¿El Chicharito es el ejemplo del por qué están ganando las derechas?
Existe un movimiento pendular de las ideologías que fluctúa del conservadurismo al progresismo. Es un fenómeno cíclico, particularmente observable en las sociedades del mundo occidental, donde los gobiernos transitan de izquierda a derecha en cuestión de pocos años. Ejemplos recientes lo demuestran con claridad: Donald Trump en Estados Unidos, Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador o Daniel Noboa en Ecuador.
Este vaivén ideológico ha sido ampliamente documentado. El politólogo Ronald Inglehart, en su teoría de los valores postmaterialistas, ya advertía que los cambios generacionales tienden a producir ciclos ideológicos: cuando una sociedad ha satisfecho sus necesidades básicas, surgen valores progresistas; pero cuando hay crisis o incertidumbre, resurgen con fuerza los valores conservadores.
En esa línea, el sociólogo Pippa Norris, en su ensayo “Cultural Backlash: Trump, Brexit and Authoritarian Populism” (2019), señala que estos movimientos hacia la derecha son una reacción contra la oleada progresista que dominó las décadas anteriores. Es decir, cada avance liberal genera una respuesta conservadora de igual o mayor intensidad.
A nivel social, estas oscilaciones se reflejan en el comportamiento cotidiano de la ciudadanía. Discursos machistas, visiones ultraindividualistas del mundo y posturas antiderechos encuentran hoy más eco, especialmente entre los jóvenes. Pero no surgen de la nada: canales de difusión masiva como TikTok, Instagram o YouTube se han convertido en los principales medios de formación ideológica, donde las narrativas simplificadas y extremas obtienen mayor atención.
Un ejemplo reciente y preocupante es el caso de Javier “Chicharito” Hernández, uno de los futbolistas mexicanos más exitosos y también más seguidos: 6.1 millones en Instagram y 6.7 millones en TikTok.
En sus más recientes publicaciones ha abordado el tema del machismo de forma irresponsable, trivializando o incluso justificando conductas que históricamente han dañado a millones de mujeres. Su popularidad convierte estos mensajes en armas de doble filo: son consumidos no como opiniones individuales, sino como referentes de verdad para una audiencia joven y moldeable.



La investigadora Joan Donovan, especialista en desinformación y medios digitales, advierte en su libro “Meme Wars: The Untold Story of the Online Battles Upending Democracy in America” (2022) que las redes sociales no solo amplifican el discurso radical, sino que lo legitiman al disfrazarlo de entretenimiento o autenticidad.
Más allá de la libertad de expresión y de la tendencia global hacia gobiernos con tinte autoritario, lo verdaderamente preocupante es la falta de responsabilidad con la que la era del influencer ha dado más eco a ideas radicales que a argumentos razonados. En lugar de invitar al encuentro y al entendimiento, estas voces contribuyen a profundizar el abismo ideológico, dibujando en el horizonte más enfrentamientos que consensos.