No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla.

Así como ya tuvimos un ejemplo de un atleta con capacidades diferentes jugando en unos Juegos Olímpicos, ahora es tiempo de que una mujer transgénero represente a su país en la más importante justa deportiva del planeta.

Los juegos de Tokio 2020 (¿O 2021?) serán el escenario en donde la levantadora de pesas Laurel Hubbard compita en la disciplina por equipos representando a su país.

Desde 2015, cuando el Comité Olímpico Internacional difundió su reglamento para que las personas que pasaban una transición de masculino a femenino, se estableció -incluso- un número de testosterona en la sangre de los competidores, para evitar cualquier desventaja en las justas.

Sin embargo, tanto grupos de extrema derecha, como de “izquierda”, han utilizado los mismos argumentos retrógradas y groseros que se reducen al insultante “un hombre jamás será una mujer” (y viceversa).

Pese a esta oposición, es reducido el número de atletas transgénero que compiten al máximo nivel.

El hecho de que haya pasado más de un lustro para que una mujer transgénero pueda participar en unos Juegos Olímpicos lo confirma.

En mi opinión, es de aplaudir estos esfuerzos de las máximas autoridades del deporte para promover la inclusión de las personas que pertenecen a las comunidades LGBTQ+, sin ceder a las presiones homofóbicas que no tienen cabida en este nuevo siglo.