Alisher Usmanov, patriota muy cercano a Vladímir Putin, con el sudor de su frente —y seguramente con una ligera ayuda del presidente ruso— ha acumulado una fortuna de 14 mil millones de dólares.

¿Putin es socio del señor Usmanov en los negocios de esta persona en el sector minero o en las grandes empresas de telecomunicaciones que controla en Rusia? No lo sé, pero no lo descarto. En estos casos suele ser un excelente instrumento de diagnóstico el piensa mal y acertarás.

En 2016 Usmanov inauguró su barco de 600 millones de dólares. Gran evento en la Costa Esmeralda de Cerdeña, Italia. Las crónicas de la fiesta hablaban de “fuegos artificiales en torno al yate, gran cena de gourmet y después un espectáculo, invitando a Robbie Williams, Andrea Bocelli, Charles Aznavour y la exprimera dama de Francia, Carla Bruni, en versión musical. Entre sus invitados especiales estaba el viceprimer ministro ruso, Ígor Shuválov”.

Alisher Usmanov es uno de los tantos megarricos que ha generado el régimen de Putin en una Rusia cuya población de ninguna manera goza de un elevado nivel de bienestar.

Andrés Manuel López Obrador ha criticado al neoliberalismo mexicano, entre otras razones —cito enseguida a Jorge Zepeda Paterson, columnista de Milenio— porque en 30 años generó “24 multimillonarios capaces de entrar en las listas de Forbes”, algo escandaloso en una nación con profundas desigualdades como la nuestra.

Rusia tiene unos 16 millones de habitantes más que México. El PIB per cápita de ese país —cito una fuente de internet— es de 10 mil 100 dólares, mientras que el de México es de 9 mil 896.

De escándalo que una economía tan desigual como la mexicana haya engendrado 24 multimillonarios en 30 años. ¿Qué decir de la de Rusia, también paradigma de inequidad? Zepeda informa que “Putin consiguió en menos tiempo colocar a 116 nuevos ‘empresarios’, es decir, cinco veces más”.

El otro dato que da Zepeda Paterson es todavía más escandaloso: “Se estima que la riqueza acumulada de esta oligarquía equivale a 80 por ciento del PIB anual de Rusia”.

Sí, Alisher Usmanov inauguró en 2016 su yate —bautizado como Dilbar— de 154 metros. No es el único ultrarrico de Putin que se da esos lujos.

Pues bien, la nota es que el capitalismo alemán ha decidido castigar al proletariado ruso incautando la embarcación de Usmanov. Seguramente la izquierda mexicana saldrá a la calle para protestar por tan terrible arbitrariedad contra el pueblo de la progresista Rusia.

Desde luego, bromeo. Pero es que son capaces.

Más se va a indignar nuestra izquierda cuando sepa que Ucrania espera de Alemania que mande ese barco a la zona de guerra para reacondicionarlo como un crucero de misiles a utilizar para agredir a los invasores de Putin.

¿Y si enviamos a Ucrania, para que se utilice como aeronave de combate, el avión presidencial que ni se vende ni se rifa? No creo que eso ocurra. De hecho, sería una mala idea hacerlo. Ojalá el gobierno de México abandone su neutralidad y sea mucho más solidario con una sociedad convertida en el peor infierno por los tanques y las bombas rusas.