La casa

“Puede discutirse el reportaje, su precisión o su contundencia”. Eso lo dijo el pasado 7 de febrero el escritor Héctor Aguilar Camín en su columna de Milenio. Lo comentó a propósito de la —en mi opinión muy mala— investigación periodística de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad y Latinus.

Es decir, Aguilar Camín admite que quizá no hubo rigor informativo en tal trabajo de la asociación civil fundada por Claudio X. González y del sitio de internet en el que participan Brozo y Carlos Loret de Mola financiado por la familia de un histórico del viejo, corrupto y perverso PRI, Roberto Madrazo.

Si hubiera discutido el rigor del reportaje acerca de la casa en Houston en la que vive el hijo mayor del presidente López Obrador, esto es, si hubiera analizado las razones de la muy probable —a mi juicio segura— imprecisión de ese trabajo, un hombre intelectualmente calificado para el debate racional como Aguilar Camín habría señalado entre las probables causas de tan mala leche la relación, realmente preocupante, entre la extrema derecha (Claudio X.) y el viejo PRI autoritario (Madrazo, patrón de Loret y Brozo), que por lo visto se han unido no solo en el terreno estrictamente electoral, sino también en la siembra de odio, disfrazada de periodismo objetivo, para minar el prestigio del presidente de México.

La independencia de los hijos

Pero en lugar de concentrarse en la causas que llevaron a la difusión de un reportaje probablemente mal hecho (como dice el propio Aguilar Camín: quizá sin precisión ni contundencia), al comentarlo en Milenio el escritor decidió meterse indebidamente a juzgar una decisión personal perfectamente legítima de José Ramón López Beltrán: vivir su propia vida al margen de lo que su padre recomienda a las personas.

Si para Andrés Manuel la vida buena es absolutamente austera —y el presidente en esto, y no solo en esto, predica con el ejemplo—, para su hijo, enamorado de su compañera, la vida correcta es la que tiene en Houston, Texas, en una casa, comprada por ella, ubicada en un barrio de clase media que conozco y no me parece, sobre todo por su lejanía de esa ciudad, una urbanización para gente a la que le alcanza para construir o adquirir grandes mansiones.

¿No debería ser absolutamente respetable el criterio de los hijos que no comparten todas las creencias de sus padres? No sé si Aguilar Camín tenga hijos o hijas. Estoy seguro de que se frustrará si son exactamente como él. Lo mejor que debe hacerse es disfrutar que los hijos y las hijas tengan éxito en sus intentos de escapar de las prisiones ideológicas familiares.

Hombre muy culto, Aguilar Camín conocerá mejor que yo la historia de cómo se convirtió a la religión un hijo —o una hija— del gran filósofo ateo Bertrand Russell. Eso no fue considerado una afrenta por un pensador que toda su vida combatió las supersticiones religiosas. Leí que Russell dijo a su hija o su hijo: “El cristianismo es un mal, pero si a ti te hace feliz, lo acepto”.

Ignoro si lo anterior en verdad sucedió o si se trata de una leyenda. Lo que sea, hay en ello una enseñanza acerca de la necesaria independencia de los hijos o de las hijas.

Andrés Manuel pensará que la vida de clase media en Houston no es la mejor, pero sin duda la acepta si la misma hace feliz a su hijo mayor. Estoy seguro de que Aguilar Camín no está de acuerdo con todo lo que hacen sus hijos o hijas, pero lo acepta si así son felices. Y es que la verdadera felicidad no está en vivir según los puntos de vista de otros, sino en saber elegir su propio camino.

En vez de reflexionar sobre eso, que es importante, Aguilar Camín prefirió criticar al presidente AMLO porque el hijo de este no sigue sus enseñanzas, cuando lo único ético es dejar a José Ramón tomar sus propias decisiones.

Es la verdad: Aguilar Camín hizo un análisis no con ganas de entender qué tan deficiente era el reportaje sobre la casa en Houston que él mismo considera impreciso, sino que tocó el tema nada más con ganas de dañar al presidente.

Estas palabras de Aguilar Camín son insultantes y debería el escritor pedir perdón por haberlas usado: “Lo indiscutible es la contradicción que hay entre la prédica pobrista del primer mandatario y el estilo de junior apetente de su hijo… Este es el elefante invisible que está sentado en la sala de la casa alquilada de Texas”.

Estoy seguro que Aguilar Camín jamás pensó o actuó exactamente como su padre y su madre. Y qué bueno que así haya sido. Para eso, y para mucho más es la libertad personal. ¿Por qué ahora anda de metiche en la vida privada de otras personas? Solo hay una explicación posible: el escritor, que es editor de una revista, Nexos, está enojado porque su negocio perdió la mayor parte de sus ingresos, que dependían de sus ventas de publicidad y ejemplares impresos al gobierno. Como el presidente López Obrador eliminó ese gasto, así se desquita Aguilar Camín.

La ivermectina

Ayer, en la mañanera, el presidente López Obrador volvió a decir que la revista Nexos, de Aguilar Camín, participa en una campaña de ataques contra la 4T. Lo hizo AMLO al tratar el tema de las fuertes críticas que Claudia Sheinbaum ha recibido porque, en 2020 —cuando no había opciones para tratar el covid— las autoridades de la Ciudad de México, y las del IMSS, recetaron ivermectina a las personas contagiadas.

Eso no fue un experimento, sino una política pública de salud basada en la evidencia disponible —difundida entonces por no pocos de los más prestigiados médicos mexicanos—. A partir de eso, algunos funcionarios redactaron un artículo en formato científico para compartir la experiencia, de tal modo de que pudiera debatirse con sensatez entre especialistas.

El fanático que en vez de dialogar prefirió censurar

Juan Pablo Pardo-Guerra, supuesto sociólogo sin duda especializado en agredir a la 4T, pidió que el mencionado texto se bajara de una plataforma de difusión científica, SocArXiv. Es decir, no actuó como lo hubiera hecho un hombre verdaderamente interesado en conocer la verdad. Y es que, en vez de simplemente dialogar o debatir con los autores, exigió que se les censurara. Lo logró y ni hablar.

Dejemos ahora que Aguilar Camín cuente el resto de la historia, tal como la narró en su artículo de este miércoles en Milenio:

√ “Los editores de Nexos, que hacen un seguimiento constante de los aspectos científicos y estadísticos de la pandemia, pidieron a Pardo-Guerra un texto que resumiera sus argumentos”.

√ “El texto de Pardo-Guerra fue publicado el 5 de febrero en el sitio electrónico de Nexos”.

√ “Un segundo artículo, de Phillip N. Cohen, fue publicado el 8 de febrero”.

√ “Hasta ahí la participación de Nexos”.

√ “La noticia circuló en otros medios…”

√ “Y saltó luego al ruedo de los ataques políticos a que está sujeta en estos días la jefa de gobierno de la ciudad, Claudia Sheinbaum, por el hecho de ser la candidata presidencial adelantada del propio presidente”.

Preguntas a Aguilar Camín sobre ética periodística y política

1.- ¿Por qué su revista, Nexos, que hace un “seguimiento constante de los aspectos científicos y estadísticos de la pandemia”, solo pidió escribir su versión a una de las partes —la que cuestiona a Sheinbaum— y no al colaborador del gobierno capitalino, José Merino, autor principal del artículo sobre la ivermectina?

2.- ¿No es eso poco ético?

3.- ¿No sabía, un estudioso como él del sistema político mexicano, que la publicación de dos textos contra Sheinbaum, que atacan a la jefa de gobierno en lo más valioso que tiene —su prestigio como científica seria y con una trayectoria de muchos años en física e ingeniería—, iban necesariamente a saltar “al ruedo de los ataques políticos a que está sujeta en estos días” la líder en las encuestas de preferencias electorales presidenciales.

La miseria de los editores de Nexos y de otros periodistas

Aguilar Camín no es ingenuo. Sabía perfectamente que los ataques en su revista dirigidos a Claudia Sheinbaum y relacionados con la autoridad científica de ella —innegable, objetivamente hablando— se iban a convertir en un escándalo basado en calumnias y ofensas baratas.

√ Ayer en Reforma, la columna más identificada con los propietarios de este periódico, firmada con el seudónimo de Manuel J. Jáuregui —el Abogado del Pueblo, en El Norte, de Monterrey— llegó al extremo de comparar a Shienbaum con el médico nazi Josef Mengele, El Ángel de la Muerte.

√ También ayer, en El Financiero, Alejo Sánchez Cano, un seudónimo que mucha gente piensa esconde al dueño del periódico, Manuel Arroyo, dijo que en la Ciudad de México se usó a los “humanos como conejillos de indias”.

√ Antes, la columna Templo Mayor, de Reforma, redactada por el director editorial, Juan Pardinas, puso en duda la calidad científica de Sheinbaum a quien se le acusó de haber actuado “sin ética”.

√ Hoy en El Financiero, el columnista Raymundo Riva Palacio ha diagnosticado que Sheinbaum está en un pantano, en el que, mientras más se mueve más se hunde.

Críticos que tomaron ivermectina

Por más que estén plagadas de insultos, no son críticas que vayan a acabar con Sheinbaum, en primer lugar porque su trayectoria científica es reconocida en todas partes. En segundo término, porque evidentemente responden a dos hechos: (i) el deseo de desquite de una revista, Nexos, que perdió dinero en el actual gobierno por una decisión presidencial, y (ii) porque los cuestionamientos los han hecho crecer en los medios ciertos enemigos que tiene Sheinbaum dentro y fuera de Morena y, sobre todo, que han alentado los fanáticos que odian a AMLO en los grupos conservadores.

Por lo demás, cuando se escriba la historia de la pandemia y su relación con la politiquería en México, seguramente se descubrirá que no pocos de quienes hoy cuestionan a Claudia Sheinbaum por la ivermectina, tomaron ellos mismos este medicamento que en 2020 recetaban los más prestigiados médicos con quienes la comentocracia de altos ingresos y los dueños de medios de comunicación se atienden en los grandes hospitales privados de nuestro país, como el Centro Médico ABC, Médica Sur y el Ángeles, de la Ciudad de México, y el San José y Zambrano Hellion, de Monterrey.

¿Por qué se recomendó la ivermectina? Porque parecía funcionar contra el covid en países como Perú, pero sobre todo porque no pocos de los médicos más reconocidos de nuestro país la legitimaron prescribiéndola en los primeros meses de la pandemia.

La verdad de la pandemia en la Ciudad de México

La dijo Raymundo Riva Palacio para aparentar objetividad en la introducción a su artículo en el que arremete contra Sheinbaum por el uso de la ivermectina:

“Nada ha sido más aplaudido en la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que su manejo de la pandemia del coronavirus”.

Riva Palacio

No hay ninguna duda: Sheinbaum dio lecciones importantes acerca de cómo manejar la crisis de covid. Sobrarán estudiosos serios, en el futuro cercano, que sean capaces de contar la historia sin caer en las grillas baratas que hoy impiden analizar las cosas con un mínimo de objetividad.