“La soberbia no es grandeza, sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano.”

San Agustín

Los señores Christian Martinoli y Luis García cada día nos sorprenden más, desde su irrupción al mundo de la narración y el comentario futbolístico, al cual llegaron a manera de una bocanada de aire fresco por ahí de mediados de la década de los dos miles. Han devenido ya en una curva descendente; no es casualidad que su empresa se haya quedado ya, prácticamente, sólo con los derechos de transmisión de dos equipos del futbol mexicano en exclusiva (filiales ambos por cierto del grupo empresarial para el cual laboran) y con los de la Selección Mexicana (que son compartidos), clubes estos dos al principio nombrados, de media tabla para abajo y con el riesgo latente de caer en problemas de descenso.

Esto último ha desencadenado una serie de rumores respecto a su posible contratación con la televisora “de enfrente”, es decir, su competencia, pero con la sorpresa de que en su seno, varios colaboradores que son incluso auténticos íconos de la narración y el comentario deportivo, han expresado abiertamente su inconformidad, habiendo dos puntualmente que han asegurado preferir salir, de plano, de la empresa antes que compartir cabina, estudio y viajes con ese par de merolicos. Ya que en los primeros años fue muy graciosa su participación, pero con el tiempo simplemente esa fórmula decae, comenzando por expresiones de vil soberbia, como cuando se pensaban (y lo triste es que si lo llegaron a ser) los Robespierre de los DTs de la Selección Mexicana; con simples menciones a que “¡fulano debe presentar inmediatamente su renuncia a la Selección, si es que tiene los pantalones...!” y bla bla bla, contribuyendo de forma decisiva a la caída de (cuando menos) tres: Hugo Sánchez, Miguel Herrera y Víctor Manuel Vucetich.

En el caso de Miguel, hicieron rodar su cabeza con inusitada saña, metiéndose por meses con todo lo que hacía, antes, durante y después de los partidos (incluyendo hasta su manera de vestir), hasta que, como era natural, Miguel explotó, y sí: hubo gritos y sombrerazos en un aeropuerto gringo, pero nunca la “brutal agresión” por la que estos niños mimados y pseudo burgueses lloraron, vía (insisto) el mal uso del poder que da la indudable comodidad de estar detrás de un micrófono.

Su animadversión a Memo Ochoa

La indudable y manifiesta animadversión, que data ya de años, al aún portero titular de la Selección Mexicana y del Club Águilas del América viene puntualmente del roce famoso y ya aquí citado con Miguel Herrera luego de una Copa Oro en EU, y es que simplemente al señoritingo Luis García no le gustó nadita que Ochoa (y uno que otro miembro más de Selección de entonces) esbozara una sonrisa ante el infantil incidente, porque para los exponentes de un deporte de naturaleza viril como lo es el futbol ese evento no suponía sino algo anecdótico y hasta, por qué no, divertido.

Pero no, los pretendidos monopolizadores de las burlas al prójimo vía televisión en vivo no soportaron eso: una maldita e inofensiva risita y estallaron en odio contra Memo: pasó de la intención del par de comunicadores de marras, de ser digno de convertirlo “en el Cristo del Corcovado y la petición expresa de que le hiciera hijos”, como consta en la transmisión del juego contra Brasil en el Mundial 2014, a ser un portero “tonto, torpe, medianito, mediocre, malo...” y tal, tal y tal... Mismos epítetos que, con toda alevosía y mala entraña; Martinoli ventiló a escasos tres días antes de un partido decisivo para Memo y su Club, en la liguilla del futbol mexicano, viralizándose dicha entrevista y cumpliendo a cabalidad su cometido: sembrar desconfianza y confusión en Guillermo Ochoa, a grado tal que en los dos goles del Toluca tuvo responsabilidad directa o indirecta.

Los multicitados y pensados así por ellos mismos, monopolizadores de la burla fácil, la exposición de los defectos de exponentes del medio (que ningún futbolista en el mundo es perfecto, ni en aptitudes ni actitudes) y el bullyng selectivo, han caído ya también en reyertas estériles vía redes sociales, cómo por ejemplo la reciente serie de tuits cargados de una soberbia grosera y vulgaridad poco vistas en el medio (de menos en los que se ostentan como profesionales), se le fue, Martinoli, a la yugular a un colega, el youtuber y hoy también participante en televisión, ‘werevertumorro’, espetándole todos sus logros profesionales con el tosco afán de menospreciarlo y exhibirlo, alguien debiera recordarme eso de “alabanza en boca propia es vituperio”. Ignoro que suceda con este par de individuos, quizás estén levitando de más porque su patrón recientemente bajó del olimpo a convivir con ellos un par de horas por motivo de su cumpleaños, a tomarse un par de fotos y brindar con ellos, pero más que nada y sin duda, con la finalidad eso de abonar a su propia imagen pública, no pocas veces cargada polémica y que no sería nada raro, por cierto, que algunos ataques (cómo el que hicieron a Miguel Herrera en su momento y en días recientes a Memo Ochoa) sean ordenados por el mismo personaje, al final de cuentas, jefe de la competencia y del propietario del Club América, así medie una real y auténtica amistad (alianzas incluidas) entre ambos; aquí aquello de “entre magnates podremos despedazarnos, pero jamás nos haremos daño”, aplicaría, pero cómo anillo al dedo.