No sé si me da pena, o más bien lástima, escuchar muchas voces de la oposición, particularmente de mujeres, que, a falta de argumentos y razonamientos suficientes, deciden tratar de descalificar a Claudia Sheinbaum en sus aspiraciones a la presidencia de la República, recurriendo al miserable “body shaming”.

Beatriz Pagés, Guadalupe Loaeza, Denise Dresser, Lilly Téllez, Kenia López, por citar solo algunos ejemplos, constantemente en sus “análisis” sobre Claudia hacen referencias denostativas sobre su apariencia (a partir de sus gesticulaciones y hasta por su complexión y ciertos aspectos físicos), pretendiendo con ello tratar de debilitarla, para asignarle etiquetas, por el gran rezago que tiene la candidata opositora Xóchitl Gálvez en las preferencias electorales, frente a la candidata puntera.

Es evidente que una mujer que denigra a otra por su físico en una competencia profesional denota algún tipo de complejo (notoriamente, en principio, el de la envidia, frente a las múltiples cualidades que hacen destacar a quien es así criticada) y exhibe su pusilanimidad e inseguridades. Al exponer esa bajeza queda exhibida no solo por violencia de género, sino por la desesperación que la mueve. El “body shaming” en la política implica criticar o burlarse de algún participante (normalmente se dirige a mujeres), basándose en rasgos de su apariencia física ligándolo a sus políticas, acciones o calificaciones para ejercer un cargo.

Esta semana, en otra deplorable portada sobre Claudia, Beatriz Pagés, en el desprestigiado medio que encabeza, busca con ruindad crear percepciones negativas sobre el carácter de la candidata, derivándolo de una foto de su rostro (maliciosamente seleccionada con el propósito de atacarla), para dirigir su narrativa sobre una supuesta “dictadura comunista en México” que ella encabezaría de llegar a ser presidenta, que ha sido una de las banderas de campaña de la oposición.

Qué equivocada está Pagés. En la opinión de muchos en redes sociales, con quienes coincido, esa portada, aún con esa foto mal intencionada, Claudia refleja más que actitud dictatorial (de “miedo”, “rostro de piedra”, como lo califica Pagés), la autenticidad de una mujer que está en la plenitud de su desarrollo personal y profesional, que no ha tenido que recurrir a las cirugías para cubrir el paso del tiempo y engañar; ni a trucos de la industria de la cosmetología para enmascarar su personalidad (la cual únicamente adorna con su intelecto y la experiencia y trabajo de muchos años, en el servicio público). Una mujer que proyecta la fortaleza y belleza de su seguridad interior, y que revela que el empoderamiento y la empatía femenina no radica en ser o parecer, una muñeca Barbie, siempre con una sonrisa plástica en su cara. Un rostro que muestra la firmeza de una mujer que sabe que representa el liderazgo femenino en una nación tradicionalmente machista, muy violenta políticamente y que con la seriedad que amerita su función, sabe que lleva entre sus responsabilidades, como ha dicho, el que no “llegará a la presidencia sola, sino que, con ella, llegamos todas”, para ser punta de lanza para frente al machismo mexicano, que no solo amenaza, sino que condena a muchas mujeres, imponer respeto. Además, sobra decir que Claudia, con su impecable presencia, configura, entre otros aspectos de su personalidad, su estatura de jefa de Estado. Para las chistosadas y desfiguros quedó muy bien la candidata opositora.

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¿Se darán cuenta quienes denostan a Claudia con la vileza del “body shaming” que hacen el ridículo total cayendo en estereotipos? ¿Se percatarán que con ello se convierten en el peor ejemplo para las niñas de México al promover la cosificación y la crítica de la apariencia física de las mujeres para hacer que se sientan mal consigo mismas, al llenarlas de adjetivos calificativos y “lecturas” extrapoladas, para agraviarlas, limitando su empoderamiento y crecimiento?

Esta reciente portada de la revista de Pagés me lleva a confirmar que vivimos los peores tiempos de la oposición en México, llena de odio, insultos y mezquindad. ¿Mantendrán el “body shaming”, estigmatizando todo el próximo sexenio a Claudia Sheinbaum, si se confirma como presidenta, el próximo 2 de junio? ¿Fiscalizarán cada gesto, movimiento, y su apariencia para acusarla de una u otra forma, de cualquier asunto con el que difieran con su gobierno, valiéndose del sesgo de enfocarse solo en ciertos rasgos que califiquen su temple, dejando a un lado, tendenciosamente, su faceta afable y sensible, para degradarla? ¿Ese continuará siendo el nivel del debate público en el país?

En México debiera haber una oposición que privilegie los argumentos sobre las calumnias y las conjeturas y que, por encima de todo, con el estreno de una mujer en la presidencia, se aparte de la misoginia y el machismo que tanto daño nos hace. Sin duda, en un México democrático y de libertades, ¡merecemos una mucho mejor oposición!