“No se mata la verdad matando al periodista.”

CONSIGNA

“Con paso de gacela vulnerada

cantando vienes por el bosque umbrío

coronada de juncos, ramos , lirios.

Oculto entre los árboles

un silencio de pájaros anuncia

tu presencia,

y te llama el arroyo con los lentos

ademanes del sauce.

Enajenada sigues recogiendo

las últimas violetas.

En tus manos

la postrera corona es la más bella.

Pronto la linfa sentirá tu peso

de seda,

y un breve instante flotará en su espejo

tu memoria.”

MEIRA DELMAR

“Si se plantea la opción entre que no te quiera nadie o bien ser vulnerable, sensible y emocional, entonces quedaos vuestro amor.”

CHUCK PALAHNIUK

17 periodistas asesinados en el 2022; en lo que va del 2023 suman ya seis.

América Latina, de acuerdo con la organización Artículo 19, es la región más peligrosa del mundo para ejercer el periodismo; además, donde el poder político contrarresta críticas o investigaciones periodistas con base en señalamientos y falsedades.

El año pasado esta organización realizó un monitoreo de las mañaneras de Palacio Nacional el cual arrojó que al menos 176 veces se vertieron “comentarios estigmatizantes dirigidos a medios de comunicación, periodistas e incluso organizaciones de la sociedad civil”. Continúa: “de estos 176 eventos, 44 fueron ataques a la prensa… 33 cometidos por el titular del Ejecutivo federal”. En otras palabras, las críticas y la estigmatización de la prensa, periodistas, comunicadores y diversos otros actores de la vida nacional tienen un claro componente que inicia en la Presidencia de la República.

Sin embargo, mismo con los datos tan sombríos hay un hilo de esperanza del cual jalar. Recientemente, la Corte Constitucional de Costa Rica dictó un fallo en contra del presidente Rodrigo Chávez por atacar verbalmente a periodistas, llamándoles “sicarios políticos”. Así nos lo hace saber la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Carlos Jornet, presidente de la comisión de libertad de prensa e información de la SIP, comentó: “consignamos claramente que la estigmatización es una forma de apología de la violencia, ya que incita a los violentos a agredir a la prensa”.

A partir de ello, en abril pasado la Sociedad emitió una resolución sobre la estigmatización en la que instó a los gobiernos de Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Honduras y Paraguay a “garantizar que el debate público se maneje con respeto, tolerancia y en el marco de los principios de libertad de expresión.” En las conclusiones de dicha resolución, la SIP expresó: “la estigmatización y degradación pública de la prensa es un fenómeno extendido entre presidentes y altos funcionarios”.

En México, los ataques y persecución de la 4t y seguidores a activistas, periodistas, analistas es real. Es raro encontrarse con la disposición para que otros mexicanos compartan su visión del mundo, una diferente a la del grupo en el poder. La polarización social no ayuda.

Pero lo anterior en ocasiones va más allá de la confrontación verbal desde el aparato gubernamental. Amnistía Internacional ha documentado el uso del software de espionaje Pegasus durante el presente sexenio tanto para vigilar a activistas como a periodistas en nuestro país. Este tipo de persecución, mediante instrumentos del Estado (espionaje, investigaciones judiciales y de actividades financieras sin fundamento, etcétera) esbozan una faceta adicional a la estigmatización antes señalada.

Y si bien en nuestro país hay mecanismos de protección a los activistas y periodistas, estos ni son suficientes ni funcionan eficazmente. Christian Mihr, director de Reporteros sin Fronteras, señala que los programas de protección en México a la prensa crítica carecen de los recursos (financieros y humanos) necesarios para ser eficaces.

Es imperiosa la necesidad de mejorarlos, garantizando el que los críticos sean acogidos por ellos y se les ofrezca protección puntual. Es menester que estos mecanismos sean conocidos y estén al alcance de quienes los requieran. Solo así se podrá comenzar a hacer frente —y comprender a cabalidad las implicaciones que tienen— las estigmatizaciones diarias que se transmiten desde Palacio Nacional.

Mientras eso no suceda, irá ganando terreno las prácticas autoritarias o que vulneran las garantías individuales de los periodistas (hacer uso de micrófonos y espacios gubernamentales, espionaje, intervención de celulares, bloqueo de cuentas y siembra de evidencias, entre muchas otras). El colmo: implicar a los críticos al gobierno en delitos que no existieron.

¿Qué queda? Que actores que están siendo perseguidos se unan en una sola voz y bajo un solo esquema; estructurarse metódica y eficientemente (en torno a mecanismos, acciones, agenda). Registrarse en una base de datos que opere un ente autónomo e independiente.

Una sociedad fuerte necesita de una prensa crítica libre, y lo cívico es presionar y exigir que eso suceda.

Una población comprometida es aquella que toma en serio los gritos de auxilio que hacen algunos periodistas. Sociedad, comunidad internacional, mismo los gobiernos están en deuda con las personas que investigan y cuestionan el proceder de los distintos regímenes.