Ayer leí la columna de Thomas L. Friedman en The New York Times . Dice que aún podría demostrarse que el presidente de Estados Unidos Joe Biden, tiene la razón en el caso de Afganistán. He leído todo tipo de análisis en los últimos días. Pero, en lugar de adentrarme en el fracaso estratégico que todos atribuyen al gobierno estadounidense, voy a hacer algo arriesgado en esta columna. Aunque usted no lo crea, encontré paralelismos interesantes entre el caso afgano y el mexicano. Mi objetivo es ponerlo a pensar. Me explico.

Friedman narra cómo los estadounidenses creían que estaban en Afganistán para entrenar al ejército local a luchar por su propio gobierno. Era un objetivo absurdo. Creer que los afganos no sabían cómo luchar, y que sólo un curso más de contrainsurgencia funcionaría, era una pésima idea. Dice Friedman con ironía: “Pensar que se necesita enseñar a los afganos a luchar es como pensar que se necesita enseñar a pescar a los isleños del Pacífico”.

La verdad es que los afganos llevan años de lucha entre ellos, con la intervención de los británicos, los soviéticos y los estadounidenses. Lo malo es que las causas por las que tenían que luchar eran las de los gobiernos corruptos pro-estadounidenses y pro-occidentales que Estados Unidos ayudó a defender en Kabul.

El contraste es muy claro con las fuerzas talibanes, que son más pequeñas, que ninguna superpotencia estaba entrenando, pero que tenían la voluntad más fuerte, así como la ventaja de ser vistas como luchadoras por los principios del nacionalismo afgano: la independencia del extranjero y la preservación del Islam fundamentalista como base de la religión, la cultura, el derecho y la política.

Friedman da en el blanco: “en países frecuentemente ocupados, como Afganistán, muchas personas preferirán a su propia gente como gobernantes (por más malos que sean) a los extranjeros (por muy bien intencionados que pudieran ser)”.

La lección es que las cosas buenas tiene que provenir del interior de un país.

La pregunta central de la columna de Friedman es: ¿fue la misión de Estados Unidos un fracaso total? Y el columnista responde con inteligencia:

“Aquí invocaría una de mis reglas de hierro sobre la cobertura de Oriente Medio: cuando suceden grandes eventos, siempre distinga entre la mañana siguiente y la mañana siguiente a la mañana siguiente. Todo lo que es realmente importante sucede la mañana siguiente a la mañana siguiente, cuando todo el peso de la historia y los despiadados equilibrios de poder se imponen”.

Friedman analiza el caso de los talibanes

Tienen una gran celebración. Dicen que derrotaron a una superpotencia. Pero, ¿los talibanes simplemente reanudarán su gobierno donde lo dejaron hace 20 años: albergando a Al Qaeda, imponiendo celosamente su Islam puritano, subyugando y abusando de mujeres y niñas? ¿Se dedicarán los talibanes al negocio de intentar atacar objetivos estadounidenses y europeos en su territorio?

Friedman tiene razón. Heredaron una gran responsabilidad, una enorme presión para hacer prevalecer el orden y crear empleos para los afganos. Eso requerirá ayuda e inversiones extranjeras de países en los que Estados Unidos tiene mucha influencia: Qatar, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Pakistán y los miembros de la Unión Europea. Sin Estados Unidos, los talibanes tienen que enfrentar a los grandes actores geopolíticos de la región: Pakistán, India, China, Rusia e Irán.

¿Serán los talibanes más sabios ahora, que antes de 2001?

Siguen perpetrando abusos. ¿Los podrán ocultar? No lo creo. Afganistán está mucho más conectado internamente y con el mundo. Más del 70% de los afganos tienen un teléfono celular, y muchos con acceso a Internet. Las redes sociales son un campo fértil para la apertura. ¿Podrán los talibanes cerrar su país?

Otro tema importante que Friedman destaca del cambio que ha ocurrido en Afganistán durante los últimos 20 años es el siguiente: “un informe del 7 de julio en la revista Time sobre Afganistán observó que cuando las fuerzas respaldadas por Estados Unidos expulsaron a los talibanes del poder, en 2001, casi no había niñas en la escuela en todo el país. Hoy en día, hay millones y decenas de miles de mujeres que asisten a la universidad y estudian de todo, desde medicina hasta pintura en miniatura”.

Y el análisis de Friedman: “quizás en la mañana siguiente a la mañana siguiente, los talibanes simplemente ordenarán que todos se pongan burkas y cierren sus aulas. Pero tal vez también encuentren un rechazo por parte de esposas e hijas que nunca antes habían experimentado, precisamente debido a las semillas sociales, educativas y tecnológicas de cambio plantadas por Estados Unidos durante los últimos 20 años. No lo sé”.

En la columna, Friedman cita un informe publicado el año pasado por National Geographic:

“Afganistán es uno de los países más vulnerables del mundo al cambio climático y uno de los menos equipados para hacer frente a lo que está por venir, incluidas sequías, inundaciones, avalanchas, deslizamientos de tierra, desplazamientos masivos”.

Es cierto que se cometieron muchos errores estratégicos en el retiro de las tropas de Estados Unidos de Afganistán.

Pero el equipo de Joe Biden será juzgado por lo que ocurra la mañana siguiente a la mañana siguiente. Eso está por verse todavía. Tal vez Estados Unidos va a estar más seguro y con mayor capacidad de eliminar cualquier amenaza terrorista ahora que está fuera de Afganistán. El presidente Joe Biden lo dijo en su mensaje del lunes pasado.

En ocasiones, las sociedades que no han avanzado por sí mismas durante muchos años son incomprensibles. Friedman nos recuerda el episodio cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, visitó Líbano en julio de 2020. Cuenta cómo a su llegada recibió un escrito firmado por 50 mil libaneses que pedían que Francia tomara el control de Líbano debido a la “total incapacidad del gobierno libanés para asegurar y administrar el país”.

¿Qué hizo Estados Unidos durante los últimos 20 años en Afganistán?

Trató de defenderse del terrorismo, promover la estabilidad y prosperidad mediante el pluralismo de género, el pluralismo religioso, el pluralismo educativo, el pluralismo de los medios de comunicación y, en última instancia, el pluralismo político. No estaban equivocados. Con ese pluralismo, Afganistán podría adaptarse a la revolución de la tecnología y del cambio climático.

Pero la teoría se basaba en que habría suficientes afganos dispuestos a unirse a ese pluralismo. Muchos lo fueron. Pero otros no. Entonces Joe Biden determinó que Estados Unidos necesitaba detener este esfuerzo, salir de Afganistán y reajustar su estrategia de defensa. Eso será juzgado por lo que suceda la mañana siguiente a la mañana siguiente.

Toda proporción guardada, la historia que Friedman nos cuenta sobre Afganistán se parece a lo que nos ocurrió en México de 1988 a 2018. Hubo un intento de transformación, de buena fe, por parte de una generación de modernizadores de la vida económica y política del país. Abrieron México al mundo.

Diseñaron e implementaron reformas estructurales. Negociaron tratados comerciales con todas las regiones del planeta y convirtieron a México en un jugador prestigiado. Pusieron en marcha una reforma para mejorar la calidad de la educación con equidad. Hubo alternancia en el poder. Se logró un crecimiento económico estable con certeza y políticas que atraían la inversión nacional y extranjera. Todo esto creaba empleos mejor remunerados.

Pero los tecnócratas modernizadores, en su arrogancia, no pusieron atención a la desigualdad, la pobreza extrema, la desesperación del pueblo, ni al hartazgo de la sociedad por la corrupción de funcionarios de los diversos partidos.

Morena no era un partido político, sino un estado de ánimo. Enarboló las causas del pueblo y triunfó contundentemente. Había esperanza en la mañana siguiente. Pero el gobierno de la 4T decidió que su visión era regresar al México de la mitad del siglo XX. Los resultados no han sido los esperados. Ahora hay incertidumbre. Ya estamos en la mañana siguiente a la mañana siguiente.

Mi Twitter: @javier_trevino