El hecho de vivir en un país que parece estar siempre en tiempos electorales, deforma los temas de interés público, de modo que todos se vuelven asuntos partisanos. Es decir, desde el envío de remesas hasta el mantenimiento de las coladeras en un municipio de Durango, se vuelven “evidencias” de que el gobierno federal y, el presidente en particular, está haciendo bien o mal las cosas.

Para variar, como todo lo que vale la pena entender, no es tan simple. Este encuadre escolar de campaña permanente opaca, por ejemplo, las causas y posibles prospectivas de la revaluación agresiva del peso que lleva ya mucho tiempo. Efectivamente, en la era Trump, en los peores momentos, el dólar llegó a rebasar los 25 pesos por unidad. Hace unos días rompió el piso, por algunas horas, de los 18 pesos.

Pensemos lo que nos hubiera parecido esa noticia en cualquier momento antes del año 2018: que el peso se iba a revaluar 28%. Nos hubiéramos reído. Quienes tenemos más de 40 años vivimos las épocas hiper inflacionarias en nuestra niñez y adolescencia. Olvídense de que la proyección de Banxico se superara en un 50%, eso no es nada. Tuvimos años, en los 80s y 90s, donde la inflación anual superó el 150%, y hablo de la inflación general, todo.

Ibas el lunes a la tienda, y las papitas costaban cien mil pesos (no es errata); volvías el miércoles, y ahora costaban 200 pesos. Tratemos de ser medianamente objetivos. Tenemos que empezar por evitar el partisanismo que nubla todo el panorama, así que no podemos caer en el discurso de que el peso fuerte “es por el presidente”, porque no se ha metido con la política monetaria del banco central, ni ha tomado decisiones estúpidas como control de precios.

Definitivamente eso ha ayudado, pero tratemos de concentrarnos en las acciones y no en las omisiones, en realidades y no hipótesis catastrofistas contrafactuales. Las razones de la fortaleza de la moneda mexicana son variadas, por supuesto que es un reflejo de cierto manejo de las finanzas públicas (prudencia en el endeudamiento, de entrada) y por supuesto que también hay un elemento especulativo, que no es mérito de nadie sino una apuesta contra el dólar, y que en cualquier momento puede volverse contra el peso.

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El entorno global ha hecho que el dólar se debilite y, en ese sentido, el peso se fortalezca. La paridad del dólar se ha devaluado en el exterior, y un poco deliberadamente. Hay que recordar que uno de los aspectos fundamentales de la guerra comercial de EU con China, es volver las exportaciones de Estados Unidos más competitivas, y para eso deben depreciar su moneda. El dólar barato era uno de los objetivos de Trump, que no pudo cumplir. La tasa de interés que se maneja en México es muy elevada. Eso quiere decir que los capitales que invierten en México, específicamente en el mercado de bonos y papel gubernamental en el país, obtienen mejores rendimientos que si lo llevan, por ejemplo, a países desarrollados.

El manejo que el gobierno ha hecho de la deuda pública y las finanzas gubernamentales, para estándares de los tiempos pandémicos en la región, ha sido más que ortodoxo, y eso tranquiliza mucho a los inversionistas, pues saben que México no saldrá con una medida arrebatada y anti liberal como Bukele o Nicolás Maduro. Algunos analistas colocan como factores determinantes las remesas (que son muchas) y la tasa de desocupación en México (que es baja comparada con el resto de la región).

Al menos podemos decir que nada de eso estorba para que el peso se fortalezca. Puede ser. El tema con el análisis económico es que si adoptamos un enfoque holístico y multifactorial libre, las variables van aumentando en número y también en exotismo. ¿Puede ser que la propia política de la FED de EU contribuya a una apuesta contra el dólar y por ende a favor del peso? Pues sí, puede ser. ¿Y que el crecimiento de China, si bien conservador, juegue un factor para apostar por la reubicación de empresas en México, como el caso de TESLA? Pues sí, también.

Pero mientras más nos alejamos, menos dependen esas variables de lo que pasa en México, y entonces parece que el peso está a la buena de Dios. No es el caso, pero tampoco es obra de un solo factor, ni de un partido, ni de una persona. Y qué bueno.