El 20 de julio de este año se celebró el Consejo Nacional Extraordinario del partido político Morena quien deliberó en sesión extraordinaria con una orden del día muy relevante, pero hoy nos centraremos en la integración de una Comisión Evaluadora de Incorporaciones de nuevos afiliados como órgano colegiado permanente que evalúe los antecedentes de figuras públicas pertenecientes a otras fuerzas políticas que quieran integrarse a Morena. La discusión fue muy álgida. Un tema que debía abordarse desde tiempo atrás porque hay errores severos evidentes, más allá de los exabruptos que magnifican en los medios la derecha.

Somos de quienes hemos señalado lo que desde nuestra evaluación son una serie de fallas muy importantes en el proceso de transformaciones nacionales conducidas por la 4T-4R, en el gobierno nacional, en las cámaras legislativas y el partido con el afán de llevar una voz y pluma disidente al respecto, pero dentro del propio proceso transformador. Algunas de las fallas más relevantes las he localizado en la estructura, operación, dirección y lineamientos programáticos de Morena.

Cuando el eje de la actividad del partido fue desde hace varios meses la afiliación de 10 millones de militantes en todo México bajo las banderas del pluralismo, la inclusión, la honestidad y el compromiso con el movimiento de cambio y con México, nos pareció importante, pero sin metas y propósitos cualitativos, hablaríamos de un posicionamiento cuantitativo sin objetivos de calidad relevantes que mucha falta hacen. Hoy se planteó una Asamblea Nacional y allí se expresó mayoritariamente un planteo en favor de un “proceso de depuración” ante las incorporaciones irreflexivas de viejos militantes de los partidos de la derecha corrupta y antidemocrática, desde el poder ejecutivo, en las cámaras, en los Estados y demás.

Se justifica con objetivos tácticos muy específicos o con el erróneo axioma de que hay muchos en esos partidos que “merecen una segunda oportunidad”, aunque muchísimos más no han recibido ni la primera y han contribuido con lealtad y apoyo activo de muchos años a este movimiento. Injusto olvido.

Se ha reiterado de muchas maneras y en los más distintos espacios de la lucha política que en ella “nada es casualidad, sino causalidad”. Efectivamente. Desde la campaña presidencial del presidente AMLO se planteó la estrategia de la inclusión y el pluralismo, se requería ganar con votos y parecía habría una contienda muy apretada, competitiva. No fue así pero subsistieron los compromisos de cargos públicos o de representación política, con resultados nefastos, tal vez haya dos grandes íconos de ello al nivel federal: los senadores del PAN que se colaron a tales cargos por Morena, y la enorme traición sufrida al presidente AMLO con los funcionarios públicos en Segalmex, que manchó el primer gobierno de la 4T-4R. Garrafales errores que se pagaron con un alto costo.

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Esas experiencias de arribistas venidos a progresistas, se ha vuelto cada vez más amplia, no tengo un dato estadístico, pero son muchos los casos en diferentes estados de la república y al nivel federal. Hoy el caso del secretario de seguridad pública de Tabasco y el lío legal en que metió a un destacado militante de Morena, como lo es el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Mtro. Adán Augusto López, es consecuencia de esa ligereza imperdonable con la que se ha actuado en ese y decenas de casos más. Fatal política que revive muertos y rehabilita condenados, o exonera sin juicio formal a muchos señalados de otros partidos, o a quienes antes pasaron sin pena ni gloria.

Ya bastantes problemas se tienen en ciertas coyunturas o temas álgidos (el del nepotismo planteado por la presidenta Sheinbaum y que se echó atrás por la oposición de los aliados), el manejo de las alianzas con el Partido Verde y el Partido del Trabajo, como para seguir complicándose la vida con los conversos de última hora al progresismo político y a los “criterios de oportunidad” políticos.

La derecha negocia hoy, pacta o acuerda y converge con los líderes de la 4T-4R pero jamás renunciará definitivamente a recuperar el poder, con los mismos o con otros líderes, seudo líderes o dirigentes políticos, reciclados o de nueva incorporación, y la penetración de “indeseables” o “ampliamente cuestionables” militantes de los partidos derrotados es una táctica y una estrategia que puede en el mediano plazo, para las próximas elecciones presidenciales, tener un núcleo muy activo, con espacios que apueste por una ruptura interna que dañe o complique las expectativas o certezas de triunfo.

Atacar desde dentro, o ganar una cuota de influencia al interior de Morena, en las cámaras legislativas y en cargos públicos de mediano peso gravitacional, es una estrategia validada históricamente, el propio Antonio Gramsci la teorizó para el caso de los partidos del comunismo occidental que tenían un amplio electorado que los colocaba en diversos espacios de poder, digamos, intermedios, la llamó “guerra de posiciones”, en términos militares “guerra de trincheras”, que es una modalidad de guerra política o armada en la cual puedes proteger lo ganado y expandirlo atacando en el momento oportuno, lo cual tiene como corolario en el momento oportuno una “guerra de maniobra”, una ofensiva directa.

Este movimiento de infiltración permite ampliar el conocimiento del adversario, sus debilidades, conflictos precisos, vulnerabilidades concretas y estimar su magnitud, para atacar en el momento exacto. Es una forma de debilitar pacíficamente al adversario, mediante movimientos tácticos específicos. Nada de lo antes dicho aplica, si alguien inocentemente considera que la lucha por el poder no es una guerra política que puede cruzar por episodios, incluso, violentos.

Este tipo de guerra hecha desde dentro cuando es muy difícil actuar desde afuera el genio militar del Arte de la Guerra Tsun Tzu lo relata también como una modalidad de debilitamiento de la organización enemiga que es una forma de asedio silencioso, estorbando, desvirtuando, dificultando, sembrando dudas, provocando conflictos. De allí se deriva su máxima de vencer sin luchar violentamente. Para ello “hay que acudir a tretas que desajustan la mente del adversario, que los descolocan o desestabilizan”, y claro, usando el engaño: aparentar que eres afín completamente al adversario para que deje de verte como tal, se confíe, que sienta que su lucha es tu lucha, que están en el mismo bando, que puede confiar plenamente en ti.

Los que fueron aliados del PAN y que aparentemente habían roto definitivamente con él, se unieron a Morena, salieron casi inmediatamente después de lograr sus cargos por tres o seis años, y ahora son acérrimos enemigos, y los mayormente detractores de la 4T-4R, calumniadores. Y los ex priistas corruptos de “la segunda oportunidad” la volvieron a hacer, se robaron los recursos públicos por cientos de millones. Si no se entiende esta brutal experiencia de una política ligera y poco reflexiva, se hará un alarde de miopía política y de torpeza, comprometiendo el trabajo limpio y leal de otros, sería una gravísima responsabilidad.

Este razonamiento de una posible conspiración para socavar Morena desde dentro ya empezó con las afiliaciones mismas, que han provocado fuertes polémicas y descontento en una parte de la militancia, aceptadas por dirigentes que no están conscientes de esta posibilidad. Dicen “ellos se están sumando a Morena, a nuestro programa y principios”. Tal vez en casos de exmilitantes de otros partidos que no están comprometidos con hechos y actos reprobables o inaceptables, pero hay algunos que si debe investigarse a fondo sus participaciones anteriores.

Porque estos exmilitantes panistas o priistas son muy experimentados, capaces de organizar, planificar y ejecutar planes, y considero, van más allá de intereses materiales de corto plazo que también tienen, pero creer que allí se agotan sus inquietudes y agenda me parece un grave error.

Creo que la instancia del Consejo Consultivo de Morena, de intelectuales y cuadros probados, debe de aportar mayores luces al respecto, estamos hablando del partido en el poder, de un proceso de transformación nacional y en el contexto de una lucha política muy intensa y variada, con enemigos muy poderosos, dentro y fuera de México. Se juega mucho.