Este viernes, 1 de marzo de 2024, iniciarán legal y formalmente las campañas políticas en México, después de las cuales se elegirán a la presidenta o presidente de la república, 128 espacios en el Senado de la República, 500 cargos de diputadas y diputados federales, nueve gubernaturas: Chiapas, Ciudad de México, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán; y se disputarán cientos de curules en congresos estatales o locales y cientos de presidencias municipales. (ver: https://www.ine.mx/voto-y-elecciones/elecciones-2024/ ). Esto sucederá el primer domingo de junio.

Según el Boletín 175 de la SEP, del 28 de agosto de 2023, prácticamente iniciaron el actual ciclo escolar “24 millones 93 mil 801 alumnos, con un millón 223 mil 387 docentes en 229 mil 379 escuelas de educación básica; cinco millones 540 mil 108 alumnos, 433 mil 494 maestros y 21 mil 931 planteles, a educación media superior; y cinco millones 307 mil 471 estudiantes, 503 mil 559 profesores y ocho mil 952 planteles, a educación superior”. (Boletín 175 de la SEP)

Enfoquémonos por un momento sólo en las cifras de docentes en México (2023-2024): un millón 223 mil 387 docentes de educación básica, más 433 mil 494 de media superior y más 503 mil 559 de superior, dan un total de 2 millones 170 mil 440 profesoras y profesores tanto de la escuela pública como privada.

Ahora, pensemos o preguntémonos por un momento ¿cuántas familias están representadas o involucradas con el gremio docente y cuántos de sus miembros están en edad de votar?

En ese contexto, una pregunta de actualidad, que además nos plantea un problema a indagar, es: ¿cuál será la tendencia general del voto de las profesoras y profesores de la escuela pública (educación preescolar, primaria, secundaria, media superior y superior) en las elecciones constitucionales de junio próximo? ¿Podría conocerse esa tendencia a través de las encuestas de salida?

La eventual marea magisterial es la que estará ante las urnas en junio próximo. Pero ésta no será de un solo color, ni de una sola ideología política, aunque sí será un sector importante a considerar tanto en la campaña como durante la jornada electoral, ya que podría ser determinante con su voto y su participación, directa e indirecta, en los distintos niveles de organización de las elecciones, y por ello, podría ser clave (de manera legal y transparente) en la definición de los resultados en los comicios que están al cuarto para las doce: federales, estatales o municipales.

Una característica del gremio magisterial, en México y en el mundo, es que es un sector social que tradicionalmente participa de manera sobresaliente en eventos político electorales. Y no podía ser de otra forma, puesto que este gremio -el magisterial-, y en especial el que trabaja para la escuela pública, es uno de los colectivos profesiones con mayor presencia social, es decir, es un gremio que tiene un fuerte vínculo con todas las comunidades del país o de la sociedad en general, mucho más que lo que alcanzan a registrar otras profesiones, personal técnico o de oficios.

Históricamente hay, en el profesorado del sector público, una mística de servicio, de empatía con la labor comunitaria cotidiana y de alto compromiso con sus estudiantes niñas, niños y jóvenes (NNJ) y sus familias. Dicho esto, en términos generales y con sus no honorables excepciones.

Pero ¿la marea magisterial es proclive a la transformación o prefiere la conservación del estado de cosas? Es difícil responder a esa pregunta, sin embargo los profesionales de la educación en nuestra constitución son catalogados como “agentes de cambio o de transformación social”. Lo que quiero decir con esto es que, según el marco jurídico, el docente es hoy un “agente de cambio social”. ¿Lo será en las urnas o en coyunturas de elección de gobernantes? ¿Cómo ejercen sus derechos políticos las profesoras y los profesores en términos de las tendencias generales?

En principio, el sector magisterial se auto identifica o se autodefine como “profesional” de la educación. Término que se ha discutido en diferentes foros, por cierto. Aunque para fines de lucha y defensa de los derechos laborales (lo cual es correcto y justo), las y los docentes se consideran -con orgullo- trabajadores de la educación, no “agentes de cambio”.

Claro que no se trata de romantizar aquí al trabajo docente, pero hay que reconocer que amplios sectores del magisterio están convencidos o están de acuerdo con la idea de transformar al país “desde abajo”, desde las escuelas. Por otro lado, hay también en escena, sin embargo, grupos numerosos de docentes y directivos escolares que se oponen al cambio social y quienes simpatizan con la idea de que la transformación social solamente puede darse “desde arriba”, desde las cúpulas, desde las élites. Por fortuna, en el gremio magisterial hay pluralidad de ideas y diversidad en las posiciones ideológicas.

Es interesante reflexionar sobre este último punto, porque existen, en teoría, quienes tienden a pensar que las políticas públicas sólo tienen éxito cuando se diseñan y operan “desde arriba”, pero hay modelos de planificación participativa, contrarios al esquema antes mencionado, donde se propone que las políticas públicas educativas no pueden diseñarse, operar ni avanzar si no tienen consenso social con los actores protagónicos de y en las escuelas, es decir, con las y los docentes y directivos escolares en éstas que son células vivas del sistema educativo, junto con las familias y los estudiantes. Las políticas públicas, con esquemas de gobernanza y de democratización de la vida pública, significan procesos que generan un ir y venir de abajo hacia arriba y viceversa.

Si hay o habrá una transformación social y una revolución de las conciencias en la nación, o no, ahora y durante los próximos años, -lo que significa también que se impulsaría el pensamiento crítico y la autonomía de gestión en las escuelas-, esto sólo se dará “desde abajo”, pero con resonancias “hacia arriba”, porque los cambios habrán de asegurarse o legitimarse en el texto constitucional y en las leyes reglamentarias correspondientes, y no al revés, que es lo que se ha hecho lamentablemente durante los últimos sexenios en México: primero se cambian las leyes y luego se consulta a la sociedad.

A través de la escuela pública, la presencia y actuación de las y los profesores se da de manera intensa en las colonias, los barrios, las comunidades y rancherías, es decir, en todo el territorio de la nación, donde se puede constatar su importante participación cotidiana en las aulas, en los patios y talleres; en laboratorios y cubículos; en auditorios y bibliotecas. Ahí se registra la fuerza de su presencia social. Y son trabajadores profesionales de la educación, y personal no profesional de apoyo que, por lo regular, provienen de esas mismas comunidades.

En suma, la figura del maestro y la maestra es reconocida en todos los rincones de la patria y por todos los sectores de la sociedad civil y por los gobernantes en turno de todos los niveles. Por ello, su conocimiento, experiencia, actitudes y valores son observados por todos como ejemplo a seguir y, en especial, por las y los estudiantes y sus familias.

¿De qué manera contribuye hoy el magisterio a la democratización de la sociedad mexicana? Una manera de contribuir a ello es a través del voto, ciertamente, por el hecho de ejercer libremente sus derechos políticos. Si duda. Pero también hay otras formas de contribuir, por ejemplo, a través de su formación continua profesional, con hábitos de lectura, con su participación en los cuerpos colegiados, con actitudes y voluntades democratizadoras dentro y fuera de los contextos sindicales, en la elección de dirigentes del gremio; con participación a favor de los intereses de la comunidad y, en fin, mediante actitudes críticas frente a la formación cívica y ética; o frente a las artes y conocimientos científicos, tecnológicos o las diversas innovaciones de nuestro tiempo.

La marea magisterial no es única, no se mueve por consigna, ni es dogmática, por lo que se espera que el papel de los sindicatos y sus dirigencias sea de respeto a las decisiones políticas de sus agremiados.

Ojalá que en la primavera que viene se promueva el voto ciudadano, libre y consciente, pero sobre todo que este año, como en 2018, el voto de esta singular marea no sea corporativo ni clientelar, sino a favor de las libertades democráticas y la defensa de los derechos, “desde abajo”.