29 de abril de 2024 | 10:45 p.m.

En el Centro Nobel de la Paz: ensayo sobre la violencia contra el periodismo en México

“¿Puedes venir a Oslo el 10 y 11 de diciembre? Ganaste.” Lloré, por la emoción de haber ganado, pero más que nada porque el problema que enfrentamos en México merece atención global.
Compartir en

(Nota de redacción: El pasado domingo el diario Reforma informó que Natalia Sobrino-Saeb, estudiante mexicana en la Leiden University College —La Haya, Países Bajos—, había ganado un concurso de ensayo convocado por el Centro Nobel de la Paz, “que le abrió las puertas a la ceremonia del Premio de la Paz y convivir con los galardonados”, la periodista María Ressa, de Filipinas, y su colega Dmitry Muratov, de Rusia. Hoy SDPNoticias publica un artículo de la joven que en su premiado ensayo analizó la violencia que sufren las personas que practican el periodismo en México).

Soy Natalia, una estudiante universitaria de 21 años, y gané un concurso que convocó el Centro Nobel de la Paz como parte de la beca Ignitor el pasado diciembre de 2021. Gracias a esta oportunidad, pude participar en los eventos del premio Nobel en diciembre, y conocer a los ganadores, Maria Ressa y Dmitry Muratov, dos periodistas que trabajan con valentía para proteger la libertad de expresión y la democracia.

Escribí un ensayo sobre cómo se puede usar el periodismo como un mecanismo en contra de la corrupción, y los obstáculos que se presentan para hacer un uso efectivo de ello. Sin embargo, no son simplemente obstáculos hacia el periodismo, sino obstáculos hasta a la vida misma de los periodistas. Decidí escribir el ensayo en base a lo que aprendí en una clase en mi universidad. Mi especialización se llama ‘Gobierno, economía y desarrollo’, y he podido tomar clases donde he aprendido sobre los procesos políticos, diferentes métodos de investigación, inequidad, diferentes maneras de empujar al desarrollo y las limitaciones para lograrlo. A lo largo de mi carrera, he basado mis trabajos en México, ya que me quiero mantener informada y utilizar mi conocimiento y experiencias para contribuir al desarrollo de nuestro país.

El año pasado tomé una clase llamada ‘Análisis de políticas públicas: anticorrupción’, donde aprendí sobre la dificultad de definir el concepto de ‘corrupción’, y la aún más difícil tarea de abordar este problema que además permea a nuestra sociedad mexicana. Por ejemplo, en el 2017 se hizo una encuesta por parte de la ONG ‘Transparencia Internacional’ donde se encontró que el 51% de los encuestados ha pagado un soborno para acceder a los servicios públicos básicos en México. Aunque hoy en día sea el statu quo, espero vivir algún día en un país donde la corrupción no sea la norma, y quiero hacer mi parte para abordar este problema. Por lo tanto, decidí escribir sobre la situación que enfrenta el periodismo en México: un entorno caracterizado por represión y abuso hacia los periodistas.

En el primer semestre del 2021, hubo 362 agresiones contra periodistas y medios de comunicación en México. Eso equivale a que un periodista sea agredido cada 12 horas. En las tres semanas que llevamos de este año, se han asesinado a tres periodistas en nuestro país. Esto es inaceptable. Entonces, al ver la oportunidad que ofrecía el reto de ensayos donde había que conectar al diálogo con el periodismo y la libertad de expresión, no dudé en resaltar el abuso que enfrentan los periodistas. Personas quienes simplemente están haciendo su trabajo y realizando un servicio público al tratar de informarnos a los ciudadanos están siendo atacadas.

Mandé mi ensayo, nerviosa sobre estar señalando las fallas que tenemos como sociedad en cuanto a proteger a los periodistas y la impunidad hacia sus atacantes, pero satisfecha de al menos participar en el reto y ver qué salía, pues no imaginaba la posibilidad de ganar. Unas semanas después, me mandó un correo el gerente de proyecto de la Beca Ignitor de la cual fue parte el reto de ensayos, preguntando si podía hablar porque estaban en el proceso de escoger a los finalistas. Hablamos ese mismo día, y me preguntó sobre mi contexto, quién soy, y por qué estaba interesada en el tema pues se podía leer mi pasión a través del ensayo. La última pregunta que me hizo fue: “El comité que está eligiendo el ensayo ganador quiere saber una cosa, ¿puedes venir a Oslo el 10 y 11 de diciembre? Porque ganaste.” Lloré, por la emoción de haber ganado, pero más que nada porque un grupo de personas consideró que el problema al que nos enfrentamos en México merece atención global. Al día siguiente me compraron los boletos de avión, y una semana y media después volé a Noruega. No cabía de la emoción y la suerte que sentí. Yo, mexicana, hablando sobre nuestro país, cerca de los periodistas que ganaron el premio Nobel.

Al día siguiente, atendí a la ceremonia donde se entregan los premios, y tuve el privilegio de ser de las cincuenta personas a las que se les permitió estar presentes, pues se redujo la capacidad por regulaciones de la pandemia. Escuché los discursos de los dos ganadores del 2021, y el ganador del 2020, el World Food Programme, que no pudo tener su entrega de premio por la pandemia de COVID-19. Fue verdaderamente inspirador escuchar a lo que se enfrentan los periodistas Ressa y Muratov en sus respectivos países al pelear por el acceso a la información y denunciar el abuso del poder. Sin embargo, ellos continúan con su trabajo y su pasión por la verdad y los hechos.

El 11 de diciembre, empecé con una entrevista donde estudiantes que contribuyen al periódico de su escuela noruega me preguntaron sobre lo que escribí, y me hicieron una pregunta que me dejó fría: “Tu país de origen es uno de los países más peligrosos para los periodistas, ¿qué piensas sobre eso?”. No podemos seguir así. Pero, después de eso pude conversar con el comité que escogió mi ensayo como el ganador, y hablamos sobre la situación del periodismo en el mundo. Además, me ofrecieron oportunidades para mantener el diálogo abierto respecto a lo que escribí: ya publicaron una versión de mi ensayo en un periódico noruego llamado Morgenbladet, y el 14 de febrero voy a dar una plática en línea para el St. Francis College en Estados Unidos como parte de una serie de conferencias sobre derechos humanos. Va a ser sobre mi ensayo y el contexto del periodismo no sólo en México sino globalmente.

Después de esa llamada, pude ir a la apertura de la exhibición del Premio Nobel de la Paz, donde pude conversar con las dos fotógrafas que tomaron las fotografías para Maria Ressa y Dmitry Muratov y los temas que ellos abordan en su periodismo. No solo eso, pero me presentaron como la ganadora del reto de ensayos relacionado con el periodismo a los dos ganadores del Premio Nobel, y fue el momento más especial de toda la experiencia. Muratov, periodista ruso, me felicitó y sacó de su saco una moneda, la misma que ellos recibieron el día anterior pero de chocolate, para entregármela. Yo no pude hacer más que sonreír y decir gracias infinitas. Al hablar brevemente con Maria Ressa, de las Filiplinas, y contarle sobre lo que escribí, me dijo: “sigue haciendo lo que estás haciendo, es importante.” Con eso, me fui más que inspirada y agradecida por esta oportunidad, y con ganas de mantener el diálogo abierto y resaltar las cosas con las que no estoy, y no debemos estar como mexicanos, conforme.

Por último, tuve la fortuna de presenciar el concierto también parte del Premio Nobel de la Paz, donde se me llenaron los ojos de lágrimas con la hermosa música que tocó la orquesta, la atmósfera de la sala que se sentía mágica e inspiradora, y ver a los ganadores disfrutar del momento, sin poder creer que estaba tan cerca de gente que conocí como tan humana y humilde, pero con tanto poder e impacto.

Fueron unos días surrealistas que me hicieron darme cuenta de que, si uno quisiera y tuviera la valentía, pudiera ser como ellos. Debemos mirar dentro y ver cómo está nuestro país, por más doloroso que sea, porque yo creo que podemos cambiarlo para bien. Organizaciones como el Premio Nobel de la Paz pueden mostrarnos que hay esperanza, que como jóvenes podemos aspirar a hacer que sucedan grandes cosas, a sentirnos empoderados y capaces de pensar, alzar la voz, y escribir.