La afirmación de que la pobreza material es una condición “sine qua non” al fenómeno del crimen se echa por tierra con el caso del estado mexicano de Chiapas, con especial énfasis en el periodo del gobierno encabezado por Manuel Velasco Coello (2012- 2018), entidad que históricamente figura entre las tres más pobres, en cuestiones materiales del país, debido situaciones ancestrales de diversa índole, entre ellas, y una de las más importantes, su orografía.

Y es que el mismo que fue catalogado por varias varias ONGs, entre ellas la tan sonada organización “semáforo delictivo” como el más seguro del país en más de alguno de los años del periodo de marras, al tiempo que la gran mayoría del resto del país, sufría una crisis en la materia que no lo ponía tan lejos de una guerra civil, así, con todas sus letras.

Chiapas, con un gobernador que consideraba acaso como el tema fundamental para su estado, la seguridad pública y que registraba indices en delitos de alto impacto que otros estados ni siquiera soñaban. Esto es homicidios, ejecuciones, secuestro, extorsión y robo de autos, dedicaba horas extra de actividad febril para conseguirlo, reuniones de planeación y evaluación, giras, puentes tendidos con todo tipo de organizaciones y entes sociales y políticos. En cuanto a homicidios, se registró una media de 2.6 por cada cien mil habitantes, muy por debajo de la media nacional de entonces (5.3), justo el reverso de la moneda de entidades como Colima, donde el promedio llegaba a 21 por cada cien mil. En cuanto a la extorsión y el secuestro el estado de Chiapas tenía 0.7 y 0.1 respectivamente.

En un estado pues, con carencias económicas ancestrales, y cuando define a la economía, en  su concepción clásica, como la ciencia que estudia el cómo se pueden asignar los recursos escasos del modo mas eficiente posible dado las necesidades y deseos ilimitados de las personas, se supondría que la delincuencia fuera uno de sus principales males, pero las cifras de aquel sexenio chiapaneco nos demuestran lo opuesto, y esto puede ser por las causas que originan las conductas criminales, que van desde sociales, culturales, económicas como ya se mencionó e incluso se ha llegado a afirmar, genéticas.

Mas, sin duda, hay una razón que es la que pesa mas, y son los arreglos institucionales, las politicas publicas bien diseñadas e implementadas, que van desde corporaciones policiacas bien preparadas y coordinadas, estrategias de vigilancia, rotación,  certificación, disuasión y una corresponsabilidad con la sociedad misma, hasta las de las sociales, con servicios públicos elementales eficientes que doten al individuo de dignidad en su persona y vida diaria, poniendo especial cuidado en el entorno social y familiar en donde se desarrollan los niños, presente y futuro de cualquier sociedad; el famoso “tejido social” pues, cómo prioridad entre las cuestiones de Estado.

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El crimen puede definirse como la violación sistemática de las instituciones encargadas de fijar los costos de las potenciales acciones de los delincuentes, es decir, las leyes y su oportuna aplicación marcan el precio a pagar para los potenciales perpretadores de conductas criminales. Es la principal razón de ser del Estado, segun Thomas Hobbes, filosofo ingles del Siglo 17, quien, entre otras muchas cosas afirmaba en su extensa obra, que el hombre sin este “contrato social” y su andamiaje institucional es proclive a vivir en su “estado natural”, en un conflicto permanente y sumido en el caos.

Casos en Mexico hay otros, Andres Manuel Lopez Obrador y Marcelo Ebrard supieron, en su momento cómo mantener en una relativa (debido a sus dimensiones) paz y orden a la ciudad capital durante sus respectivos sexenios, después de un periodo de altísimas tasas de criminalidad, al tiempo que en casi la totalidad de resto del país se sumia en el horror y la anarquía.

De casos como ese y el de Chiapas, de Manuel Velasco, debe el país tomar mucho más como ejemplo y replicar sus estrategias y tácticas públicas en los demás estados y a nivel federal, porque son el vivo ejemplo de que la sana convivencia entre mexicanos es, sin duda, algo muy factible, cuando se poseén la mística, la voluntad política y la capacidad de gobernar.

Hoy, el primer gobierno de la cuarta transformación, tiene a Velasco como al más joven de sus aspirantes a la presidencia, quien nacido ya en la década de los años 80, no debe ser sino que aprovechado en cuanto a su mezcla de capacidad y trayectoria de resultados.