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La Salud del presidente de la República es fuera de toda duda un asunto estratégico y determinante de la vida pública en nuestro país, esté usted interesado o no en el acontecer político, el hecho de tener a un mandatario sano o convaleciente de alguna enfermedad, siempre será un factor que abone a su estabilidad.

En el caso del presidente Andrés Manuel López Obrador su salud es un tema de interés nacional, y es que como dirigente del país, pero más aún como encarnación del proyecto de gobierno y cambio denominado “Cuarta Transformación”, el mandatario ha hecho mucho más que convertirse en un factor determinante.

Si bien es verdad aquello de que nadie es indispensable y que las circunstancias y eventualidades de la vida podrían llevar a un escenario en el que el jefe de la 4T pudiera perder la vida antes de terminar su gobierno, la verdad es que ese es un tema difícil, ya que de darse un desenlace fatal antes de que López Obrador concluyera su encargo, México caería en el caos, tanto en lo político como en lo económico.

Por ese motivo se agradece por una parte la claridad con que se expresa el presidente respecto a su estado general de salud, un hombre adulto mayor, de 68 años, con antecedente de un infarto, que padece de hipertensión arterial y que está sujeto a un enorme stress en su vida cotidiana, que enfrenta la toma de decisiones fundamentales para la vida nacional un día sí y el otro también y que encima debe lidiar con una oposición, simplista y simplona, que lamentablemente todo lo lleva al nivel de la descalificación y de la burla.

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También es de agradecer que López Obrador disponga de un testamento político, que se sepa desde el primer momento qué es lo que se debe hacer, quiénes son favorecidos con su confianza y cómo es que debe darse el proceso sucesorio en su ausencia es un factor elemental, en particular si el personaje a suceder ha encabezado un proceso de cambio y transformación del país que naturalmente no estaría concluido al darse esta circunstancia.

López Obrador sabe muy bien lo que ha ocurrido en otros países al darse desenlaces trágicos como el que él mismo busca anticipar. En la Unión Soviética, por ejemplo, José Stalin nunca previó su muerte prematura y el proceso sucesorio planteó un escenario de caos y que se truncara en 1953 el plan que el ex líder soviético tenía para su país.

Algo similar sucedió a la muerte de Lenin 29 años antes, y en este caso fue el caos y el oportunismo propiciado por el propio Stalin, lo que terminó por pervertir esa visión que se acuñó de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; se trataba de un gran país adoptando una visión de cambio a favor de su población, y el proyecto político en las manos equivocadas terminó pervirtiéndose y transformándose en un régimen opresor y autoritario, que acabó por sucumbir y fracasar ante los vientos de cambio de los años 90 del siglo pasado.

Un ejemplo bastante más cercano a López Obrador es el de Franklin Delano Roosevelt, el 32 presidente de los Estados Unidos, quien fue considerado como el segundo padre de esa nación, y que con su visión social y transformadora sacó a su país de la crisis y la decadencia y logró convertirlo en una potencia mundial, capaz de salir triunfante y como potencia global, de la Segunda Guerra Mundial.

Roosevelt lamentablemente falleció antes de que terminara la guerra, un 12 de abril de 1945, y dejó a su país en manos de un vicepresidente como Harry Truman, que no estaba preparado para asumir el mando, y que tomó decisiones tan graves como el lanzar los ataques nucleares contra Japón para poner fin a la guerra.

La visión de Andrés Manuel López Obrador ante su eventual ausencia es de orden y continuidad, él mismo ha manifestado que no cree en la reelección, mucho menos en el “necesariato”, nos ha dicho una y otra vez que su visión al concluir su gobierno en septiembre del 2024 es retirarse a su finca en Palenque, no participar en política, no opinar, sin embargo queda claro que una vez que concluya la obra de su gobierno y que acabe por consolidar el proyecto transformador que viene construyendo, el presidente sí que estará apostando por la continuidad.

Eso por eso que en su testamento debe estar claro quién debe sucederlo y bajo qué circunstancias se debe dar esa sucesión, lo que al final de día también nos pone claro que el presidente ha procesado en un grado mucho mayor todo lo que tendría que pasar de cara a las próximas elecciones presidenciales, un proceso qué pasa por supuesto por su muy segura ratificación del 10 de abril próximo y por el crecimiento exponencial de su causa política en las elecciones que se desarrollarán en 6 estados en junio próximo.

Y ese entorno resulta esencial revisar el momento político actual, por una parte Claudia Sheinbaum sigue sólida como la favorita en la línea de sucesión, seguida por el canciller Marcelo Ebrard, veo como los siguientes en esa fila Adán Augusto López Hernández y a la eficaz secretaria de Energía, Rocio Nahle, y más atrás a liderazgos de la confianza del presidente como es el caso del gobernador de Sonora, Alfonso Durazo. No mucho más.

De hecho como se sabe esta semana Ricardo Monreal, uno de los apuntados, deberá enfrentar una autentica rebelión en el Senado y su eventual desconocimiento como coordinador de los senadores de Morena, lo que además posiblemente lo dejaría fuera de la presidencia de la Junta de Coordinación Política, lo que esencialmente habla de la circunstancias que se viven en el partido Morena, mismo que construyó López Obrador, pero que no necesariamente refleja hoy el ideal de lo que tiene como visión el jefe de la 4T.

López Obrador está claro de su obra y visión política y lo reitera, primero los pobres y segundo cambiar la percepción que se tiene de México en el mundo como el país de la corrupción, su proyecto es hacer de nuestro país una potencia emergente, que sea respetada en todo el mundo y que los mexicanos podamos vivir con dignidad, y para eso es indispensable que su proyecto siga adelante, con AMLO o sin él.

Demian Duarte en Twitter: @Demiandu

Correo electrónico: demiandu1@me.con