A todos sorprendió lo cerrado de ayer en las elecciones presidenciales en Brasil, con el actual presidente Bolsonaro obteniendo un 48% y el retador, el expresidente Lula da Silva, un 44%. Eso hará que ambos políticos se enfrenten en una segunda vuelta el próximo 30 de octubre.

Y es que aún ayer, domingo, la mayoría de las encuestas mostraban una ventaja de más de 10 puntos para Lula. De hecho, el influyente diario independiente Folha de S.Paulo daba ayer un 50% por Lula y apenas un 36% por Bolsonaro.

El poder de la TV evangélica y el voto oculto

Brasil está muy polarizado y ambos presidenciables proponen planes radicalmente diferentes: Bolsanaro un plan de ultraderecha y Lula políticas tradicionales de izquierda.

Hay dos posibilidades por lo que las encuestas hayan fallado tan dramáticamente en Brasil: la gente tenía miedo de decir por quién votaría, ante una fuerte polarización, pero sobre todo querían esconder su voto, pues más que votar a favor del plan de un candidato, su voto estaba inclinando por el odio al opositor.

A Lula se le odia por los hechos de corrupción en que su administración estuvo involucrada (Odebrecht y Lava jato); y, a Bolsonaro por la gran cantidad de muertes (686 mil) a raíz del Covid y su desprecio por el medio ambiente de la amazonia. Por lo que las encuestas subestimaron ese voto oculto, particularmente el voto a favor de Bolsonaro.

La otra posibilidad, es que la iglesia evangélica en Brasil, que es muy poderosa, haya operado con sus millones de seguidoras, en sigilo, para avanzar la campaña de Bolsonaro.

Y es que los medios vinculados a la iglesia evangélica en Brasil son hoy los mayores protagonistas de la industria mediática de ese país: RecordTV es la segunda televisora más importante -después de TV O ‘Globo- y le pertenece al pastor de la Iglesia Universal del Reino de Dios (conocida en México como “Pare de Sufrir”).

En su horario estelar, RecordTV, emite novelas religiosas e informativos y después de la medianoche predica evangelios. Además, regala a diario más de un millón de ejemplares del periódico Folha Universal, más del triple de lo que vende el prestigioso diario Folha de Sao Paulo. También, los evangélicos tienen cientos de radios comunitarias y varios importantes grupos de cantantes, que incluso salieron a hacer campaña.

La mitad de la población de Brasil es ya evangélica -siendo la otra mitad católica- pero en los últimos 20 años, gracias a su estrategia de medios, sobre todo de TV, lograron que 30% de la población dejase el catolicismo para abrazar la ideología evangélica.

¿Qué se preve en la segunda vuelta?

A finales de mes vendrá la segunda vuelta. Todo es posible, pero parece más fácil que Lula gane un par de puntos, para obtener un 51%; que Bolsonaro saque seis puntos más, para tener mayoría.

Pero los aliados de Bolsonaro han mostrado que saben dar la batalla y el “empate” de ayer les debe de saber a victoria. Mientras que el equipo de Lula, que ya se sentía ganador, debe de estar pasando una crisis, luego de los resultados de la primera vuelta.

La autoridad electoral, cuestionada, la libró

La autoridad electoral brasileña, el Tribunal Superior Electoral, fue muy cuestionado por los partidos. Particularmente por Bolsonaro quien dijo harían fraude a favor de Lula. Luego de los resultados de ayer – en los que contaron más de 119 millones de votos de manera muy eficiente y cuyo portal electrónico no tuvo contratiempos- parece difícil que Bolsonaro critique los resultados, pues lo dejan en la competencia y le dan un mes de lucha para intentar ganar la elección presidencial en una segunda vuelta.

Si ya Brasil estaba polarizado en la TV, en las redes sociales, en la prensa y hasta en la iglesia, un mes más de incertidumbre lo podría volver en el país más polarizado del mundo. Por lo que en las elecciones del 30 de octubre próximo, si bien parecería Lula trae las de ganar, ya todo es posible.

Así que habrá que esperar si el país más populoso de América Latina gira, como lo han hecho México, Colombia, Chile, entre otros países, a la izquierda. Pero queda claro, una vez más, el poder de los medios tradicionales en las elecciones, sobre todo el de la TV.