La Fundéu
Primero, dejémonos de cuentos: es presidenta, no presidente. Es lo que dice la Fundéu de la RAE.
Lo aclaro porque, como se lee en la página de internet de la Fundación del Español Urgente —que eso, precisamente, significa Fundéu— , algunas personas se confunden “dado que la mayoría de las palabras que han añadido el sufijo -nte son comunes en cuanto al género (como el donante y la donante, del verbo donar)”; entonces, “a menudo se plantea la duda de si sucede lo mismo en el caso de presidente y ha de ser siempre la presidente cuando alude a una mujer”. Pero...
… ojo con esto, eruditos:
“La voz presidenta es un femenino válido en el que se ha cambiado la e final por a, al igual que ocurre con asistenta, dependienta, infanta o intendenta”.
Y aún hay más, “presidenta ya tiene registro académico desde el Diccionario de 1803”.
Por lo demás, la Fundéu recuerda los cargos se escriben con minúscula inicial (presidenta, no Presidente).
O sea, en términos de la lógica del buen español o castellano es una tontería decirle presidente a una presidenta.
Y en nuestro país...
Pero, ¡¡¡carajo!!!, en México el problema es otro: que independientemente de qué expresión usemos, la triste verdad es que no ha habido mujeres al frente del gobierno de nuestro país.
Ha habido algunas candidatas presidenciales, pero sin posibilidades de ganar las elecciones, a saber: la extraordinaria Rosario Ibarra de Piedra (1982 y 1988), la mujer que toda la izquierda admira; la carismática, pero sin habilidades electorales, Cecilia Soto (1994); la desconocida Marcela Lombardo (1994), que nunca supimos qué jabón la patrocinaba; la sobrevalorada Patricia Mercado (2006), a quien nadie tomó en serio; la muy medianita Josefina Vázquez Mota (2012), la peor equivocación del PAN en toda su historia, y la admirable, pero sin fuerza política —y para colmo, la arruinó la pésima imagen de su marido—, Margarita Zavala (2018).
La única que parecía con suficiente prestigio personal como para llegar a a la presidencia mexicana era Margarita Zavala, pero tuvo tan mal desempeño en los debates de hace tres años que decidió retirar su candidatura; quizá, si se hubiera divorciado a tiempo, otra habría sido su suerte. Pero las mujeres conservadoras no se separan de sus machos, aunque estos no sirvan para nada, y tal fue su error.
El hecho es que con la 4T, por primera vez en la historia de México, una mujer tiene posibilidades reales de ser presidenta del país: Claudia Shienbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México.
Pero, para ser presidenta, primero tiene que ganar la candidatura de Morena. Y esto último la obliga a jugar con las reglas del partido de izquierda, que como todos sabemos domina Andrés Manuel López Obrador.
En la 4T hay un líder, AMLO. Su opinión tendrá un enorme peso a la hora de seleccionar al candidato o a la candidata de Morena. Quien lo ignore, está perdido o perdida.
Inteligente y capaz de realizar diagnósticos correctos sobre situaciones complejas, la señora Sheinbaum —quien tiene una formación científica, misma que le permite analizar las cosas sin fanatismo—, es una mujer que entiende la realpolitik. Y esta exige seguir al dirigente, en este caso, a AMLO.
Claudia Sheinbaum ha decidido hacerlo así en el caso de la Línea 12 del metro, que representa un problema que solo tendrá solución con todo el apoyo del gobierno federal, por dos razones: (i) cualquiera que sea la salida a la crisis, implicará un enorme costo que la Ciudad de México no puede pagar, y (ii) en el escenario más probable, los gobiernos capitalino y federal deberán obligar a un hombre poderosísimo, Carlos Slim, a aportar une gigantesca cantidad de dinero para la rehabilitación de la peor obra pública de la historia, construida durante la administración de Marcelo Ebrard, a quien tarde o temprano se le tendrá que llamar a cuentas.
Claudia necesita la ayuda de Andrés Manuel y el presidente ha tomado la decisión de apoyarla. Ella, con sentido práctico, hace lo único prudente en su situación: dejar que el presidente del país coordine los trabajos en la crisis.
Por una actitud absolutamente racional, a Shienbaum se la ha llamado regenta, se le ha dicho que no representa a las mujeres empoderadas, que se somete a un jefe y que con su actitud desmotiva a las feministas que la preferirían peleona con AMLO.
Quienes así piensan se equivocan. Si Claudia rechazara el apoyo de Andrés Manuel —o, peor aún, si entrara en un conflicto con el presidente de México—, tiraría a la basura sus posibilidades de ser candidata de Morena en 2024, lo que significaría que otra vez las mujeres se quedarían sin opciones reales para llegar a la presidencia de nuestro país.
Claudia Sheinbaum, ha decido ser prudente, pragmática e inteligente. No se suicidará, políticamente hablando, solo porque hay activistas del feminismo que desearían verla compitiendo sin respetar las reglas del juego. Porque quien así lo hace, obtiene la tarjeta roja de expulsión, y la jefa de gobierno no hará nada para que se le castigue de esa manera. Solo una persona muy tonta lo haría, y ella no lo es.