En México el agua se está convirtiendo en un recurso cada vez más escaso. Lo que antes parecía inagotable hoy se desvanece frente a nuestros ojos: pozos que se secan, presas que no alcanzan a llenarse y comunidades que dependen de pipas para sobrevivir. La realidad ha superado cualquier pronóstico. Y Querétaro lo sabe bien.
Tan solo el año pasado, las lluvias torrenciales causaron estragos en diversas zonas del estado. En el municipio de Querétaro, colonias enteras como Menchaca o Santa María Magdalena vivieron inundaciones severas que dañaron viviendas, calles y escuelas. En el municipio de Tolimán, las comunidades rurales padecieron no solo por el exceso de agua en momentos críticos, sino por la falta absoluta de ella en temporadas de estiaje. Hay quienes pasan semanas sin recibir una gota por la red, dependiendo de tinas, aljibes y recorridos largos para conseguir lo mínimo. Esa es la paradoja: o nos falta el agua o nos ahoga.
Las lluvias ya no son tan predecibles, y cuando llegan, muchas veces lo hacen con fuerza destructiva. Las sequías son más largas, y el acceso al agua potable sigue siendo desigual. Frente a esta emergencia hídrica, no podemos seguir actuando con soluciones aisladas o improvisadas. Necesitamos una estrategia nacional, sólida y estructurada, que garantice el acceso y el uso eficiente del agua a corto, mediano y largo plazo.
Por ello, desde la Cámara de Diputados, he presentado la iniciativa para crear el Fondo Nacional Banco del Agua, una propuesta que busca establecer un mecanismo financiero robusto, transparente y sostenible para financiar obras e infraestructura hidráulica en todo el país. El objetivo es claro: recuperar, conservar y reutilizar el agua en todos los rincones de México.
Este Fondo permitirá destinar recursos a proyectos que prioricen el tratamiento y la reutilización del agua, así como la conservación de cuencas, presas y zonas de recarga. A través de un esquema de aportación compartida —un peso por cada metro cúbico de agua consumido por parte de los organismos operadores, más un peso igual por parte del gobierno federal— se creará una bolsa nacional que será usada exclusivamente para asegurar el futuro del recurso más importante que tenemos.
En estados como Querétaro, donde la presión sobre los mantos acuíferos es alarmante, esta iniciativa es urgente. No se trata solo de infraestructura; se trata de salud, justicia social, equidad territorial y desarrollo sustentable. Estamos hablando de mejorar la calidad de vida de millones de personas, sobre todo de quienes viven en comunidades rurales, en colonias marginadas o en zonas donde el agua nunca llega por una llave.
Pero para que esta iniciativa se haga realidad, no basta con presentarla. Necesitamos que todas y todos los legisladores la conozcan, la apoyen y la aprueben. Es momento de que las diferencias políticas cedan ante el bien común. El agua no distingue partidos ni ideologías. El agua es vida, y nos está pidiendo a gritos que actuemos antes de que sea demasiado tarde.
Porque cuidar el agua es cuidar a nuestras hijas e hijos. Es defender la tierra que vamos a dejar a las próximas generaciones. Es evitar que la sed se convierta en desesperación. Y aún estamos a tiempo. Hagamos historia. Convirtamos esta iniciativa en ley y demostremos que cuando se trata del futuro, México sí sabe unirse. Porque el agua no puede esperar, y el momento de actuar es ahora.