Ante los inmensos flujos de todo tipo de información que circula a cada nanosegundo por los medios digitales, los medios y tecnologías de análisis y procesamiento de datos se han ido sofisticando cada vez más para mantener el paso. Hoy tales tareas de análisis y procesamiento se realizan por desarrollos tecnológicos en forma de algoritmos e inteligencias artificiales que conviven con las humanas de modo ubicuo y, cada vez más, de forma imperceptible.

Estas inteligencias artificiales, por medio del análisis de macrodatos, son capaces de desentrañar no solo nuestros flujos económicos, gustos, hábitos, preferencias de consumo y otras circunstancias que se encuentran en la superficie de nuestra actividad digital con el fin de alcanzar la maximización económica de quienes las operan y, que suelen ser, actores de peso en el mundo de los servicios digitales como las denominadas Big Techs. El análisis por macrodatos va más allá al posibilitar acceder a las capas más profundas de información y establecer correlaciones que, al compartir nuestros datos personales dentro de las diversas plataformas y servicios digitales a los que accedemos, no sospechamos siquiera que serán determinadas.

Las inteligencias artificiales y los datos

Las inteligencias artificiales son desarrollos tecnológicos que aprenden y replican procesos humanos de decisión e interacción. Estos, cada vez más, han ido moldeando y dando forma, en consecuencia, a la infinidad de servicios accesibles para las personas. Si bien, las ventajas del uso de estas tecnologías son claras, si pensamos en términos de personalización, soporte y mejoras de interfases y experiencias para las y los usuarios; no debemos olvidar que tales servicios basados en inteligencias artificiales, para ofrecernos tales ventajas, inevitablemente requieren datos de las y los usuarios y por ende inevitablemente representan riesgos en su tratamiento, manejo, transferencia y seguridad.

Las inteligencias artificiales no solo saben lo que hacemos y hemos hecho. Estas herramientas, en realidad, han avanzado hasta el punto de hacer posible, sin el conocimiento ni mucho menos la autorización del titular de los datos respectivos, el predecir nuestras actuaciones, gustos e intereses, a partir de los datos que compartimos y se someten a su análisis.

Lo anterior no es solo un tema que se quede en lo técnico o virtual pues los riesgos antes mencionados, al materializarse, pueden implicar afectaciones graves a la autodeterminación informativa, intimidad, privacidad y dignidad de las personas. En consecuencia, me parece que es necesario que todas y todos, personas e instituciones, adoptemos una visión más amplia acerca del impacto que estas tecnologías tienen en materia de protección de los datos de las personas.

Más allá de que las personas nos informemos y protejamos de una mejor manera nuestros datos personales, no los compartamos y nos informemos debidamente acerca del tratamiento, uso y destino que cualquier servicio digital dará a los mismos; es preciso que pensemos en mecanismos efectivos para dotar de explicabilidad a los procesos y tratamientos que los nuevos desarrollos e inteligencias realizan y devolver el control de sus datos a las personas.

Como Estados debemos pensar, y pronto, en diseños normativos que, sin afectar la libertad de expresión en forma alguna, constriñan a los proveedores de servicios digitales a realizar evaluaciones de impactos potenciales, cortes analíticos periódicos de sus desarrollos y, sobre todo, dotar de información clara a las personas, acerca de lo que se hará con sus datos por parte de las inteligencias artificiales que operan o de su propiedad. Del mismo modo, debemos generar controles efectivos para que las personas se autodeterminen informativamente en lo digital y podamos incluso apagar aquellas inteligencias artificiales que, tras ser auditadas conforme a procedimientos normados y razonables, descubramos que han aprendido lo que no debían aprender de nosotras y nosotros. La informática también es evolutiva, tecnologías llegan y tecnologías desaparecen pero, en cualquier caso, su evolución debe ser determinada por los humanos y no al revés.