La pregunta inunda mi cabeza tras leer los comentarios que muchos hacen en las redes sociales. Y creo que llegaremos a una respuesta más cercana a la realidad si planteamos dos preguntas, casi iguales, pero con una diferencia radical: ¿los mexicanos sabemos viajar?, o ¿solamente creemos que sabemos viajar?

La polémica a la que me refiero surgió a raíz de una nota publicada por Milenio, titulada “Ampliación de Suburbano a Santa Lucía, en segundo semestre del 2023: SICT”. En el portal digital del periódico un lector expresó un comentario que llamó de sobre manera mi atención, pues afirma que el 99% de los pasajeros llega al AICM en automóvil. ¿De dónde sacó ese porcentaje?, y después continúa diciendo que afuera del AICM está el Metro, el cual sólo es usado por los trabajadores.

Por un momento pensé que el dato sólido existía; tal vez un censo, un estudio de mercado, una encuesta de opinión, alguna nota periodística… algo. Pero la búsqueda fue infructuosa, y la inexistencia de esa información hace pensar que para nadie es de capital importancia, o de relevancia extraordinaria, saber en qué medio de transporte llegan los pasajeros.

Lo que sí podemos encontrar en cambio, es cuántos pasajeros moviliza cada aeropuerto, y el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) transportó a 31,997,150 pasajeros durante el año pasado, y en cuanto a la carga de mercancías sabemos que recibió 516,922 toneladas durante el año, según datos de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC).

Ahora, para poder responder las preguntas iniciales, debo exponer qué es lo que considero saber viajar, como mexicanos y usuarios del transporte aéreo.

Los años que trabajé como sobrecargo de Mexicana de Aviación me enseñaron a conocer y diferenciar todo tipo de pasajeros: el habitual de negocios, los turistas connacionales que viajan en familia, pareja o grupo de amigos, y por supuesto a los paisanos que año con año vienen a ver a la familia que dejaron en México. No son ganas de criticar o etiquetar estérilmente a las personas. Es información importante que la tripulación debe tener antes de iniciar cualquier vuelo; en caso de accidente, servirá para reaccionar más rápidamente.

Tres grandes rubros, y cada uno tiene sus propias ramificaciones, como si de un árbol se tratara. Los viajeros de negocios se destacan por el escaso equipaje -a veces nulo-, y generalmente usan los salones VIP de las aerolíneas, con sus tarjetas de programas de lealtad. Conocen las instalaciones aeroportuarias y se mueven en ellas como peces en el agua. Saben que el avión es un medio de transporte que los acercara a lo que de verdad les importa: su próxima junta de negocios.

Tal vez en este momento usted está recreando en su mente la imagen del alto ejecutivo, pelo engominado y lentes obscuros, como modelo de revista. Pero le pido que no olvide que dentro de esta categoría están los trabajadores que cada cierto tiempo van a las plataformas petroleras, con destinos como Tampico, Minatitlán, Ciudad del Carmen, sólo por nombrar algunas. Ellos van en grandes grupos, usualmente son hombres y llevan una especia de guía, al cual siguen.

El asunto se vuelve más complicado cuando llegamos al siguiente tipo de pasajero: el turista; sus ramificaciones son casi infinitas, pues puede que sea su primer viaje de placer, o que cada año viaje a un destino en especial, o que tenga programados durante el año varios viajes.

Como amante del cine que soy, puedo decir que a este grupo de pasajeros, Hollywood les ha vendido un cuento de hadas muy diferente a la realidad. Un nutrido grupo de pasajeros turista piensa que deben llegar de la puerta de su carro, casi a la puerta donde va a salir su vuelo.

Son fáciles de identificar en el aeropuerto por sus grandes maletas; si llevan niños, estos no paran de correr y gritar alrededor de ellos; si son una pareja que va de luna de miel, están todo el tiempo juntos y suele ser muy común que lo avisen a la tripulación para ver sí les obsequiamos una copa de vino o cacahuates extra.

Y luego tenemos a los que hacen dos viajes al año: una vez a San Antonio, Texas -de shopping-, y otra a Denver, Colorado, para ir esquiar a Vail. Justamente, estos son los pasajeros que menos saben viajar.

Generalmente viajan con sobre equipaje; las mujeres suelen “producirse” en exceso, esto es, ropa entallada, zapatos de tacón, maquillaje recargado y escotes. Uno como sobrecargo ya sabe que a los 15 minutos del vuelo es muy probable que toquen la llamada de sobrecargo y soliciten una “cobijita” porque “hace mucho frío”. Y es que la temperatura a bordo de un avión siempre debe estar alrededor de los 22 grados centígrados. Hombres y mujeres suelen quitarse los zapatos y al aterrizar se dan cuenta que sus bellos pies, ya no entran en ellos ¿saben la cantidad de veces que observé bajar a las pasajeras con los zapatos en la mano?, muchas veces.

Al último tipo de pasajero, los paisanos, les guardo aprecio, cariño y respeto. Son los más nobles, ellos casi siempre terminan pagando sobre equipaje porque “traen los regalos para la familia”; lo hacen sin poner pero alguno, se suben muy contentos al avión y les gusta que la tripulación “hable español”; la gran mayoría sigue las instrucciones del personal a bordo. Son pasajeros que tienen muy claro que el avión, es solo una parte de su periplo. Cuando arriban a los aeropuertos de Michoacán, León, Guadalajara, Zacatecas, Oaxaca, todavía les faltan horas -a veces muchas- en camión de redilas y a pie para poder llegar a las rancherías.

Cuando leo que el 99% de los pasajeros llegan en auto, veo que predomina la visión centralizada en la Ciudad de México. Los que así piensan, asumen cómo se transportan los pasajeros, sin saberlo realmente, no solo en la capital, sino en todo el país.

Los viajeros frecuentes, denominados mochileros -nacionales o extranjeros- son los pasajeros que sí saben cómo viajar; empacan lo necesario y es rarísimo que paguen sobre equipaje, utilizan el transporte público como metro o camiones, y rara vez usan taxi. Son viajeros que prefieren utilizar sus recursos económicos de la manera más inteligente.

Por ello es frecuente verlos con sus mochilas a las espaldas en el Metro, ya sea en la Ciudad de México, San Francisco, Londres o Katmandú. Es un fenómeno “curioso”, por llamarlo de alguna manera, pero cuando un mexicano viaja al extranjero, a menos que tenga recursos ilimitados, siempre busca la manera más económica para transportarse, y usa sin empacho alguno los subterráneos, camiones, tranvías eléctricos, monorrieles, ferries y muchas veces usan los “shuttles” (transportación) de su hotel, que los deja de manera gratuita en el aeropuerto.

Es necesario realizar una campaña de “reeducación” del pasajero; para llegar a la terminal aérea de la Ciudad de México, además de llegar en auto propio y pagar estacionamiento, puede ser que te lleve un familiar, se puede pagar un taxi (libre o de sitio), usar alguna de las plataformas como Uber o Didi. Pero también se puede llegar vía shuttle ya sea saliendo de un hotel, un centro comercial, o también en metro, Metrobús, camión (sí, hay unos camiones especiales que te dejan en el AICM) y ahora también en tren suburbano.

Y desde el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, quien viaje ocasionalmente no tendrá ningún problema para tomar su vuelo, las compañías aéreas ya han anunciado que pondrán shuttles en lugares estratégicos para que puedan llegar perfectamente a la terminal. Por su parte, los viajeros frecuentes sabrán usar los mecanismos que ponen las aerolíneas a su disposición para tener un viaje placentero.

A aquellos pasajeros que les quita el sueño pensar que su viaje a Europa o Estados Unidos perderá el glamour por salir del AIFA, les digo que no tienen absolutamente nada de qué preocuparse; mientras la AFAC no logre que la aviación nacional recupere la la Categoría 1, no pueden abrirse nuevas rutas ni slots, así es que esos vuelos seguirán como ahora, en el AICM.

Los invito a que, como mexicanos, aprendan a viajar. Los que saben hacerlo disfrutan cada etapa del trayecto. Viajar es como la vida misma, hay que saber hacerlo de la mejor manera, sin cargar sobre equipaje y en caso de hacerlo, pagar por este con gusto, pues habrá destinarios de ese “sobre peso”. Debemos gozar cada etapa y no sólo ver el destino como meta, o sinónimo de “felicidad”. Sucintamente lo dijo John Lennon: la vida es aquello que te sucede mientras te la pasas haciendo planes.