Quién no comprenda la visión de gobernanza de la República Popular de China, interpretará su prudencia cómo una muestra de debilidad.

El infame e intervencionista viaje a Taiwán de la octogenaria líder del congreso estadounidense, segunda en la línea de sucesión presidencial después de Kamala Harris y señalada por actos de corrupción de los denominados “tráficos de información privilegiada”, Nancy Pelosi, ha desatado una serie de eventos que seguirán reverberando por un largo tiempo.

Contrario a lo que muchos esperaban, imperó en el gobierno de China una calma que nunca, en las décadas que tengo de vida, le hemos visto a los Estados Unidos ni a sus socios imperialistas de la OTAN, dejando que Pelosi -quién también podría padecer de problemas cognitivos similares a los que aquejan a Joe Biden- aterrizara y llevara a cabo sus actos de provocación de la mano de los cipayos taiwaneses que siguen el peligroso juego bélico de los Estados Unidos.

Taiwán se encuentra literalmente al otro lado del mundo del continente americano y su principal socio comercial es la República Popular de China, lugar del cual físicamente están separados por apenas 140 kilómetros.

No tiene ningún sentido, excepto el de arrastrar a todo el planeta a una Tercera Guerra Mundial que podría escalar rápidamente a un apocalíptico conflicto termonuclear que significaría el fin de la raza humana y quizás de la mayoría de los seres vivos del planeta.

Para analizar la respuesta de China a las provocaciones de los Estados Unidos y sus lacayos en la isla, reconocida cómo parte integral de dicho país bajo la política “Una sola China”, hay que recordar las palabras atribuidas al “pequeño líder” Deng Xiaoping: “esconde tu fuerza, espera el momento, mantén un perfil bajo y no clames el liderazgo”.

El fiasco de Pelosi y los “halcones” demócratas en Taiwán traerá serias consecuencias a Estados Unidos y a los países autoproclamados cómo “occidente”.

Si las provocaciones a Rusia han causado una fuerte crisis energética, inflación y escasez de productos en Europa y Estados Unidos, podemos avizorar un panorama peor para quienes busquen regresar el reloj a la mitad de la década de los cuarenta. Las épocas de la unipolaridad no volverán jamás.