Desde anteriores columnas señalé que una de las acciones más importantes tras la victoria de Claudia Sheinbaum en las encuestas levantadas en todo el país para elegir al virtual candidato o candidata a la Presidencia por parte de Morena en toda la república sería la llamada “Operación Cicatriz”.

La realidad es que los recorridos a lo largo y ancho de la república se extendieron un tiempo, a mi parecer, demasiado largo y los ánimos se crisparon principalmente entre los seguidores en redes (y uno que otro de la ya casi indistinguible “vida real”) de las tres o cuatro principales ex “corcholatas” que se disputaron la coordinación de los Comités de defensa de la cuarta transformación.

Sheinbaum hizo lo correcto y ofreció la mano al único de los aspirantes que no le levantó la mano este martes pasado, el ex canciller Marcelo Ebrard Casaubón.

Si Ebrard no acepta esa mano, está en su derecho, pero Sheinbaum hizo lo correcto con ese gesto. Y el gesto es el mismo por parte del líder moral del movimiento de la Cuarta Transformación, el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Ojalá que los eufóricos seguidores de Ebrard y uno que otro aprontón que se subió al vagón de la victoria contundente de Claudia hagan caso de las palabras del presidente y unos muestren ser buenos perdedores, así como Sheinbaum mostró magnanimidad en su triunfo.

Porque ir divididos a lo que se ve venir como un proceso muy sucio con la participación de la derecha y extrema derecha representados por Xóchitl Gálvez y Eduardo Verástegui es una receta para ir “directito a la dificultad”, cómo decían los clásicos.