Dos reflexiones sobre el conflicto entre China y Estados Unidos pueden ayudarnos a entender mejor las consecuencias. La primera es de The New York Times y la segunda es de Graham Allison.

Primera reflexión https://nyti.ms/3BMxuv9:

El consejo editorial del periódico The New York Times publicó ayer su opinión acerca de la relación de Estados Unidos con China. La nota argumenta que no tendría por qué ser tan tensa.

Si bien es inevitable cierta tensión, la retórica en ambas naciones ha tomado un giro belicoso. Hay poca confianza o cooperación incluso en temas de claro interés mutuo, como combatir la pandemia de Covid-19, hacer frente al tráfico de drogas o abordar el cambio climático.

La provocativa visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, montó una eficaz respuesta de China con ejercicios militares que invadieron el espacio aéreo y las aguas territoriales de Taiwán. ¿El mensaje? Enfatizar su determinación de establecer la soberanía sobre lo que considera su territorio.

A pesar de los que digan que México podría beneficiarse del conflicto, y aumentar sus exportaciones a Estados Unidos, a todos nos debería interesar que Estados Unidos y China encuentren la forma de aliviar estas tensiones en beneficio de la estabilidad y prosperidad del mundo. Se requiere ahora un equilibrio entre competencia y cooperación.

Según los editores de The New York Times, hay varios pasos concretos que Estados Unidos podría dar para ayudar a mejorar las relaciones:

  1. En lugar de depender de políticas comerciales punitivas basadas en el temor de que China sea un rival económico, Estados Unidos debe concentrarse en competir invirtiendo en educación técnica, investigación científica y desarrollo industrial.
  2. Se espera que el martes el presidente Biden firme la Ley CHIPS, que incluye casi 53 mil millones de dólares para apoyar la producción nacional de semiconductores, los componentes básicos de la era digital.
  3. Estados Unidos también necesita dejar atrás la vieja idea de que el compromiso económico transformaría gradualmente la política y la sociedad chinas. En lugar de intentar cambiar a China, Estados Unidos debería centrarse en construir lazos más fuertes con los vecinos de China.

Los editores de The New York Times aseguran que la visita de Pelosi fue inoportuna. ¿Por qué? La prioridad de política exterior más urgente de la administración Biden es ayudar a Ucrania a derrotar la invasión de Rusia, y el contratiempo de Taiwán hace que sea más difícil persuadir a China de que limite el apoyo a Rusia.

Sin embargo, los editores creen que la sustancia del mensaje de Pelosi a Taiwán fue acertada. Estados Unidos ha apoyado durante mucho tiempo la maduración de la democracia de Taiwán, y a Estados Unidos le interesa tratar a Taiwán como un aliado valioso.

Según The New York Times, las tensiones sobre Taiwán están aumentando por tres razones interrelacionadas:

  1. La isla se ha vuelto más democrática y desafiantemente autónoma.
  2. China, bajo el liderazgo autoritario de Xi Jinping, se ha vuelto más belicosa.
  3. Estados Unidos ha respondido a ambas tendencias ofreciendo a Taiwán expresiones más fuertes de apoyo, incluyendo armamento.

Biden dijo en mayo que Estados Unidos defendería a Taiwán contra un ataque chino. Pero es un error intentar aislar a China. Estados Unidos y China se necesitan mutuamente. La editorial de The New York Times es muy clara: “Tratar a China como una potencia hostil es una simplificación contraproducente. Las dos naciones ocupan grandes porciones del mismo planeta. No están de acuerdo en el significado de democracia o derechos humanos, pero comparten algunos valores, el más importante, la búsqueda de la prosperidad”.

Segunda reflexión https://bit.ly/3SrPlhb :

Aunque los gobiernos estadounidense y chino saben que una guerra sería un desastre para ambos, el profesor de Harvard Graham Allison escribe en The National Interest que la vía más rápida hacia una guerra sangrienta entre China y Estados Unidos pasa por Taiwán: “Si la crisis actual provocada por el viaje inoportuno de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y la sólida respuesta militar de China conducen a una colisión entre buques o aeronaves navales chinos y estadounidenses, incluso un “accidente” podría proporcionar la chispa que provoque un gran incendio”.

Es cierto que ninguna persona seria en ninguno de los dos gobiernos quiere la guerra. Desafortunadamente, la historia ofrece muchos ejemplos en los que estados rivales, cuyos líderes no querían la guerra, se vieron obligados a tomar decisiones fatídicas entre aceptar lo que consideraban una pérdida inaceptable, por un lado, y dar un paso que aumentaba los riesgos de guerra por el otro.

En el panorama más amplio de la historia, cuando una potencia en rápido ascenso amenaza seriamente con desplazar a una potencia gobernante importante, la rivalidad suele terminar en guerra.

Graham Allison nos dice que los últimos 500 años han visto dieciséis casos de tales rivalidades que se les conoce como “la trampa de Tucídides”. Doce resultaron en guerra. En cada caso, las causas inmediatas de la guerra incluyeron accidentes, errores no forzados y consecuencias no deseadas de elecciones inevitables en las que uno de los protagonistas aceptó mayores riesgos con la esperanza de que otro retrocediera. Pero debajo de estos había impulsores estructurales subyacentes que Tucídides destacó al explicar cómo las dos principales ciudades-estado de la Grecia clásica se destruyeron entre sí en la Guerra del Peloponeso. Como escribió: “Fue el ascenso de Atenas y el miedo que esto infundió en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable”.

Graham Allison sintetiza tres hechos que debemos considerar sobre el enfrentamiento entre China y Estados Unidos por Taiwán:

  1. No sólo Xi Jinping, sino todo el liderazgo y la nación de China están inequívocamente comprometidos a evitar que Taiwán se convierta en un estado independiente. Si se ven obligados a elegir entre aceptar un Taiwán independiente y una guerra que destruya Taiwán y gran parte de China, Xi y su equipo elegirán la guerra.
  2. Lo que Winston Churchill llamó las “corrientes mortales” en la política interna ahora se están extendiendo tanto en Estados Unidos como en China. Un axioma fundamental de la política estadounidense prohíbe permitir que un competidor serio se ponga a la derecha de uno en un tema de seguridad nacional. Los políticos republicanos y demócratas se apresuran a demostrar quién puede ser más duro con China que el otro. Y estamos en época de elecciones. Mientras tanto, Xi está organizando las piezas políticas para un tercer mandato sin precedentes como secretario general y virtual emperador vitalicio. Por ello, la presión para que se enfrente a Estados Unidos y se mantenga firme en Taiwán es más poderosa que nunca.
  3. Aunque la mayoría de los políticos estadounidenses aún no lo reconocen, el equilibrio militar en el Estrecho de Taiwán se ha transformado en el cuarto de siglo transcurrido desde la última crisis de Taiwán. El equilibrio de poder local se ha inclinado decisivamente a favor de China.

Si Estados Unidos peleara una guerra local por Taiwán, el presidente probablemente enfrentaría una fatídica elección entre perder o escalar a una guerra más amplia en la que Estados Unidos tendría la ventaja.

En el dominio nuclear, no hay duda de que Estados Unidos podría borrar a China del mapa. Tampoco hay dudas sobre el hecho de que no podría hacerlo sin que China tomara represalias con ataques nucleares que matarían a la mayoría de los estadounidenses.

El momento que vivimos es muy delicado. Esperemos que el gobierno de México lea cuidadosamente la crisis, la entienda y asuma su responsabilidad como socio de la región de América del Norte.