Hayek y las decisiones confusas del Estado

Para Keynes la persecución racional de los hombres a una mayor utilidad no lleva a un equilibrio natural de la economía. La ruptura con las escuelas anteriores era profunda: el mundo no podía vivir con la idea de que el mercado, dejándolo actuar, por sí mismo, tenía la capacidad de corregirse.

El debate económico de Keynes con Friedrich Hayek fue el más significativo del siglo XX y prevalece como tal porque pone en disyuntiva la opción entre mercado y Estado, sin que exista acuerdo alguno. Lejos se está, hasta ahora, de encontrar una síntesis generalizada que concilie las posiciones entre ambas vertientes.

Hayek, en 1928, dictó tres conferencias en la London School of Economics, siendo un distinguido pensador de la escuela liberal austriaca, sustentada en la capacidad racional del individuo. Concibe, a diferencia de Keynes, que los males de la sociedad se deben a la injerencia del Estado; el peor de éstos es el monopolio que tiene sobre la emisión del dinero y la manipulación de la tasa de interés. Hayek sustenta su apreciación en cuatro consideraciones básicas:

  1. La manipulación de la moneda, ya sea por la vía monetaria o fiscal, genera distorsiones que alteran los precios relativos, haciendo confusas las decisiones de inversión y alterando con ellos los procesos productivos y de circulación.
  2. Siendo el dinero un simple numerario que debe facilitar las transacciones entre los individuos, cuando el gobierno emite una masa monetaria superior a la que requiere el intercambio mercantil, el dinero deja de ser neutral, distorsionando las referencias sobre la tasa de interés y los precios relativos.
  3. Estas dos premisas llevan a una regla monetaria: “la circulación total del dinero, es decir, el gasto nominal debe mantenerse a un nivel constante a efecto de estabilizar la economía y evitar los ciclos económicos”.
  4. El equilibrio es una tendencia natural de la economía. Equilibrio significa estar en ausencia de crisis; es decir, las crisis surgen cuando los precios y cantidades producidas se apartan del equilibrio en forma persistente.

¿Cómo interpretó Hayek la crisis del 1929? Para él existen dos momentos. En la década de los veinte los gobiernos trataron de incentivar su economía vía emisión monetaria, lo que llevó a que la gente tuviera dinero por encima de las transacciones comerciales genuinas; existiendo con ello excedentes de circulante tanto para el consumo como para el ahorro. Se produjo así un fenómeno dual: más consumo significó elevar precios y más ahorro implicó una disminución de la tasa de interés. En consecuencia, se generaron señales optimistas para los empresarios: precios altos significaba escasez de bienes, en tanto que más ahorro implicaba mayor capacidad de consumo a futuro; lo que les hizo concebir que existían condiciones óptimas para la inversión.

Vale la pena hacer un paréntesis, para Hayek el valor de los bienes de consumo es igual al valor de los medios originales de producción (trabajo y tierra). De modo que, existiendo previamente inflación, los medios de producción ya se encontraban encarecidos, por lo que las nuevas inversiones aceleraron la espiral inflacionaria, debido a que aumentó la presión sobre los precios de los medios originales de producción.

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Pese a la espiral inflacionaria, el Estado debió de abstenerse a intervenir, porque distorsionó aún más los precios relativos y el valor de los bienes de consumo y de los medios naturales de producción. ¡He ahí el quid del asunto! Cuando a principios de 1929, la Reserva Federal tomó la decisión de aumentar la tasa de interés, de llevar a cabo una política restrictiva para contener el proceso inflacionario, no reconoció que se habían asumido compromisos con anterioridad sobre una base distinta. Esta nueva situación propició efectos indeseables: las deudas contraídas previamente a tasas bajas aumentaron; el consumo decreció ante una oferta ya dada; los que deseaban invertir al tener otras señales (negativas) no lo hicieron; las perspectivas de negocio se atrofiaron, saliéndose del ámbito de la economía real y la especulación se tornó incierta. La tormenta perfecta para un largo periodo depresivo estaba dada.

Hayek da aliento a las concepciones de libre mercado, a partir de la idea de que los hombres deben consumir, ahorrar e invertir sin interferencia alguna. Ni políticas expansivas ni restrictivas por parte del Estado, el mercado tiende al equilibrio: la racionalidad de cada individuo no debe ser perturbada.

¿Será cierto que el proceso económico dependa de la información que tengan los individuos sobre los precios relativos?

Friedman y la visión monetarista

Una tercera visión de la crisis de 1929 es la que ofrece Friedman: la monetaria. Para entenderla vale la pena hacer una breve descripción. La Reserva Federal tomó la decisión de adoptar una política restrictiva, instrumentando dos medidas: uno, incrementó la tasa de interés, lo que aumentó las deudas, provocando en un sinnúmero de casos la insolvencia de las personas; y dos, contrajo el crédito con el que proveía a la economía.

Desde luego, “el mismo crac bursátil había generado un menor deseo de gasto de los consumidores y las empresas”, por lo que esta astringencia financiera de la Reserva Federal “propició que entre agosto de 1929 y marzo de 1933 se registrará una reducción del 30 por ciento en la cantidad de dinero en circulación”. (Abraham Aparicio Cabrera, “La política monetaria en la crisis de 1929-1933: la tesis Friedman-Jacobson”. Facultad de Economía UNAM).

La gran depresión pareciera ser una secuela de malas decisiones de la Reserva Federal ante la precariedad de la demanda y por operar en sentido contrario a lo que debió haber hecho: expandir lo suficiente la oferta de dinero. En palabras de Friedman: “La mayor parte de la contracción monetaria de 1929 a 1933 … (fue consecuencia) del fracaso de la Reserva Federal para compensar el ratio (depósitos/circulante) con un aumento suficiente de la base monetaria”. (Milton Friedman and Rose Friedman, “Free to Choose”, 1979).

Mucho hay que discutir sobre la postura monetarista, pero para ser breve sólo quiero plantear tres interrogantes. Primera: ¿será cierto que una disminución del circulante llevó a una contracción tan severa, como la de la Gran Depresión, es decir, que todo sea atribuible a la decisión de retirar circulante en vez de aumentarlo? Segunda: ¿qué caso hubiera tenido mantener una oferta monetaria excesiva, cuando cae en forma tan pronunciada la producción?: de 1929 a 1933, el PIB norteamericano disminuyó en más de 17 por ciento promedio anual? Tercera: ¿cuál es la relación causa efecto, si la percepción indica que la contracción monetaria más que causa fue consecuencia de la recesión?

Parece que en la resolución de las crisis todos los caminos conducen a Keynes, no obstante, con respecto a la crisis actual se debe tratar de pensar más profundamente.