Las preguntas de ayer, en la conferencia de prensa matutina del Presidente Andrés Manuel López Obrador, reflejan una mínima comprensión de lo que significa la relación México-Estados Unidos.

¿Qué les interesa a los reporteros?

Lo mismo de siempre:

a) Si ya hubo respuesta por parte del gobierno de Estados Unidos a la nota diplomática sobre el financiamiento de USAID a organizaciones de la sociedad civil.

b) Si va a tocar ese tema con la Vicepresidenta Kamala Harris.

c) A qué vino el subdirector de la CIA en una “visita de rutina”.

Aunque la Vicepresidenta de Estados Unidos sólo venga el 8 de junio “a hablar de migración”, sería muy bueno que el Presidente pusiera otro tema en la mesa. AMLO podría leer lo que publicaron los Institutos de México y Canadá del Woodrow Wilson Center, el Centro Belfer de Harvard y el Instituto Aspen de México. Presentaron una primera ronda de documentos de trabajo del proyecto “Norteamérica 2.0: forjando un futuro continental”.

Leí uno de ellos: “Colaboración en la educación superior en América del Norte: una revisión del pasado y una agenda potencial para el futuro” . Los autores analizan los acuerdos clave que influyeron y guiaron las primeras etapas de la colaboración del TLCAN entre las instituciones de educación superior, así como los desarrollos que mantuvieron activa la participación en los tres países. También presentan una lista inicial de áreas en las que podría centrarse la colaboración futura.

México-Estados Unidos

He estado vinculado con los temas de la relación México-Estados Unidos desde hace muchos años y desde diversos ángulos. Fui becario Fulbright, estudié la maestría en políticas públicas en la Universidad de Harvard de 1985 a 1987 y mi área de concentración fue asuntos internacionales y seguridad. Fui Ministro en la Embajada de México en Washington y apoyé al Embajador Gustavo Petricioli, como vocero, de 1989 a 1993, durante los años más relevantes de la negociación del TLCAN. Después fui Subsecretario de Relaciones Exteriores, de 1994 a 1998, copresidí la Comisión México-Estados Unidos para el Intercambio Educativo y Cultural y operé el Programa para la Atención de las Comunidades Mexicanas en Estados Unidos. Participé, como Diputado Federal, en las reuniones interparlamentarias México-Estados Unidos de 2012 a 2014. Formo parte del Consejo Asesor del Instituto México del Woodrow Wilson Center, desde su creación en 2003, y del Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California en San Diego.

Vecinos distantes

Todos estos años de vivir la relación bilateral, desde diversos frentes, me permite concluir que resulta increíble —por decir lo menos— que después de tantos esfuerzos para estrechar nuestros vínculos y establecer una relación madura, a la altura de los enormes cambios que han ocurrido durante las últimas tres décadas en el mundo, seamos ahora unos simples “vecinos distantes” que básicamente se reconocen por sus respectivos estereotipos.

Tengo la convicción de que México y Estados Unidos son dos grandes países que se merecen una mucho mejor alianza estratégica. Con base en el TLCAN y el TMEC, y gracias al enorme esfuerzo de los sectores empresariales de ambos países, hemos pasado de ser meros socios comerciales a contar con economías crecientemente integradas. Las cadenas de suministro son estratégicas para el futuro de la región.

Ahora resulta indispensable darle una atención prioritaria al fortalecimiento de nuestros intercambios educativos y culturales. Sólo si nos conocemos mejor, si establecemos mejores canales de comunicación entre nuestras sociedades, si hablamos idiomas comunes en términos de los valores que compartimos, podremos tener una relación de mucha mayor calidad, que en verdad nos reafirme como socios estratégicos y pueblos hermanos.

Los intercambios educativos y culturales son una herramienta fundamental para superar los viejos y nuevos estereotipos que existen en ambos lados de nuestra frontera. El reto es mayúsculo. Requiere un cambio de mentalidad, empezando por la del Presidente de México.

Informe anual de movilidad académica internacional

De acuerdo con “Open Doors 2020”, el informe anual de movilidad académica internacional que publica el Institute of International Education, durante el año escolar 2019-2020 estuvieron inscritos en alguna institución de educación superior de Estados Unidos un millón 75 mil 496 estudiantes provenientes de diversos países: 372 mil provenían de China, más de 190 mil de India, casi 50 mil de Corea, otros 31 mil de Arabia Saudita y 26 mil de Canadá. Los otros países con un número significativo de estudiantes fueron Vietnam, con 24 mil, Taiwán, con 23 mil, Japón con 18 mil, y Brasil con 16 mil.

México ocupó el lugar número diez, con 14,348 estudiantes.

La mala noticia es que desde los primeros años de este siglo dicha cifra anual ha permanecido estancada. La buena noticia es que estos más de 14 mil estudiantes mexicanos en Estados Unidos representan un activo de un valor incalculable para mejorar nuestra relación bilateral. No debemos considerarlos como un grupo disperso de historias individuales, sino como una comunidad que representa en conjunto a nuestro país. Ellos son los mejores embajadores de México.

AMLO tendría que verlos como el “Campus México” en Estados Unidos. Los más de 14 mil universitarios mexicanos que estudian en Estados Unidos son en sí mismos una excepcional historia de éxito. En la gran mayoría de los casos, han logrado su meta con muy poca ayuda del gobierno y enormes sacrificios por parte de sus familias. Son gente valiosa, que a su regreso pueden contribuir mucho al desarrollo de nuestro país y también a que logremos un mayor entendimiento con nuestros vecinos.

Para darle forma al “Campus México”, y poder apoyarlos, primero habría que saber quiénes son, en dónde está cada uno de ellos, qué estudian, cuáles son sus aspiraciones profesionales y cuándo deberán regresar. Con las tecnologías actuales, no se necesita un gran esfuerzo para lograrlo. Lo que se requiere es la visión para considerarlos como un valioso recurso que puede hacer grandes aportaciones a una relación más constructiva y benéfica para nuestros dos países con un mejor conocimiento y entendimiento mutuos.

Sólo si nos conocemos mejor, si establecemos mejores canales de comunicación entre nuestras sociedades, si hablamos idiomas comunes, en términos de los valores que compartimos, y si de esta forma nos entendemos mejor, podremos tener una relación de mucha mayor calidad, que en verdad nos reafirme como socios estratégicos y como pueblos hermanos.

Los intercambios educativos y culturales son una herramienta fundamental para superar los viejos y nuevos estereotipos que existen en ambos lados de nuestra frontera.

Estoy convencido de que en esta nueva etapa de la relación que está iniciando, deberían recibir una atención mucho mayor por parte de ambas administraciones.

Los Presidentes López Obrador y Biden han dicho que aspiran a dejar un legado de mayor entendimiento mutuo entre México y los Estados Unidos. Para hacer realidad este elevado propósito, tendrían que dedicarle una atención prioritaria a la cooperación educativa, incluyendo un programa masivo de becas.

Por supuesto, fortalecer estos intercambios es un reto que va más allá del trabajo que puedan hacer los gobiernos. Es indispensable sumar a esta tarea decisiva a un creciente número de escuelas, universidades, centros de estudio y asociaciones culturales, a empresas y organizaciones del sector privado, a organizaciones ciudadanas, a los medios de comunicación, y a todos los que compartimos la convicción de que México y los Estados Unidos son dos grandes países que se merecen una mucho mejor relación.

El otro mensaje de AMLO para Kamala Harris debería resumirse en lo siguiente: más allá del comercio, la inversión, las cadenas de suministro y el control de la migración, la cooperación educativa y cultural es el único instrumento que podrá transformar a la región de América del Norte.