Ya no hay marcha atrás: las campañas electorales están al tope y en su máximo apogeo. El interés, como todos sabemos, es posicionarse en el ánimo de la población civil. Todo comenzó desde que el presidente adelantó el juego sucesorio presidencial; luego, vino un esquema de mítines denominados de la unidad para presentar -formalmente- a las corcholatas preferidas de Palacio Nacional y, con ello, se desnudó la exclusión que se unió a la guerra sucia en contra de Ricardo Monreal.

Recordemos que, en Toluca, el cónclave sólo fue encabezado por Adán Augusto, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum en aquel momento. De hecho, fue el propio Mario Delgado quien convocó a dos eventos el mismo día. El primero, una reunión cerrada con distintos actores de la clase política; una especie de desfile o pasarela oficial de los aspirantes a la silla presidencial. Después de ello, se cerró la actividad con un mitin en una explanada pública de la ciudad de Toluca.

En ambas, se notó más la ausencia de Ricardo Monreal considerado -por las bases del partido- como un aspirante presidencial con muchas probabilidades de encabezar el proyecto. Sin embargo, una conspiración o una estrategia de segregación impidió su asistencia con un grado mayúsculo de marginación porque -Mario Delgado- no fue capaz o, mejor dicho, no quiso unir a todos, es decir, reunir a los cuatro legítimos suspirantes conocidos y reconocidos por las bases del lopezobradorismo.

Una afrenta de la que no se ha podido sacudir el presidente nacional de Morena. De hecho, hay que decir que, a raíz de eso, se vino una oleada de propaganda descarada, especialmente de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.

Una práctica que, en este momento, está fuera de los tiempos oficiales de campaña; en otras palabras, se ha violado la ley y la constitución a mansalva. Esa ha sido la tónica con espectaculares costosos, pintas y anuncios a lo largo y ancho del territorio nacional, incluso promoción de imagen con revistas que jamás en la vida había oído y observado. La piedra angular de ello es que, ahora, el propio Mario Delgado se quejó y denunció ante el INE a Alejandra del Moral en el Estado de México.

Sin embargo, la ley es la ley y se debe aplicar para todos los funcionarios por igual. Lo mismo que hace Alejandra del Moral lo ha hecho Claudia Sheinbaum en todo el país. Me refiero a los anuncios y espectaculares gigantescos que promocionan su imagen con el pretexto inverosímil de entrevistas o portadas de revistas que son más bien, mecanismos de propaganda que se advirtió y mencionó desde que salieron a la vista de todos.

Podríamos decir que, en este sentido, Mario Delgado no ha sido coherente. Es grave e inconstitucional lo que hace la aspirante del Estado de México, Alejandra del Moral, sin embargo, es igual de delicado al esquema de publicidad descarado de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Si hacemos una reflexión es prácticamente lo mismo. La única diferencia es que, en esa coyuntura, no ha querido aceptar Mario Delgado, incluso ha rechazado abiertamente, que exista una estrategia de anuncios anticipados en Morena.

De ahí que haya una incongruencia entre lo dicho y los hechos. Si bien esa situación pone en desigualdad de condiciones a la candidata de Morena en el Estado de México, Delfina Gómez, también la publicidad de Claudia Sheinbaum ha puesto en desequilibrio a Marcelo, Adán Augusto y Ricardo Monreal. Tal vez sea momento de que Mario Delgado reconozca -públicamente- que no ha existido, hasta este instante, piso parejo.

Mario Delgado tiene que garantizar una balanza equilibrada. De esta manera, podríamos hablar -a futuro- de que la democracia es un mecanismo real en Morena y no una simulación como el método de la encuesta que no ofrece ninguna garantía de la voluntad del pueblo porque son instrumentos altamente manipulables.

Sería bueno que, en vísperas de la elección y con el proceso presidencial que se avecina, Mario Delgado fuese un árbitro neutral en el juego sucesorio. Tiene razón: lo que hace Alejandra del Moral son actos anticipados de campaña en el Estado de México, sin embargo, ese mismo ejercicio inconstitucional lo ha practicado el equipo político de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México o ¿no?