunadamente, no es suya siquiera la voz hablada; fue doblada; una estupidez. Se trata de una adaptación de la tragedia de Eurípides sobre la mujer engañada, abandonada y traicionada en busca de venganza. El año en que se filma la película establece paralelismos íntimos entre Medea y María.

Trailer de Medea, dirigida por Pasolini:

Entre los momentos de mayor gloria para Callas se halla su encuentro artístico y amistoso con Giuseppe di Stefano en México en 1952. Cantaron juntos cinco óperas en el Teatro del Palacio de Bellas Artes que son testimonio de grandeza del género operístico para la humanidad entera. Ya he hablado de ello anteriormente. Y es el propio Di Stefano quien rescata por un tiempo a Callas de la depresión. La invita a hacer una gira mundial. Muchos la han criticado, yo celebro que la hayan realizado pues dejaron vivo testimonio de su grandeza quizá en decadencia, pero ya quisieran tantos cantantes dar tales muestras de talento y arte en su propia decadencia.

Antes de cerrar con Di Stefano y Callas, tengo que incluir un breve fragmento de Aída (1871), también del maestro: Verdi. El final del segundo acto con Mario del Mónaco en México, 1951; uno de los momentos más asombrosos y deslumbrantes de la historia universal de la ópera:

Algunos críticos han visto la vida de Callas como una tragedia griega moderna. Y sí, podemos imaginarla así. Al nacimiento y la adolescencia sufrida, la separación de los padres, el desamor y deseo de explotación de la madre, le sigue la férrea disciplina que conduce al éxito, pero aun este, y pese al talento y al genio, impulsado por un hombre mayor, rico. Y vemos cómo el éxito monumental, histórico, de ruptura artística en el género operístico (inspirado a su vez en la tragedia griega, de acuerdo a la Camerata Fiorentina, a finales del siglo XVI), arriba al amor. Al amor de un “semidiós” del dinero, un magnate naviero nacido asimismo en el mediterráneo, griego, que traicionará y abandonará a la diva del canto (diosa) por elegir a la mujer de un ángel caído, asesinado. Sola, muere en una isla, un departamento en París. La urna de sus restos es robada por un tiempo. Cuando aparece, sus cenizas son vertidas en el Mediterráneo, en el Mar Egeo.

P.d. Decía del feliz encuentro artístico y de amistad (no pocos sugieren intimidad) entre María y Giuseppe. En México inicialmente, después en las grabaciones, en escenarios europeos y estadounidenses. Él la rescató por un tiempo de su muerte en vida, la convenció de realizar una gira mundial. Los puristas desprecian ese momento artístico, yo lo agradezco y celebro. Inició en Hamburgo, Alemania, el 25 de octubre de 1973. Concluyó en Sapporo, Japón, el 11 de noviembre de 1974; el último día que Callas cantó. De ese tour extraordinario, comparto el dueto de Cavalleria Rusticana (1890), de Pietro Mascagni, en Londres; 23 de noviembre de 1973:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo