Tomás no creía que Jesús hubiese resucitado. Dijo: “Si no veo en sus manos las llagas de los clavos, y no pongo el dedo en la llaga de los clavos, y mi mano en el costado, no lo creeré”.

Es el origen de la expresión meter el dedo en la llaga, que suele utilizarse utiliza cuando se toca un tema escabroso.

Es lo que hizo Carlos Puig en Milenio al analizar las acusaciones de la fiscalía de la Ciudad de México contra los funcionarios responsables de la construcción de la Línea 12 en tiempos de Marcelo Ebrard; el más conocido de los imputados, Enrique Horcasitas, director general del proyecto.

Como entre los acusados no está el entonces jefe de Horcasitas —el hoy canciller Ebrard—, el periodista Puig consideró conveniente meter el dedo en la llaga recordando ciertas palabras, de hace años, del actual presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, quien no se quedó callado ante la muerte de 49 niños en una guardería del IMSS.

Dijo Zaldívar:

  • Los dirigentes son responsables de las entidades que dirigen. Son causantes de los éxitos, pero también lo son de los errores graves que se cometen por acciones u omisiones”.
  • “Los aciertos serán suyos, pero los errores también. La toma de protesta del cargo conlleva automáticamente la responsabilidad en el ámbito de acción de la institución a su cargo”.
  • “Este es el sentido de protestar, guardar y hacer guardar la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen”.

Tan sabias palabras, tal como lo recuerda Puig, en su momento AMLO las hizo suyas cuando declaró que esperaba que por el incendio de la guardería se castigara no solo a quien fuera director del IMSS, Juan Molinar, sino también a quien gobernaba Sonora, Eduardo Bours.

Seguramente Andrés Manuel, por razones políticas, ya no estará dispuesto a aceptar la sensatez de lo expresado por el ministro Zaldívar, pero lo cierto es que el canciller Ebrard, aunque la libre —no veo posible que se le sancione por la tragedia de la Línea 12—, no podrá evitar que se le señale como, al menos, un gobernante irresponsable por haber permitido la construcción de la obra pública más deficiente de la historia de México.

Hizo bien Carlos Puig al meter el dedo en la llaga. Claro que sí.