Estimados lectores, hoy quiero resaltar la importancia del trabajo que hacen las tripulaciones de cabina, con la intención de revalorarlo. Gracias al alcance que tienen las redes sociales, hoy muchos “incidentes” que suceden a bordo salen a la luz pública, como el acontecido en la aerolínea Viva Aerobus, en su vuelo 4081, que despegó del Aeropuerto de Tijuana con destino al Aeropuerto de Monterrey.
La Agencia Federal de Aviación Civil del país, por medio de un comunicado, informó que en el avión de Viva Aerobus con matrícula XA VXA “…una persona de unos 40 años de edad se encerró en uno de los baños del avión, y que al sufrir una crisis nerviosa se infringió heridas a sí mismo, por lo cual la tripulación alertó a los pilotos, quienes tomaron la determinación de aterrizar de emergencia en el Aeropuerto de Hermosillo, para brindar la atención médica necesaria al pasajero en cuestión...”.
En este evento, fue vital la oportuna intervención de los sobrecargos de ese vuelo, quienes se percataron que “algo” no estaba bien y avisaron a los pilotos, siguiendo todos y cada uno de los protocolos establecidos para incidentes de este tipo.
Deben ustedes saber, amables lectores, que las tripulaciones de cabina están entrenadas para hacer frente a situaciones, desde las más normales y cotidianas, como algunas inverosímiles, increíbles y hasta terribles, y en todas tienen que actuar con prontitud y asertividad.
Persona que atentó contra su vida en vuelo de Viva Aerobus utilizó los restos de su propio teléfono celular
Lamentablemente la persona que atentó contra su vida en el baño trasero de la aeronave, lo hizo utilizando su propio teléfono celular, consiguió romperlo y trató de cortar las venas de sus antebrazos. No es que los filtros de seguridad hayan permitido abordar con un cuchillo o algún objeto prohibido, estamos hablando de que lo hizo con pedazos de su teléfono celular, como el cristal roto de la pantalla y otras partes metálicas.
La profesión de los sobrecargos se ha sido devaluando por un menosprecio acelerado en los últimos 15 años. Con la llegada de las líneas de bajo costo, se tuvo la creencia que había que pagar menos por un trabajo que a la vista de los pasajeros solo consiste en “servir café y galletas”.
Pero eso es falso, si bien en las aerolíneas de bajo costo las tripulaciones ya no brindan un servicio a bordo como en una aerolínea tradicional, el trabajo que realizan es el mismo: brindar seguridad a bordo, en todo momento. Sí, señores, los tripulantes de cabina están básicamente para salvarle la vida, mientras usted esté a bordo del avión.
Sobrecargos ganan menos que hace 30 años
El del sobrecargo es un trabajo catalogado por la Ley Federal de Trabajo como de “Alto riesgo”, pero se ve compensando pobremente. Lo que hoy gana un sobrecargo es mucho menos de los que en los noventa percibía un tripulante. No hablo de inflación, ni de poder adquisitivo. Literalmente los sobrecargos de hoy ganan menos del 60% de lo que ganaban hace 30 años.
Con todo y salarios castigados, el evento del vuelo 4081 de VivaAerobus deja en claro que los tripulantes hicieron su trabajo, resolviendo de la mejor manera posible un terrible incidente, que se hizo viral en las redes sociales. No es que antes no sucedieran, pero antes de la “conectividad permanente” no se ventilaban tan rápido. Recuerdo que en mi vida laboral en Mexicana de Aviación hubo varios incidentes, uno de ellos muy triste, que ahora les comparto.
Triste historia de un pasajero y su familia en vuelo a Guanajuato
Sucedió en el año 2000, tal vez 2001. Estábamos en San José, California, de pernocta; en la tripulación teníamos programado un vuelo “tecolote” (de madrugada) a la ciudad de León, en Guanajuato; a las 12 de la noche pasaron por nosotros al hotel, y al llegar al Aeropuerto, el Jefe de Estación nos avisó: en la carga llevábamos “varias carnes frías”, que es una forma encriptada de informarnos que íbamos a repatriar restos mortuorios, que es algo mucho más normal y frecuente de lo que ustedes se imaginan, pero de eso hablaré en otra ocasión.
En esta historia nos correspondía traer al país una familia completa, cada uno en su ataúd; eran cinco, y el padre de la familia venía como pasajero, encargado de regresar al país que los vio nacer, a su esposa y sus hijos, fallecidos en un accidente automovilístico.
El señor, vestido totalmente de negro y con mirada triste, habló solo lo indispensable, y su semblante era de un infinito dolor. Iba sentado, sin compañía, en las filas de hasta atrás del avión. Cuando dimos la cena no quiso comer ni beber nada; terminamos de dar el servicio y procedimos a apagar las luces de cabina de pasajeros, para que durmieran el resto del vuelo. Justo cuando los de la tripulación empezamos a cenar, el pasajero en cuestión se levantó para ir al baño, se nos quedó viendo y preguntó qué puerta debía usar, pero antes de que pudiéramos responder, se desplomó y se fue de frente, cayendo ente nosotros totalmente inconsciente, con sus casi dos metros de estatura.
Mi compañera inmediatamente ordenó: “avisa al supervisor”, que se encontraba al frente del avión. Salí disparada mientras ella verificaba los signos vitales del pasajero, que no respondía. Mientras yo avanzaba, escuché la voz de mi compañera que decía: “señor, señor ¿me escucha?”, pero al no obtener respuesta ella procedió a brindarle primeros auxilios, abriendo vías respiratorias.
El pasajero seguía inconsciente, por lo que empezó las maniobras de RCP (Reanimación cardiopulmonar), pero no conseguía reanimarlo; el protocolo indica que las maniobras de RCP deben seguir hasta que aterrice el avión y suban a la nave los paramédicos. El Capitán decidió aterrizar de emergencia en Guadalajara (el aeropuerto más cercano), mientras mi compañera, en el piso, seguía dando RCP al pasajero. En cuanto llegamos al aeropuerto, le pusieron al avión una escalera por la parte trasera y subieron los paramédicos, quienes tomaron la batuta en el asunto.
“Infarto fulminante” determinaron como causa del fallecimiento. Se dio parte al Ministerio Público, y dado que todo sucedió ya en territorio nacional y que el pasajero era mexicano, no fue necesaria la intervención ni del Consulado, ni de las autoridades norteamericanas. Ahora había que enfrentar otro terrible problema: ¿cómo y a quién le íbamos a avisar del fallecimiento del pasajero? Los familiares en León, Guanajuato esperaban cinco cuerpos… no seis.
Ya en Guadalajara se tomó la determinación de trasladar al resto de pasajeros de ese vuelo “tecolote” en camión a León. Mientras, toda la tripulación nos tuvimos que quedar en Guadalajara, rindiendo informes ministeriales, y respondiendo las preguntas de los peritos forenses. Luego esperando a la funeraria que prepararía el cuerpo, para después regresárnoslo y poder irnos “ferrys” (esto es, sin pasaje a bordo), ahora con seis ataúdes en la panza del avión.
El Jefe de Estación de Guadalajara se comunicó con el de León para informarle de la situación, y pedirle que localizaran a los familiares del pasajero recién fallecido a bordo del avión. Aterrizamos en León, y los familiares estaban esperando los cuerpos; una mujer se nos acercó, y con llanto en los ojos dijo: “gracias por haber traído a mi familia de regreso”.
Si de por sí la muerte es un evento difícil de procesar, que sea un pasajero a bordo quien fallece es todavía más; y peor aún cuando ese pasajero transportaba los restos de toda su familia para enterrarlos en su tierra. Este y otro tipo de incidentes son a lo que los sobrecargos se enfrentan día a día. El temple emocional se pone a prueba en cada jornada, así como su capacidad para resolverlos de la mejor manera posible.
Sobrecargos necesitan recuperar condiciones dignas de trabajo
Por eso nos obligan a aprendernos prácticamente de memoria los manuales y protocolos de emergencia. Por eso debemos tener presente en todo momento el modelo de avión en que estamos -pues no todos son iguales- y podamos brindar atención médica a un pasajero, o actuar ante una crisis nerviosa; solo así se podrá actuar con eficiencia ante pasajeros disruptivos (violentos), que son el pan de cada día en la aviación; por eso insisto tanto en la importancia de revalorar el trabajo que mis compañeros hacen a bordo de las aeronaves de este país.
Estoy convencida de que los salarios de los trabajadores de la industria aérea deben incrementarse y no al revés, como se ha venido dando en los últimos años, pauperizando la profesión de sobrecargo de aviación.
Desde aquí mando un aplauso -de pie- a la tripulación del vuelo 4081 de Viva Aerobus. No fue fácil, y tomaron la mejor decisión en el momento preciso, avisando a cabina de pilotos; ellos a su vez, hicieron bien al decidir aterrizar de emergencia. Nuestro personal aéreo, aunque mal pagado, está excelentemente capacitado para resolver una emergencia a bordo. Eso es algo que los pasajeros no deben olvidar: además de sonreírles, los sobrecargos pueden salvarle la vida.