La solemnidad y los elementos simbólicos relacionados al uso de la toga son aspectos heredados de las monarquías eclesiásticas que fervientemente han creído en que hay distinciones entre ciudadanos y otro tipo de habitantes dentro de una urbe, por lo que desde las prendas hasta los nombramientos es necesario distinguirles. La toga es un símbolo de superioridad qué en la antigua república de Roma era la vestimenta que simbólicamente distinguía a los esclavos y menores de edad de los ciudadanos romanos.
La distinción entre Roma y las monarquías es que en aquella época, la toga era un prenda común usada por cualquier mujer u hombre, aunque usualmente se trataba de hombres, que no fueran esclavos, que no tuvieran deudas, que fueran pertenecientes a Roma por oposición a extranjeros y principalmente, que alcanzará la mayoría de edad y la ciudadanía plena. Prácticamente una gran cantidad de personas.
El término de “toga” viene del latín “tegere”, que significa "cubrir" o “proteger”. Era una distinción con el contenido de estatus en un tiempo en que, por la expansión del Imperio Romano, la ciudad estaba llena de extranjeros y esclavos no considerados como iguales.
El hecho es que las mujeres no participaban en política pero los hombres jóvenes al ser mayores de edad, podían utilizar la “toga virilis” como símbolo de ingreso a la vida pública y política de la polis.
A diferencia de Roma antigua, en España, el reinado de Felipe II dejó como legado un estricto sistema sobre la vestimenta de los funcionarios de la Corona. Aunque la tradición ya era el uso de ropas extravagantes, a partir de éstas ordenanzas se impuso el uso obligatorio de la toga en eventos oficiales y actos judiciales.
Se reservó con este acto el uso de la toga a los juristas más respetables a juicio de otros juristas. La toga quedó en el sistema en México como una herencia de la conquista y con la inquisición, nuestro territorio adoptó está tradición.
Como referencia, fue en 1814 cuando el Tribunal Supremo de España legisló su uso, haciéndola oficial en color negro como símbolo de respeto y solemnidad a la Administración de Justicia.
Hay una referencia visual entre las prendas de los sacerdotes y las de los magistrados, cónsules u otros funcionarios, por ejemplo, que comenzaron a utilizar togas con adornos y bordados en dorado para distinguir su rango, o por ejemplo, una prenda llamada “toga praetexta” de la antigua Roma, decorada con una franja púrpura. O por ejemplo, los generales militares al triunfar en las batallas podían usar la “toga palmata” bordada con palmas de oro al ser reconocidos por logros. En tanto que los emperadores, por su parte, lucían la “toga purpurea”, una prenda morada también llamada toga picta, con bordados de oro como símbolo de su poder y autoridad, pues el pigmento púrpura era caro y duradero, también utilizado por sacerdotes en temporada de cuaresma hasta nuestros tiempos.
Con la expansión del Imperio Romano llegaron a España estas costumbres y tradiciones, incluida la toga y junto con la conquista a nuestro territorio así como con los esfuerzos posteriores de nuestro México en etapas tempranas, cuando el Código Napoleón inspira la creación de nuestro Código Civil, prácticas como la solemnidad y la toga se arraigaron profundamente.
Eso no implica que sea una máxima obligatoria e inamovible, tampoco implica que sea una tradición propia o que no pueda reformularse en una nueva Corte pues no porque algo fue siempre de una manera, debería continuar así.
Nuestro país ya tiene conciencia propia y una capacidad política para autodeterminar lo simbólico, resistirse a este cambio es superficial. Negar la importancia de lo simbólico es absurdo y explica que, al desconocer el poder se lo simbólico, quienes se oponen a este tipo de cambios sigan sin comprender el cambio que vivimos.
Descolonizar la justicia podría comenzar desde lo más básico: despojar nuestro sistema del uso de toga y repensar cuales son nuestros simbolismo vigentes populares pasando por reconocer que al día de hoy, no hay ciudadanos de primera y de segunda. Que apuntar a la formalidad como la entienden los romanos, la Corte y los españoles solo implica que en lo profundo del ideario colectivo, eso sigue sembrado aunque no nos pertenezca y aquellas distinciones son colonialistas y elitistas.
Lo principal: la justicia no depende de la imagen sino del contenido.
Aún los juzgadores más elegantes han sido excluyentes o con cuello blanco pudieron ser corruptos, o con los zapatos lustrados pudieron ser injustos. Lo importante no es eso.