El presidente Andrés Manuel López Obrador llegó a su quinto Grito de Independencia de México más fortalecido que cualquier presidente en el último siglo.

Con niveles de aprobación que rondan entre los 65 y 70% por ciento, lejos están esos vergonzosos actos cívicos en donde el espurio “borolas” era abucheado al coro de “¡asesino!”, y donde Peña Nieto era recibido con rechiflas por una corrupción e ineptitud que lo llevó a tener menos de 20 por ciento de respaldo al final de su desastroso gobierno.

AMLO fue recibido por sus incondicionales, por el pueblo que él denomina bueno y sabio al grito de “¡Es un honor estar con Obrador!” Sin duda, un fenómeno que los adultos de ahora difícilmente volveremos a ver en el próximo medio siglo.

Con la entrega simbólica y de facto del “bastón de mando” a la virtual candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, se avecina la recta final del último año del mandato del presidente.

A diferencia de al menos 10 de sus antecesores, su presencia se vuelve un activo para la ex jefa de gobierno y muy probablemente sea suficiente para arrasar en las urnas y alcanzar la mayoría calificada necesaria para echar a andar otra serie de reformas necesarias para el avance de este país.

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Se acerca el último baile del personaje que ha dominado la conversación en la política mexicana el último cuarto de siglo. Comienza a sentirse algo de nostalgia en el ambiente.

Esto no puede durar para siempre.