Claudia Sheinbaum dio a conocer un video en los que habló de los logros que tuvo como jefa de gobierno de la Ciudad de México en el tema de la seguridad pública.

Después, ella difundió un tuit en el que subrayó un dato: que gracias a los principios de la 4T, encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, la capital de la nación registró en 2022 la tasa más baja de homicidios dolosos desde 1989.

Claudia no buscaba polemizar con nadie. Lo único que hizo fue analizar su propio trabajo en la materia, algo a lo que tiene pleno derecho.

Un trabajo, por cierto, reconocido dentro y fuera del país: nadie inmediatamente enterado ignora que entre los éxitos de Claudia como jefa de gobierno de la ciudad capital, el más elogiado fue el de la seguridad.

Honor a quien honor merece, Sheinbaum pudo hacerlo porque contrató como operador a Omar García Harfuch, un experto en estrategia policiaca que se convirtió en una celebridad.

Es tan grande el prestigio del tándem Sheinbaum-Harfuch que, me consta, todo el mundo, incluida la oposición, desea ver a Omar como el encargado de esa área tan compleja en el más que probable escenario de que Claudia Sheinbaum sea presidenta de México.

El video y el tuit de la exjefa de gobierno enloquecieron a Marcelo Ebrard, quien respondió con la más lamentable exhibición de mansplaining que se ha visto en la política nacional.

El término mansplaining deriva de man (hombre) y explaining (explica), en alusión a un fenómeno tristemente muy frecuente en las sociedades machistas como la nuestra: el que ocurre cuando un hombre aclara cualquier cosas a una mujer y lo hace de manera arrogante y condescendiente.

Esa es una manifestación típica del machismo más vulgar porque, con independencia de cuánto sepa el hombre sobre el tema, siempre asume que sabe más que ella. Pero no es el caso, desde luego:

  • Marcelo Ebrard tiene una licenciatura en relaciones internacionales, que académicamente no impresiona. Claudia Sheinbaum, por su parte, es licenciada en física y doctora en ingeniería energética —participó en un grupo de la ONU que ganó el Premio Nobel—.
  • En política, Marcelo cambia de ideología según le convenga: priista durante muchos años, del equipo de Carlos Salinas de Gortari, cuando fracasó en el PRI se fue a la izquierda. Claudia solo ha militado en los movimientos izquierdistas, desde sus épocas estudiantiles, y ya en la política toda su carrera la ha hecho como la principal colaboradora de AMLO.
  • En la administración pública, Claudia no solo ha hecho mejores cosas que Marcelo Ebrard, sino que jamás se le ha involucrado en actos de corrupción. Marcelo, en cambio, fue el personaje central en el feo y sucio escándalo de la construcción de la línea 12 del Metro, la obra pública más lamentable —por costosa e inútil— en la historia de la nación.
  • Ahora mismo, en las encuestas serias de preferencias electorales —lo reconocen los grandes diarios de México y del mundo, como lo ha hecho el Financial Times ayer y hoy— Claudia Sheinbaum supera por más de 10 puntos a Marcelo Ebrard.

Se comprende la desesperación de Ebrard, su frustración y su enojo. Pero debería controlarse para no enrarecer la contienda interna de Morena.

Lo que Marcelo hizo —responder de mala manera, con aire de falsa superioridad a Claudia Sheinbaum— pone en riesgo la unidad en el partido de izquierda.

El concepto mansplaining tiene su mayor expresión en aquellas situaciones en las que el hombre sabe poco y la mujer, por el contrario, es la experta en el tema, algo que, para la soberbia del primero, es irrelevante: él tiene algo que explicar y eso es lo único que importa. Tristemente es lo que ha hecho Marcelo Ebrard.

Acomplejado y machista, Marcelo no solo quiso en un video de respuesta a Claudia atribuirse a sí mismo los logros de la exjefa de gobierno, sino que llegó al extremo de presentarse como un igual a AMLO…, aunque por la entonación mamona que usó, no cabe duda de que él se siente superior al propio Andrés Manuel.

¿Qué dijo Claudia después de la rabieta que quiso ser gandalla de Marcelo? Un simple: “Muchas gracias por estar al pendiente de mis redes sociales”. Nocaut fulminante con el golpe más terrible de todos: el desdén.