En el momento de la redacción de estas líneas, se celebran elecciones en los estados de Oaxaca, Hidalgo, Tamaulipas, Quintana Roo, Durango y Aguascalientes. De acuerdo a los sondeos, Morena ganará cuatro de las seis entidades. Esperemos que triunfe la democracia y que los comicios no se vean golpeados por el crimen organizado.

En otro orden de ideas, el presidente AMLO ha reiterado recientemente la necesidad de transitar de la austeridad republicana hacia la pobreza franciscana, pues no debe haber, en palabras del presidente, un gobierno rico con pueblo pobre.

Este lema ha sido parte del discurso del presidente AMLO como presidente, y aun, como candidato. Esta narrativa hueca debe traducirse -AMLO dixit- en recortes presupuestales a las funciones administrativas del gobierno y, desde luego, en la reducción de los salarios de los altos funcionarios.

El INE ha sido tocado políticamente por este discurso, pues AMLO se ha encargado de pintar a la autoridad electoral como ejemplo de ejecutor de gastos superfluos que atentan contra el interés general. Mismo ante la organización de la consulta en torno a la permanencia en el cargo, AMLO aseguró, en nuevo ataque contra el INE, de que no eran necesarios recursos adicionales y que el plebiscito podía realizarse mediante “economías” realizadas por la propia institución.

Lo que AMLO no ha comprendido es que una administración pública eficiente necesita hombres y mujeres competentes que sean capaces de realizar sus funciones. Recordemos que las labores de gobierno son altamente especializadas. Basta con echar un vistazo a los quehaceres diarios del personal que integra secretarías de Estado como Hacienda, Economía, Relaciones Exteriores, Educación entre otras, y, aun más, las organismos autónomos como el INE, la COFECE y el Banco de México.

Estos funcionarios altamente capacitados exigen – y merecen- percibir remuneraciones competitivas que están a la altura de sus competencias y experiencia. No vale, en este sentido, escatimar en ofrecer a los hombres y mujeres responsables de conducir la operación técnica del gobierno salarios que compensen sus años de estudios, esfuerzos y trayectoria en su campo.

Para la mala fortuna de los funcionarios de carrera de la administración pública federal, el presidente AMLO, con el propósito de enriquecer su discurso populista, y como medio para atacar a la clase media trabajadora, ha demeritado su trabajo y ha buscado desde un inicio restar importancia a la destacada labor que realizan.

AMLO, bajo la bandera del combate contra la pobreza (lo cual, a todas luces, ni siquiera ha dado resultados, pues el número de pobres, de acuerdo con Coneval, ha incrementado desde el inicio de la presidencia del tabasqueño) se ha lanzado contra los funcionarios de carrera de su propia administración.

En suma, lo que AMLO no ha comprendido es que una administración pública de primer orden capaz de realizar labores altamente especializadas merece compensaciones competitivas. Como bien reza el refrán popular... lo barato sale caro.