El racismo es un fenómeno social que ha estado presente en todas las sociedades del mundo. Se caracteriza por la discriminación, verbal o positiva, de cualquier hombre o mujer que no pertenece a un grupo étnico determinado o cuya tonalidad de piel es distinta de otros.

En relación con el “racismo occidental”, la discriminación social se centra principalmente en las regiones donde hubo presencia colonial en el pasado, tales como países africanos y en el continente americano.

El caso estadounidense merece una mención especial pues hasta hace apenas unas décadas, de acuerdo la ley vigente en los estados del sur del país, los afroamericanos no podían ocupar los mismos espacios públicos que la mayoría blanca. A raiz de la leyes federales promulgadas durante los años sesenta este grupo social consiguió la plena libertad por años perseguida.

En el caso del racismo mexicano, éste echa raíces en el periodo colonial, tiempo cuando se instauró un sistema de castas. En aquella pirámide, mientras la élite criolla eran los dueños de las haciendas, representaban a la pléyade intelectual, ostentaban cargos menores de Estado y formaban los cuadros de la cúpula militar novohispana, los mestizos e indígenas vivían condenados a condiciones de precariedad e insuficiencia.

El México independiente no fue capaz de transformar esta estructura clasista e injusta. Por el contrario, el paso de los años agudizó la problemática y profundizó las diferencias entre la élite criolla y la mayoría de la población mestiza, amén de la pavorosa situación de las comunidades indígenas y de origen africano.

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De acuerdo al último informe presentado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, y previo a él, otro documento elaborado por el Colegio de México, el color de la piel de los mexicanos juega un papel principal en tanto que es determinante en las posibilidades de progreso de un individuo, a la vez que es directamente proporcional al nivel de ingreso.

A la luz de estas investigaciones, una mujer indígena cuenta con menos oportunidades que un hombre de la misma etnia, a la vez que un hombre blanco tiene, en general, mayores probabilidades de movilidad social que el resto. El mismo informe expresa que alrededor del 70% de los pobres en México difícilmente resuelve su situación de pobreza; derivado, entre otros motivos, de las paupérrimas condiciones de la educación pública.

Los hechos recientes protagonizados por una mujer en la colonia Roma y un oficial de tránsito han dado una vez más cuenta de esta realidad social. Los actos de la conductora del Mercedes Benz son reprobables y merecen la más enérgica protesta e indignación.

En conclusión, el fenómeno del racismo es el resultado, como he señalado, de la consolidación de estructuras económicas desiguales. Ha dañado Estados, ha dividido naciones y hoy representa -como siempre- una vieja problemática que las sociedades no han sido capaces de dejar atrás.