No es por ser paranoica, pero… ¿en serio no se les hace rarísimo?

Hace un año (más o menos), el gobierno de la CDMX —con Martí Batres al frente— lanzó una reforma para regular las rentas, según esto para controlar la gentrificación y frenar la especulación. Sonaba muy bien: proteger a los inquilinos, cuidar los barrios, limitar el despojo turístico. Muy ideal.

Pero bastó que los medios y expertos leyeran bien la letra chiquita y… se hizo todo un escándalo:

Que si querían registrar todos los contratos de arrendamiento, que si te multaban por no declarar contratos, que si era una especie de expropiación escondida.

Y sí, algunas cosas se exageraron. Pero no fue mentira que el miedo se esparció.

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¿Y qué pasó? La reforma se congeló… ya nadie habló de ella. Como si nunca hubiera pasado.

Y entonces, un año después, ¡zas! Marchas “ciudadanas” pidiendo casi exactamente lo mismo. Sí, lo mismito. Regular rentas, frenar Airbnb, proteger colonias populares.

¿Y luego? Clara Brugada (nueva jefa de Gobierno) anuncia un paquete de reformas “en respuesta al pueblo”. Ajá. ¿Coincidencia? Mmm… no sé tú, pero esto ya parece telenovela bien ensayada. Primero lanzan algo, lo tumban por rechazo. Luego lo pide la calle (entre comillas) y lo relanzan. Pero ahora sí, entre aplausos.

Porque cuando lo dice el gobierno: es autoritarismo. Pero cuando lo pide el “pueblo”, se llama: justicia social.

Qué conveniente todo.Y aquí va una pregunta que no muchos quieren hacer: ¿De verdad lo más urgente en México es poder rentar en la Condesa?

¿Eso es más importante que la violencia diaria, que los desaparecidos, que la corrupción de siempre, que los jóvenes sin futuro, sin trabajo, sin nada? Porque si eso es lo que domina la agenda pública, entonces el poder no solo te cambió el tema: cada día controla mejor la narrativa.

Y hay otra cosa un poco más profunda que no se dice tanto: el objetivo real, el fondo, no parece ser solo frenar rentas abusivas. Lo que parece es que están abriendo el camino para que el Estado meta mano poco a poco en la propiedad privada, pero con el apoyo “ciudadano”.

Primero con el control de precios. ¿Después?, ¿qué sigue? reglas sobre quién puede vivir dónde. Y eventualmente, usando argumentos como “utilidad pública” para intervenir directamente.

No tienen que quitarte tu casa. Basta con que te digan cuánto puedes cobrar, a quién sí y a quién no se la puedes rentar.

Si pasa esto: ¿Sigue siendo tuya?

Y ahora viene lo que muchos ya sabían, pero pocos dicen: Martí Batres y Clara Brugada no son ningunos improvisados. Son expertos en mover gente.

De hecho, dentro de Morena se les conoce por ser de los que mejor manejan estructura territorial.

Saben hacer marchas, saben operar en barrios, saben mover colectivos. Por eso no sorprende que estas protestas tengan pase libre. Literal: en las marchas contra la gentrificación hubo pintas, destrozos, gritos de “fuera gringos” y no pasó nada.

¿Granaderos? No, gracias. ¿Gas lacrimógeno? Tampoco. Pero si protestan trabajadores del IMSS, o enfermeras, o el sector salud, ahí sí se aplica todo el peso... A unos les dan barra libre. A otros los arrastran.

Curioso, ¿no? La gentrificación existe. Nadie lo niega. Pero también existe el uso político de causas nobles. La estrategia es la de siempre: aparentas retroceder, luego relanzas, pero esta vez lo vendes como victoria social.

Te hacen creer que ganaste. Pero solo maquillaron lo mismo de antes. Y no es que haya una sala secreta donde planean todo con un mapa y tazas de café.

Es más sutil: es saber moldear la conversación pública. Es gobernar con emoción y discurso. Es construir una narrativa que la gente abrace sin darse cuenta que está abrazando lo mismo que ayer rechazó. Y eso, que solo lo perjudica en el futuro.

Así que no, creo no estamos tan locos si pensamos que esto está muy bien armado.