Lo que pasó la tarde del sábado en las instalaciones del Estadio Corregidora es terrible, reprobable y a todas luces lamentable. En México, el fútbol históricamente se ha visto como un escaparate lúdico para el aficionado común; un entretenimiento que no iba más allá de generar pasiones, controlables por el equipo de preferencia, o animadversiones, - también controlables -, por los adversarios.

Pero lo del fin de semana ya escaló a términos de un fenómeno social de confrontación física y dolo, en acciones perpetradas de supuestos “aficionados” para con aficionados. ¿Por qué supuestos? Porque está bien ser hincha de un club y está bien ser miembro de un grupo de animadores de un equipo; lo que no está bien es convertir esas pasiones en grupos porriles, de barras bravas, que lejos de conseguir el objetivo de apoyar a sus jugadores, siembran el miedo y el enconó a su alrededor.

Son grupos radicales que se asemejan a las hinchadas de otras latitudes, que tanto ha costado erradicarlas de los espacios públicos, como lo son los estadios de fútbol; en Inglaterra costó años el borrar del mapa a los famosos Hooligans, que más que aficionados fueron un grupo de vándalos sin uso de la razón, que solo causaron daños durante años en los recintos deportivos ingleses, e incluso europeos.

En Argentina, las barras son imposibles de controlar con todo y su radicalismo, porque encima, sus líderes están coludidos con los dirigentes y socios de los clubes de su Liga local. Lo que apenas atina a hacer el gobierno y las autoridades de la propia Liga y de la AFA, es prohibir que en los encuentros de visita, la hinchada del equipo en cuestión pueda viajar al estadio del local para así, medianamente evitar tragedias que en años anteriores se dieron de forma triste.

En México, ir al estadio seguía siendo tema de la familia y los amigos, aún cuando existen grupos porriles, unos más radicales que otros; pero con los acontecimientos dados el sábado, estamos en el umbral de un cambio total en esa dinámica social, si es que no se hace nada al respecto para evitar que el cáncer de la violencia en los estadios se erradique completamente.

En el tema del gobierno de Querétaro y de los medios de comunicación, ha habido mucha incertidumbre en cuanto al número de heridos e incluso de víctimas mortales. Unos hablan que hubo muertos de la parcialidad del Atlas, mientras que el gobierno estatal salió a negarlo. ¿A quién creerle en un tema que es muy sensible y del que se tiene que contar con información certera?

Las Ligas, tanto femenil como varonil se cancelaron por la tragedia, ¿volverán pronto? Lamentablemente sí, porque por muy dura que sea la realidad, a los dirigentes, las televisoras y los sponsors, les interesa más que el negocio continúe, que poner en primer lugar la resolución efectiva del tema de la tarde triste en La Corregidora.