Los elefantes

Primero ubiquemos a la mítica ciudad Numancia, la que resistió el poder romano, se localizaba en lo que hoy es España. Digamos que a unas dos horas por carretera desde Madrid, hacia el norte.

¿Qué pasó en Numancia? Sus habitantes, unos mil 500 bravos celtíberos, desafiaron a la poderosa Roma durante veinte años.

Algunos elefantes —y seguramente la incompetencia del cónsul Nobilior— ayudaron a crear la leyenda de la resistencia de Numancia.

Como no podía con los bravos numantinos Nobilior pidió refuerzos. Estos llegaron de África: trescientos jinetes y diez elefantes. Debió haber sido suficiente para acabar con los rebeldes, pero… (Aquí se puede consultar tal historia: https://numanciasoria.es/es/la-guerra-vs-roma/la-batalla-de-los-elefantes).

El cónsul quiso engañar a los numantinos y escondió a los elefantes en la retaguardia de su ejército. El historiador Apiano cuenta lo que pasó cuando los rebeldes descubrieron a las bestias: “Así que hubieron venido a las manos, se abrió la formación y aparecieron las fieras, con cuyo espectáculo, antes nunca visto en las batallas, se aterraron tanto, no sólo los celtíberos, sino aun sus mismos caballos, que huyeron a la ciudad”.

El problema para los romanos lo generó una pedrada lanzada al azar por los numantinos que huían de los espantosos paquidermos: “uno de los elefantes, herido en la cabeza con una gran piedra, se enfureció de tal modo que, vuelto a los suyos con terribles bramidos, comenzó a atropellar a cuantos encontraba, sin distinción de amigos o enemigos. A los bramidos de este, enfurecidos los demás elefantes, comenzaron a hacer lo mismo, y atropellaron, mataron y desbarataron a los romanos”.

Pienso que el cónsul Nobilior era muy tonto. Es decir, pudo haber impedido el desastre para sus tropas con un mejor control de sus elefantes. No lo hizo; tampoco pudo evitar que sus soldados huyeran en desorden y, entonces, los celtíberos los destruyeron.

El Africano

Hubo otras batallas; en todas, los numantinos derrotaron a los romanos. Qué frustrante debió haber sido para el imperio, que uno tras otro los militares de Roma fracasaran en Numancia. Todo lo intentaban y nada funcionaba. Alguno inclusive intentó desviar el río Duero para cercar la ciudad. No pudo hacerlo.

Cuando la humillación a Roma ya no era tolerable para sus dirigentes políticos, el senado envió a Numancia, al fin, a un tipo que sí sabía de guerras: Publio Escipión, el Africano, cuyo currículo como destructor de ejércitos y pueblos rivales era impresionante.

Escipión reclutó mercenarios para fortalecer a la pequeña tropa con la que salió de Roma. Desde luego, primero los disciplinó; para ello expulsó a las prostitutas y a los magos que entretenían a los nuevos soldados y los obligó a todos, incluidos los generales, a dormir en el suelo. Después les dio una mínima capacitación.

Así, con sus 60 mil guerreros más o menos en forma, instaló dos campamentos cerca de Numancia y esperó…, esto es, no quiso ir a la batalla contra los valientes celtíberos que no dejaban de retar al romano, sino que simple y sencillamente se armó de paciencia para sitiar a los rebeldes hasta rendirlos por hambre.

¿Cómo los bloqueó? Según se sabe, construyó siete castillos alrededor de Numancia y la rodeó con un foso. En el río colocó púas por todos lados para cortar el paso a naves y nadadores.

Once meses después de que comenzaran las operaciones de Escipión, la ciudad cayó. Valientes, algunos numantinos se suicidaron para no quedar en manos de los romanos. Otros no se atrevieron a quitarse la vida y el Africano los esclavizó y los vendió para pagarse sus honorarios.

Eso sí, Publio Escipión llevó a 50 numantinos a Roma para exhibirlos en el desfile de celebración de su triunfo. Supongo que estos fueron un regalo del victorioso general a su imperio. Y es que así eran las cosas, tan distintas a las prácticas de hoy en día…, bueno, a veces ni tan distintas, como lo recordó AMLO en su discurso de homenaje a Simón Bolívar.

La Nueva Numancia

Ha dicho el presidente López Obrador en su discurso del pasado fin de semana (aquí se puede consultar: https://lopezobrador.org.mx/2021/07/24/discurso-del-presidente-andres-manuel-lopez-obrador-en-el-238-aniversario-del-natalicio-de-simon-bolivar-desde-el-castillo-de-chapultepec/) :

√ Que en América Latina, “solo existe un caso especial, el de Cuba, el país que durante más de medio siglo ha hecho valer su independencia enfrentando políticamente a los Estados Unidos”, el nuevo imperio.

Que “podemos estar de acuerdo o no con la Revolución cubana y con su gobierno —personalmente, yo, Federico Arreola, de ninguna manera estoy de acuerdo con la dictadura cubana—, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento, es toda una hazaña”.

Que “por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad”.

Calle Trece y la otra Nueva Numancia cubana

Andrés Manuel citó una canción de René Pérez Joglar, de Calle 13: “yo siempre digo lo que pienso”.

Lo hizo para defenderse de las críticas que sabía iba a recibir no por haber elogiado al pueblo de Cuba —que merece todos los reconocimientos—, sino por no haber cuestionado ni siquiera un poco a la dictadura cubana, que es despreciable.

Yo también siempre digo lo que pienso, así que la canción de Calle 13 me permitirá hablar de la otra Nueva Numancia cubana, la que olvidó el presidente López Obrador.

Sin duda, el pueblo de Cuba que ha resistido 62 años las presiones de Estados Unidos es la Nueva Numancia. Imposible negarlo.

Por cierto, es tan ejemplar el pueblo cubano que en su sociedad hay no solo una, sino dos Nuevas Numancias.

Y es que también debe ser considerada otra Nueva Numancia la oposición cubana que resiste y protesta, que lucha y no se rinde al enfrentar a la dictadura —hoy encabezada por Díaz-Canel, pero fundada y consolidada por Fidel Castro—.

Nada ha sido fácil para la oposición en Cuba, reprimida, aplastada, humillada por su gobierno. Tristemente, el sistema político mexicano solo excepcionalmente ha apoyado las batallas por la democratización en ese país. Todos los presidentes priistas han sido amigos y admiradores de los dictadores cubanos. AMLO lo es también. Debería Andrés reflexionar sobre tal coincidencia, que le daña.

En Cuba estarías en la cárcel, Andrés Manuel

O tal vez AMLO sería ya un hombre asesinado si hubiese sido cubano y se hubiera atrevido a retar electoralmente hablando a Fidel Castro. Este dictador no habría permitido un plantón en el centro de la Habana como el de 2006 en la Ciudad de México, sí, el encabezado por Andrés Manuel en el Paseo de la Reforma, las avenidas Juárez y Madero y el centro de la capital de nuestro país.

No puedes, querido presidente López Obrador, negar esa realidad: en Cuba no hay libertades políticas. Punto.

¿Por qué tu discurso, Andrés, después de las protestas y la represión en Cuba y no antes?

Se entiende que AMLO simpatice con lo que positivo que simboliza la Revolución cubana. Es su derecho, su ideología, su formación.

Pero su discurso de apoyo a la revolución de hace tantos años pudo haberse dado antes de las recientes protestas y la represión en Cuba.

Pronunciado después —sobre todo sin, al menos, pedir tímidamente que se respeten derechos elementales de la oposición— significa, para Andrés Manuel, tomar partido. Y no precisamente a favor de las libertades en la sociedad cubana.

Tenía el presidente López Obrador todo el derecho de condenar a Estados Unidos por el embargo —o bloqueo— a Cuba, pero debió hacerlo sin olvidar a la oposición reprimida: la otra Nueva Numancia cubana.

La otra Nueva Numancia que existe en Cuba merecería una palabra de aliento de parte de un gobernante ejemplarmente democrático como AMLO, ¿o acaso la ideología puede más que la defensa de las libertades dondequiera que alguien las pisotee?

Posdata

Me han dicho temprano que si no me da pena escribir lo mismo que Joaquín López-Dóriga y Gil Gamés en Milenio, quienes también hicieron, con menos y más adecuadas palabras, la historia de Numancia. Desde luego que me da pena, ya que seguramente ellos lo hicieron con mejor estilo y mayor conocimiento. Prometo en el futuro no escribir nada sin antes leer a dos de los principales columnistas del diario de Pancho González.