A ti como a mí nos tocó vivir en el barrio más grande de México.

Uno que empieza contigo, continúa con la calle de enfrente

y termina unas cuadras más adelante: en la playa.

Colectivo Esmiplaya

¿Será posible que un día en Baja California Sur nos quedemos sin playas? Sonará precipitado lanzar tal cuestionamiento, pero si hacemos una revisión a la historia reciente de La Paz o algún otro municipio de Baja California Sur, encontraremos varios ejemplos de conflictos por el uso de la playa entre habitantes locales y grandes capitales inmobiliarios que ven al paisaje natural de las solitarias costas sudcalifornianas como una manera fácil de incrementar la plusvalía de los predios comprados a bajo precio y revendidos en exorbitantes cantidades.

De un momento a otro La Paz se convirtió en el sitio con mayor plusvalía en 2023 por encima de Los Cabos. Políticos, empresarios e inversionistas celebran tal decisión porque en su lógica significa habrá más oportunidades laborales para quienes vivimos aquí. La otra cara de esta aceleración inmobiliaria disfrazada de turismo es la perdida de espacios naturales que se transforman en áreas excluyentes y arrancan el arraigo de nosotros. Nos dejan huérfanos de mar. Nos dejan sin nuestro hogar. Sin nuestra historia.

La defensa de las playas en La Paz tomó fuerza mediática a partir del 2004 evidenciando la inconformidad de un sector de la sociedad por la afectación de ecosistemas marinos. Allí está Cabo Pulmo, Balandra o El Mogote cuya lucha fue por conservarlos frente a proyectos basados en la construcción de ciudades de lujo. Lo que olvidamos fue incluir nuestros vínculos afectivos, sociales y culturales que tenemos por la playa.

Nos urge recordar que somos un poco del golfo. Un poco playa. Nos hicimos en la arena. Allí lloramos. Allí nos reconciliamos. Crecimos con las patas en el agua para sobrevivir al calorón. Sin embargo, estos momentos no valen nada frente a los bisnes que pueden hacerse. Eso que nos une a la playa es lo principal que incomoda a algunos inversionistas. La simple lógica de vivir bien se contrapone a la lógica del dinero.

Frente a este escenario existen múltiples esfuerzos desde la sociedad. Uno que acaba de irrumpir la realidad sudcaliforniana es #EsMiPlayaMiBarrio. Una campaña de comunicación y acción colectiva que pone énfasis en mirar a nuestras playas libres, inclusivas, sin contaminación ni destrucción alguna.

Un claro ejemplo de que comunicar bien es resistir. Esmiplaya es un colectivo multidisciplinario de historiadores, diseñadores, mercadólogos, comunicadores, músicos y periodistas, convocados por la doctora Carmina Valiente, activista y estudiosa del tema de los procesos de defensa del territorio frente a la turistización en la entidad. Este grupo de entusiastas nos recuerdan lo importantes que es tener arraigo por tu territorio de nacimiento o de adopción. Nos invitan a ser defensores de estos refugios culturales y ambientales que habitamos. Nos recuerda que toda esa arena y todo ese mar es nuestra casa. Una casa que hoy necesitamos cuidar.

X: @Cachobanzi