María José tenía 17 años al momento de ser atacada en su propio hogar, mientras su madre, Cassandra, salió junto con su otra hija y volvió para encontrarse con la dantesca escena.

Fue vengada en el mismo acto, cuando en La Cruz Coyuya de Iztacalco, Cassandra intentó salvar a su siempre niña y recibió heridas graves. El feminicida resultó ser un vecino que vivía en pisos superiores y de alguna manera, había conseguido la llave, aprovechando las ausencias para abusar sexualmente y terminar con la vid de María José. Los forcejeos y la huida hacia pisos superiores del mismo edificio fueron determinantes para que las autoridades pudieran encontrar que aquel sujeto de 39 años que parece haber acumulado víctimas. El daño ya estaba hecho.

María José cursaba apenas el bachillerato, la vida aún no le prestaba tanto tiempo como para haber tenido una profesión. Los reflectores no se postraron en algún hobbie teatral con premios que pudiera haber conseguido a su corta edad o algún hábito de falsa moralidad como el veganismo que presumía su agresor en redes sociales. Tampoco iluminaron la mirada de una preparatoriana a la que los sueños se le terminaron, nadie investigó sobre los homenajes que sus compañeros de clase querrían hacer, la indignación de sus compañeras, el nudo en la garganta del vecindario o las madres de todas las otras chicas cuyos cráneos, ropas y huesos estaban siendo descubiertos; la prensa no hizo énfasis en que ni siquiera dentro del hogar las mujeres están seguras.

Las redes y los periódicos han estallado con el currículum y el perfil del agresor. Con esa risa socarrona que tuvo al momento de ser detenido y los comentarios cínicos durante la primera audiencia de término constitucional en la que ofreció ayuda para resolver más crímenes.

La audacia de un “Guasón” que parece emocionado de haber sido descubierto, que se percibe orgulloso de una intensa cobertura en la que han destacado su perfil de científico y supuesto laboratorista, la inquietante doble vida de un sujeto al que nadie molestó durante 15 años de crímenes. El sueño dorado de los hombres más misóginos que desprecian a las mujeres, un asesino serial que muy pronto será un capítulo más del podcast de Saskia Niño de Rivera, admirado como el héroe de los “incels” que burló un sistema completo, como autor de desapariciones que provocaron al menos dos fichas oficiales de búsqueda de mujeres a las que nadie buscó.

Hay fotografías de sus viajes y menciones de sus premios. “Químico farmacobiólogo de profesión y trabajador de un laboratorio. Practicaba teatro independiente, se presume que era vegano y llegó a participar en manifestaciones en contra del maltrato animal según fotografías que comenzaron a circular en plataformas digitales. Habla tres idiomas, además de que solía viajar con frecuencia a destinos nacionales como Querétaro, Tijuana y el Estado de México pero también al extranjero, tal y como confirman fotografías del hombre en Japón. Aquellas características hicieron que el hombre de 39 años se mantuviera lejos del radar de las autoridades y de cualquier tipo de sospechas que lo involucraran en actividades delictivas”. Así lo describe el periódico Milenio.

Deliberadamente en este texto no se encontrará su nombre. Mucho menos su sonrisa ni su brillante perfil que lo coloca como un individuo de intelecto alguno.

María José Castillo estudiaba en el Colegio de Bachilleres Plantel 3 de Iztacalco y cursaba el sexto semestre. Soñaba con estudiar Relaciones Comerciales, quería entrar a la universidad. Habría sido una brillante graduada de la UNAM, tal vez. No conoció maldad.

Ella cursaba el turno vespertino. María José Castillo era dulce. Estaba a un año de cumplir la mayoría de edad. María José es la protagonista de una historia que jamás debió de ser contada, a quien le ha fallado desde la Fiscalía que no detuvo previamente a su agresor por las desapariciones y presuntos feminicidios de Viviana Elizabeth Garrido Ibarra, ingeniera bioquímica desaparecida el 20 de noviembre de 2018 al salir del trabajo, siendo compañera del feminicida y Frida Sofía Lima Rivera, desaparecida en 2015 y novia del agresor, que fue buscada desde hace casi 10 años de forma desesperada por su familia.

Le han fallado la prensa que, de cada 20 notas, apenas 3 tienen a la víctima en el centro. Todas replican la imagen sonriente del agresor, destacándolo como un “Hannibal Lecter”: misterioso, inteligente, destacado. Se calcula que sería el autor de siete feminicidios más. En el caso de las víctimas, solamente hay 3 nombres. La prensa las describe como: “prostitutas, compañeras y ex novias”, las víctimas del feminicida serial de Iztacalco; las muertas del farmacobiólogo que “obtuvo su cédula profesional en el 2009″.

Creo que, en el fondo, hay tres cosas manifiestas:

Primero. La aterradora tendencia del mexicano que idealiza a los malos de la historia y ha hecho de los criminales, el apasionante centro de atención, es peligrosísima. Dejando todas las pistas para cubrirse mejor: tener título y trabajo. Pasó con la narco-cultura.

En segundo lugar, que las revictimizantes historias de la prensa que antes contaban contextos responsabilizando a las mujeres por sus muertes, como los horarios de las agresiones o las formas de estar vestidas, va transitando al sensacionalismo de los grandes hombres que son los villanos, amparados en la completa incapacidad de inteligencia por parte de autoridades.

Finalmente, hasta siendo asesinadas, las víctimas siguen lejos de ser el centro de la justicia, lejos de ser el centro de la noticia y lejos de ser beneficiarias de la política pública. Cassandra, la madre de María José, sigue delicada en el hospital. Nadie ha planteado cómo apoyar a una madre que ha perdido a su hija; nadie ha hablado de cómo abrazar a una niña que ha perdido a su hermana. La humanidad no es humanista, es profundamente machista.

Demanda de justicia por feminicidio de María José

Incel o íncel, 1 (acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate, ‘celibato involuntario’) es una subcultura que se manifiesta como comunidades virtuales de hombres que dicen ser incapaces de tener relaciones románticas y relaciones sexuales con mujeres, como sería su deseo.2 Las discusiones que se producen en los foros inceles se caracterizan por el resentimiento, la misantropía, la misoginia y la apología de la violencia contra las mujeres y contra los hombres que se suponen sexualmente activos. https://es.wikipedia.org/wiki/Incel