Un monumento construido en el marco de unos festejos que trataron de emular a los de cien años atrás, los del fastuoso centenario, aún con el general Porfirio Díaz con las riendas del país, y que resultó en una caricatura de mal gusto y una ofensa para los mexicanos, en cuánto a la magestuosidad, si, pero de dilapidación de recursos públicos y una radiografía de la ineptitud que se había apoderado del gobierno federal desde el año del falso cambio, el 2000.

Más de mil millones de pesos solo en un monumento que intentó quedarse como un símbolo del país en la Ciudad capital, de los cuales, la ASF (Auditoria Superior de la Federación) encontró serias anomalías en más del 40% de dichos recursos. Por si fuera poco, no fue entregada e inaugurada en el 2010 año de los festejos del Bicentenario de la independencia y el centenario de la Revolución mexicana, sino hasta el 2012, siendo la ceremonia de inauguración, hecha sin previo aviso, con alevosía y olor a traición al pueblo, mismo que si se acercaba, corría el riesgo de ser golpeado por el extinto cuerpo, hoy extinto y en esos años propio de reyezuelo de vodevil, Estado Mayor Presidencial; obvio a la ceremonia sólo accedieron un puñado de privilegiados, parte del grupo selecto de familias para las cuales el gobierno trabajó, durante los sexenios que van del 2000 al 2018.

Ya ahora entrados en otro año histórico por su carga simbólica, como es el 2021 (celebración de la fundación de México-Tenochtitlán 1321, los 500 años de la caída de la misma por parte de los invasores europeos, 1521, y el centenario de la consumación de la Independencia, 1821) está en el debate público la reubicación y colocación de monumentos y estatuas nuevas, a manera de dar una interpretación menos sesgada de la Historia de México, la tristemente famosa (y hoy ya prácticamente invisible, por la construcción de nuevos rascacielos por la zona) “Suavicrema”, no puede quedarse así como está, ya que además de todo lo anterior, no representa absolutamente en nada a México, su historia, cultura y/o los mexicanos; basta decir que incluso la inmensa mayoría de los materiales utilizados, fueron importados, muchos de países de Sudamérica.

El Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, sabe mejor que ninguno, aprovechar y optimizar recursos ya existentes, lo ha demostrado con el aprovechamiento de derechos de vía (corredor transístmico y Tren Maya), la extinción de fideicomisos oscuros y el cobro de multimillonarios impuestos ilegalmente condonados a grandes grupos empresariales, entre otras medidas; no se necesita pues un gasto enorme, bastaría con algo de imaginación y conocimiento de nuestra historia, para convertir dicho esperpento que nos avergüenza, en uno que tenga un efecto contrario: enorgullecernos, que sea un referente para la Ciudad y el país, algo a lo que los habitantes y visitantes de la CDMX tengan la ilusión de visitar, no solo para tomarse alguna “selfie”, sino para aprender de Historia de México.

Si el monumento queda como está, ni siquiera como un testimonio a la corrupción quedaría, ya que para tales efectos, tiene entre sus finalidades la tan exitosa y atinada conversión de la anterior residencia presidencial de LOS PINOS, en un centro cultural, de acceso libre a todos los ciudadanos; de permanecer pues, esto sería visto, por no pocos, como una suerte de continuidad del fatídico PACTO DE IMPUNIDAD transexenal, que tanto daño provocó por tanto tiempo a la Nación.