Pareciera increíble que una buena parte de la discusión de los economistas se dé en torno a la función del Banco de México (Banxico), todo porque el presidente Andrés López Obrador dijo que también debe involucrarse en el tema del crecimiento económico. Siendo prudente, además, aclaró que su gobierno ha respetado su autonomía y que lo seguirá haciendo.

Más allá de ese comentario convendría aclarar cual es la función del Banxico y analizar cual es el efecto real de la política monetaria en el ritmo de crecimiento económico del país.

Pensar que la política monetaria tiene un efecto neutro, es decir, que no tiene impacto alguno en el nivel de actividad económica es, por sí mismo, un despropósito. El propio Banxico lo aclara pertinentemente. Por una parte, señala que su objetivo prioritario, conforme a nuestra Constitución Política, es preservar el valor de la moneda, es decir, del peso mexicano. Por otra parte, pone especial énfasis en que la mejor contribución que puede hacer la política monetaria para fomentar el crecimiento sostenido es procurando la estabilidad de precios. Eso lo refrendó el Subgobernador Jonathan Heath de la siguiente forma: “al final de cuentas, la mejor contribución de la política monetaria al crecimiento económico es mediante un ambiente de estabilidad de precios”.

Vayamos más a fondo, es indudable que los precios son el factor dinámico que inciden en las decisiones de inversión y consumo de cualquier economía. Técnicamente una mayor estabilidad permite una mejor planeación de las decisiones económicas, más si se consideran las decisiones de inversión, cuyo horizonte de desarrollo trascienden al corto plazo. El análisis costo-beneficio es poco confiable si existe un ambiente de incertidumbre en los precios de los productos y los insumos; que son la base para determinar utilidades futuras. Los ámbitos inflacionarios, en consecuencia, nos mueven más hacia al corto plazo y al ámbito especulativo. Eso se sabe desde antes de que la economía se hiciese ciencia.

El otro gran tema es como se determina el valor de la moneda. Desde luego, como en los precios de los bienes y servicios, juega un papel preponderante la oferta y la demanda de dinero. La siguiente pregunta para poder continuar es: ¿cuál es el valor o precio del dinero? La respuesta es la tasa de interés, pero esto conlleva a suponer que la tasa de interés se estira o se encoge simplemente por las leyes del mercado, existiendo por una parte prestamistas y por la otra, prestatarios.

Perdón por volver a los circunloquios económicos, sí y no. Sí, porque indudablemente toda economía tiene sus resortes reales, dados por la relación intrínseca que tiene la cantidad de dinero con la oferta de bienes y servicios. No, porque el dinero es un mercado en sí mismo, y son las tendencias de abundancia o escasez, las que hacen intervenir a los Bancos Centrales, entre ellos a Banxico.

¿Cómo actúa Banxico para determinar el valor o el precio del dinero? La respuesta lógica y contundente es nivelando el precio del dinero, es decir, la tasa de interés. De modo que se dan dos escenarios previsibles: si reduce la tasa de interés se estaría hablando de una política monetaria expansiva; si, por el contrario, incrementa la tasa de interés se hablaría de una estrategia contractiva.

Pareciera no haber vuelta de hoja. En un escenario de inflación creciente, Banxico debe ampliar la tasa de interés a modo de contraer la demanda de bienes y servicios y, su contraparte, la oferta monetaria y crediticia. El gran dilema es cuánto más deben subirse los puntos base de la tasa de interés y esto depende de la decisión que tome la Junta de Gobierno de Banxico; es decir, de la decisión que adopten cinco personas notable; se entiende, con nutrida experiencia y conocimiento para determinar la cuota de la tasa. Me gusta la opinión de un excelente economista Carlos Esquivel, porque es algo que honestamente a mí también me incomoda, la economía y la política monetaria pareciera traducirse en este caso a una simple fórmula; es decir, a cuánto debe ascender la tasa de interés.

Debe decirse que una mayor tasa de interés, no incide únicamente en la preferencia de la gente por el ahorro financiero, como quisiéramos creer. Una tasa creciente también impacta a las deudas públicas y privadas. ¿Cómo ahorrar si ahora me cuestan más mis deudas? (sólo pensemos en las tarjetas de crédito). El impacto real se traslada, entonces, a una reducción del consumo. En las empresas, es bueno recalcarlo, se elevan los montos financieros de pago; lo que para muchas significa desinversión, incluso quiebra.

En la actualidad, el incremento de las tasas de interés podría ser catastrófico para aquellos países que se encuentran sobre endeudados y que pagaban a tasas bajas (cercanas cero) tanto de Europa como de América Latina. Tasas de 5 a 10% significaría hacer impagable el servicio de la deuda para muchos gobiernos e impone la necesidad de diferir pagos, a riesgo de asumir un costo más amplio, el costo social.

Pero que pasa, si pese al aumento de las tasas de interés la inflación continúa en un ritmo creciente. Esto lleva al peor de los mundos: estanflación, esto es, estancamiento con inflación. Aun cuando ahora se tenga claro que el incremento de precios se deba más bien a la escasez de bienes estratégicos (alimentos y energéticos), es posible que se continúe con la misma receta de elevar la tasa de interés a niveles nunca vistos en los últimos 10 años; lo que atrofia todavía más el nivel de actividad económica y la posición financiera de los consumidores, los inversionistas y los gobiernos nacionales.

El comportamiento en la subida de las tasas de interés no es el mismo en los países del mundo. Esto se vio recientemente cuando se descompasó la magnitud de los incrementos de los puntos base entre Estados Unidos y México. Claramente nuestros vecinos actuaron con mayor moderación; la nuestra fue una variación significativa. Temeraria.

En México, en épocas anteriores, cuando las cosas no salían bien, Banxico se daba la vuelta hacia el Gobierno Federal y lo inculpaba por el desorden en las finanzas públicas y en los niveles de endeudamiento. Ahora no lo puede hacer por dos sencillas razones. Primero, se han mantenido finanzas públicas sanas; esto es, no se hace más allá de lo que soporta el equilibrio fiscal, incluyendo los apoyos que se otorgan a la población vulnerable y las inversiones públicas. Segundo, porque se ha tenido un manejo responsable de la deuda pública, incluso se han efectuado pagos y reestructurado adeudos para diferir hasta en 70 % los vencimientos financieros de corto plazo, que hubiera tenido que asumir el nuevo gobierno federal en 2025.

El gobierno del presidente López Obrador, reitero, hizo un diagnóstico adecuado: no se debe gastar más allá de los ingresos, porque ello lleva a variaciones indeseables en parámetros básicos: más deuda interna y externa, mayores tasas de interés, devaluaciones e incrementos en inflación; todo en círculos perversos que tienden a retroalimentarse y que cuando inician parecieran nunca acabar.

De modo que la responsabilidad de Banxico es muy grande, precisamente, por su función principal, que es la estabilidad de precios. ¿Podrá hacerlo? Sólo si existe imaginación y si encuentra la mejor forma de resolver el acertijo sobre la verdadera magnitud que debe tener la tasa de interés en las condiciones actuales de desaceleración económica con inflación. Antes de que llegue la lumbre a los aparejos, tal vez, a partir de ahora lo prudente sea reducir la tasa de interés, o más bien, dejar de lado los incrementos significativos que a mí me parecen temerarios.